Cae la natalidad, sube la precariedad: el rostro femenino del sostenimiento del hogar

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Cada vez más hogares en Colombia son liderados por mujeres, pero también enfrentan mayores brechas: menos ingresos, seguridad alimentaria y más sobrecarga.

Una lectura con enfoque de género del Informe de Calidad de Vida del Dane, realizada por la Fundación WWB Colombia, revela cómo estas desigualdades inciden en que más mujeres opten por no ser madres.

Mientras las tasas de natalidad caen en Colombia y el mundo, poco se discute sobre las condiciones reales de quienes ya son madres, cuidan y sostienen hogares.

En Colombia, esa realidad tiene rostro de mujer. En muchos casos, la decisión de tener —o no tener— hijas/os está relacionada con profundas brechas socioeconómicas, falta de redes de apoyo y un deterioro evidente en el bienestar de las mujeres cabeza de hogar.

Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida del Dane (2024), los hogares liderados por mujeres crecen de forma sostenida. En 2015 representaban el 36,4 % del total, y para 2024 alcanzaron el 46,5 %, un aumento de más de 10 puntos porcentuales en menos de una década. Solo entre 2023 y 2024, el número pasó de 8,2 a 8,5 millones de hogares.

Esta tendencia evidencia una transformación en la estructura familiar del país y plantea preguntas urgentes:

¿cómo viven estas mujeres y sus familias?

¿Qué condiciones están limitando su bienestar?

¿Y qué barreras enfrentan al momento de decidir si desean —o pueden— ser madres?

La Unidad de Analítica de la Fundación WWB Colombia realizó un análisis con lente de género a los resultados de la encuesta del Dane, en su informe ‘Ser mujer, madre y sostén del hogar en Colombia: una ecuación desigual’, el cual pone sobre la mesa una verdad contundente: las mujeres cabeza de hogar enfrentan un deterioro sostenido en su calidad de vida, al tiempo que aumenta la proporción de quienes que ya no desean ser mamás.

“Este análisis surge de la preocupación en torno a que hoy existan más hogares dependiendo de mujeres, que además tienen más responsabilidad y menos ingresos, lo que las conduce al empobrecimiento y una menor posibilidad de desarrollo para sus hijos. Y en esa ecuación desigual, pierde el país”, afirma Esneyder Cortés, director de Planeación y Estrategia de la Fundación WWB Colombia.

Un país con carga desigual

En los 8,5 millones de hogares con jefatura femenina en Colombia viven aproximadamente 24.6 millones de personas, es decir, casi la mitad del país. Aunque los hogares con jefatura masculina siguen siendo mayoría, 54 %, los liderados por mujeres han crecido de forma acelerada desde la pandemia. La mayoría de estas mujeres son solteras y sin pareja: el 65,2 % enfrentan solas la responsabilidad económica y de cuidado. En contraste, la mayoría de los hombres jefes de hogar vive en contextos biparentales (68,3 %), con posibilidades reales de compartir esas cargas.

Un panorama que revela una realidad persistente de desigualdad económica. Según los datos más recientes del DANE, el 37,7 % de las mujeres jefas de hogar vive en situación de pobreza monetaria, frente al 29,5 % de los hombres en la misma condición. Además, presentan un Índice de Pobreza Multidimensional más alto, lo que evidencia carencias acumuladas en educación, salud, empleo y vivienda.

Esta desigualdad se traduce en una mayor dificultad para cubrir lo básico: al 39 % de estas mujeres no les alcanza el dinero para satisfacer sus necesidades esenciales. Mientras el ingreso promedio mensual de los hogares en Colombia es de COP $1,3 millones, los liderados por hombres alcanzan los COP $1,4 millones, y los encabezados por mujeres apenas llegan a COP $1,2 millones.

La feminización de la pobreza sigue intacta

Más allá de las cifras, está la percepción de las propias mujeres sobre su situación. El 42,3 % de las jefas de hogar se considera en condición de pobreza, y el 44,3 % afirma que su situación ha empeorado en comparación con años anteriores. Esta percepción refleja una realidad económica difícil, un deterioro en su bienestar general y en su satisfacción con la vida. La precariedad no solo es material: también se traduce en agotamiento, insatisfacción y frustración frente a un entorno que exige más de lo que ofrece.

De acuerdo con el análisis de la Fundación WWB Colombia, otra variable que refleja la feminización de la pobreza es la inseguridad alimentaria. En 2024, más de 2,4 millones de hogares encabezados por mujeres enfrentaron situaciones en las que no hubo suficiente comida, y en 1,1 millones de ellos se quedaron sin alimentos. Además, el 44,1 % de estos hogares en el país— expresó haber sentido preocupación por la escasez de comida, una proporción 7 puntos porcentuales mayor que la registrada en hogares liderados por hombres.

Además, la inseguridad alimentaria se agravó en múltiples dimensiones. El 37,9 % de los hogares reportó consumir una variedad limitada de alimentos (un aumento de 5 puntos porcentuales), el 35,7 % no tuvo acceso a opciones saludables y nutritivas, y el 21 % se vio obligado a omitir al menos una comida al día. Asimismo, el 27,7 % declaró haber comido menos de lo necesario, y el 12,9 % experimentó desabastecimiento total de alimentos.

“Estos datos evidencian una precariedad económica persistente, e invitan a preguntarse por las causas estructurales que restringen las posibilidades de generación de ingresos en los hogares con jefatura femenina. Una de las más determinantes tiene que ver con la manera en que estas mujeres distribuyen la mayor cantidad de su tiempo y el tipo de actividades a las que pueden dedicarse”, precisa el informe.

Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, en Colombia las mujeres dedican, en promedio, 4 horas y 38 minutos más que los hombres al cuidado no remunerado, y 1 hora y 20 minutos menos al trabajo que sí genera ingresos. Esta brecha tiene un impacto directo en su autonomía económica, su bienestar personal y su capacidad para salir de la pobreza.

Mientras el 79,2 % de los hombres jefes de hogar dedica su tiempo principalmente al trabajo remunerado y solo el 9,7 % se ocupa de los oficios del hogar, entre las mujeres jefas de hogar la realidad es distinta: apenas el 47,3 % puede enfocarse en actividades productivas, y el 45,2 % sigue cargando con la mayor parte del trabajo doméstico no remunerado.

“Esta distribución desigual histórica perpetúa un ciclo de sobrecarga y exclusión que afecta a las mujeres y el bienestar integral de sus familias. Y esta no es una reflexión filosófica sino económica y de desarrollo, ya que se limita la autonomía económica, la salud mental y la posibilidad de salir del círculo de la pobreza”, explica Esneyder Cortés.

¿Por qué tantas mujeres ya no quieren ser madres?

En Colombia, las mujeres que lideran hogares tuvieron su primer hijo, en promedio, a los 21 años. Nueve de cada diez fueron madres entre los 14 y 28 años, y más de 34 mil lo fueron antes de los 14. La jefatura femenina no solo refleja brechas estructurales; también está marcada por decisiones tomadas en condiciones de vulnerabilidad. Ser madre en etapas en que muchas aún dependen económicamente de terceros limita su autonomía y perpetúa ciclos de pobreza difíciles de romper.

La relación entre maternidad temprana y privaciones económicas es clara. El 59,6 % de las mujeres que fueron madres entre los 10 y 13 años reporta que sus ingresos no cubren sus gastos básicos. Entre quienes tuvieron hijos entre los 14 y 28 años, la proporción es del 42,8 %. En contraste, solo el 28,8 % de quienes postergaron la maternidad hasta después de los 29 años vive esta situación. Las madres tempranas también enfrentan mayores tasas de informalidad, menos acceso al sistema de salud contributivo y una baja cotización a pensión, lo que compromete su bienestar a lo largo de la vida.

La caída en la tasa de nacimientos en Colombia confirma una nueva realidad. En 2024 se registraron 445.011 nacimientos, la cifra más baja en más de dos décadas y la primera vez desde 1998 que cae por debajo del medio millón. Según el DANE, esto representa una disminución del 13,7 % frente a 2023 y del 32,7 % frente a 2015.

Piedad Urdinola, directora del DANE, explica que “estas cifras representan una caída histórica, desde que esta entidad lleva las estadísticas vitales. Si bien este fenómeno, que se conoce como proceso de transición demográfica, comenzó en los años 70 de manera lenta, después de 2015 se aceleró. La inestabilidad económica es una de las principales razones por las cuales las familias aplazan el nacimiento de sus hijos. Además, encontramos que la edad media de fecundidad de las mujeres es de 27,1 años, mientras que la edad media al primer hijo es de 24,4 años, lo que evidencia la postergación en la maternidad”.

En tanto, la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (2025), elaborada por el Ministerio de Salud y Protección Social, señala que tres de cada cuatro mujeres en Colombia no desean tener hijos, y solo una de cada seis expresa interés en la maternidad. Este cambio no se debe únicamente a decisiones personales, sino a condiciones estructurales adversas: el acceso precario al empleo, la sobrecarga de cuidados y la falta de corresponsabilidad. Entre las más jóvenes, la negativa a la maternidad es aún más marcada.

La estructura poblacional del país se está transformando: hay cada vez menos niños entre 0 y 4 años y más personas mayores, lo que plantea retos enormes para los sistemas de salud, protección social y economía. En 2015, el 69,5 % de las mujeres en edad fértil decía no querer tener hijos; hoy esa proporción llega al 75,2 %.

“Reducir el debate a elecciones personales invisibiliza el peso que tienen las brechas de género, la falta de garantías para el desarrollo económico y la sobrecarga del trabajo de cuidado. En contextos donde el acceso al empleo digno, la salud, la educación y la protección social es limitado, no es un capricho que muchas mujeres prioricen su autonomía económica. Es una respuesta racional y legítima ante un entorno que restringe sus opciones”, señala el informe ‘Ser mujer, madre y sostén del hogar en Colombia: una ecuación desigual’, de la Fundación WWB Colombia.

Negras e indígenas: cuando las desigualdades se acumulan

Ser mujer y cabeza de hogar en Colombia implica mucho más que liderar un hogar: significa enfrentar condiciones desiguales que se intensifican cuando entran en juego otros factores como la etnicidad, la discapacidad, la edad o el territorio. El 65 % de las jefas de hogar indígenas y el 59 % de las afrodescendientes aseguran que sus ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades básicas. A esto se suma una alta percepción de pobreza: el 74 % de las mujeres indígenas y el 68 % de las afrodescendientes se consideran en esa condición.

La inseguridad alimentaria también golpea con fuerza: el 69 % de los hogares indígenas liderados por mujeres reportan preocupación por la falta de comida, así como el 61 % de los hogares afro y el 53 % de aquellos donde hay personas con discapacidad. El trabajo no remunerado sigue recayendo desproporcionadamente sobre ellas. Cerca del 50 % de las jefas de hogar afrodescendientes, indígenas o con discapacidad se dedican principalmente a los oficios del hogar, y menos de la mitad puede acceder a un empleo formal como actividad principal.

Aquí puede consultar el informe completo: https://www.fundacionwwbcolombia.org/wp-content/uploads/2025/07/Ser-mujer-madre-y-sosten-del-hogar-en-Colombia-una-ecuacion-desigual.pdf