Falleció el niño genio de la música, según Pacheco

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“Haber muerto me enseñó a vivir”, decía Cristhian Vega cuando hablaba sobre la vida.

En la década de los 80, Cristhian Vega era la estrella musical de la televisión. Tanto así que Fernando González Pacheco lo bautizó como “el niño genio de la música”.

Y es que el hombre dominaba las blancas y las negras a su antojo. Fue director del popular programa “Compre la Orquesta” y era el hombre de la música en los Café Concert en la Casa del Gordo, de Carlos “el gordo” Benjumea.

Tenía oficina en “Coestrellas”, la programadora de Pacheco y Benjumea y tenía club de fans en los estudios de grabación.

Alegre y dicharachero, siempre se vistió al estilo cachaco, con chaleco y calzonarias. Su padre era propietario de una cadena de ferreterías en Paloquemao.

Lo conocí por esa época cuando, dado su virtuosismo musical, trabajaba para Yamaha promocionando sus famosos teclados. Tuve el honor de ser el productor musical de su primer disco, para Discos Fans, empresa que teníamos con mi primo Humberto Ferreira, y que grabamos en el estudio Vega Estudios del hermano de Cristhian. Viajó a Japón representando a Colombia en el famoso Festival Yamaha, con una obra suya que ocupó primeros lugares.

Contaba con 22 años cuando dirigía la orquesta de veteranos músicos en los famosos programas de concursos “Dominguísimo” y “Cazadores de fortuna”. El éxito y la rumba lo llevaron a una vida desenfrenada, sufriendo un trágico accidente automovilístico que le produjo un infarto cerebral y lo postró en coma, dejándole medio cuerpo paralizado.

El accidente ocurrió en la Autopista Norte de Bogotá, cuando viajaba a gran velocidad. Un periodista dio la noticia, anunciando “la chiva” de la muerte del famoso director musical de la época.

“Fue un tipo estúpido que dijo “Murió Cristhian Vega”. Un periodista barato que me mató. De hecho, me morí tres o cuatro minutos y me vi viajando por un túnel de luz. Morir así, me enseñó a vivir”, comentaba Cristhian.

Años después fue a visitar al periodista que lo había matado. Fue en silla de ruedas para pedirle que le ayudara a conseguir trabajo. Comentaba Cristhian: “Le dije: ‘Tú me mataste en televisión y ahora yo necesito trabajar’. Y me respondió: ‘Tú eres un inválido, sufriste un ACV y ya no sirves para trabajar en ninguna parte, ni en televisión ni en nada’”.

Milagrosamente, y luego de permanecer un largo tiempo en silla de ruedas, Cristhian pudo levantarse y andar con muletas y, al poco tiempo con bastón, recuperó su movilidad y volvió a tocar el piano nuevamente.

Cristhian creó una terapia de música y humor, que aplicaba a adultos mayores y discapacitados de comunidades marginadas de Bogotá, a quienes visitaba periódicamente para ofrecerles su tratamiento. Era un humanista al servicio de los más débiles.

La vida te da sorpresas y uno de sus trabajos que consiguió para sobrevivir fue cantar y tocar en misas de difuntos. El 11 de febrero de 2014 estaba en una ceremonia cuando le dijeron que al frente de esa iglesia estaban velando a su amigo y maestro Fernando González Pacheco.

Cristhian realizó un hermoso arreglo orquestal del Himno de Colombia para el gobierno nacional, en el que incorporó 12 ritmos autóctonos. “Le hice arreglo a la música, pero no a la letra, esa no tiene arreglo”, decía.

Cristhian Vega dejó un libro inédito titulado “La vida es una nota”, que tenía proyectado publicar, así como varias producciones de música cristiana.

Honor y gloria al gran Cristhian Vega, un genio incomprendido de nuestra época.

“Lo mejor de la vida es perdonar. Perdonar es recordar con amor”: Cristhian Vega.

Por Óscar Javier Ferreira Vanegas