La creciente y peligrosa realidad de la violencia de género en el entorno digital 

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Deepfakes sexuales, sextorsión y amenazas online son solo algunas de las formas que adopta la violencia de género en internet, obligando a repensar las leyes, la educación digital y la protección de las mujeres en nuevos entornos.

  • Pau Crespo Donet, sociólogo, criminólogo y director de la Maestría Oficial en Intervención Interdisciplinar en Violencia de Género de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), perteneciente a la red de educación superior Planeta Formación y Universidades, analiza los factores detrás de esta problemática.

Bogotá, agosto de 2025 — Así como ha transformado la vida cotidiana, la digitalización también ha extendido la violencia de género a nuevos espacios virtuales. Según ONU Mujeres, el 73% de las mujeres en el mundo ha sufrido algún tipo de agresión online. En Colombia, la situación no es ajena: el 60% de las mujeres entre 18 y 40 años asegura haber sido víctima de acoso digital.

El Centro Cibernético de la Policía Nacional reportó en 2023 un total de 325 denuncias por ciberacoso, 62 por sextorsión y 972 por amenazas directas en redes sociales. Además, plataformas como WhatsApp (40%), Facebook (35,5%) e Instagram (31%) figuran como los principales escenarios de estos ataques. 

Estos datos demuestran que la violencia machista ha encontrado en la tecnología una vía más rápida y efectiva para reproducirse, recrudeciendo una problemática a la que hay que prestar atención.

«Las violencias que se han adaptado al entorno digital lo han hecho con una mayor capacidad de dañar a las víctimas ya que el entorno digital permite una frecuencia mucho mayor», explica Pau Crespo Donet, director de la Maestría Oficial en Intervención Interdisciplinar en Violencia de Género de la Universidad Internacional de Valencia – VIU, perteneciente a la red de educación superior Planeta Formación y Universidades.

Formas de agresión que evolucionan con la tecnología

En la violencia de género digital confluyen tanto agresiones tradicionales adaptadas al entorno online como nuevas expresiones de violencia exclusivamente digitales. El acoso a través de mensajes, correos o publicaciones se ha vuelto más constante y difícil de frenar, incrementando el daño psicológico a las víctimas.

Pero también surgen fenómenos inéditos, como la sextorsión, y la generación de deepfakes con contenido sexual.

«Han surgido violencias propias del entorno digital como por ejemplo la extorsión con la difusión a través del entorno digital de imágenes de carácter íntimo o sexual obtenidas de forma consentida o no consentida», detalla el docente de VIU. «Otro ejemplo de violencias contra las mujeres surgidas en el entorno digital es la generación de contenidos sexuales o pornográficos a través de las Inteligencias Artificiales con los rostros de mujeres y niñas reales».

Estas nuevas formas de agresión complican la capacidad de respuesta institucional y requieren estrategias de intervención más avanzadas, así como una capacitación por parte de las instituciones para poder reconocer y reaccionar a tiempo a estas nuevas formas de violencia.

La pornografía como factor que normaliza la violencia

Un aspecto poco discutido pero cada vez más relevante es el papel de la pornografía digital, que actúa como amplificador de actitudes y prácticas violentas contra las mujeres. 

«La pornografía actual se caracteriza por la cosificación sexual de las mujeres sometidas cada vez a prácticas sexuales más violentas y estos contenidos están al alcance de toda la población, tanto adultos como menores, advierte el experto en violencia de género, quien subraya que estos contenidos sexuales son actualmente la principal fuente de información afectivo-sexual de las generaciones más jóvenes.

Al estar al alcance de cualquier usuario, incluidos menores de edad, este tipo de contenidos refuerza la cosificación y la idea de que las mujeres son objetos sexuales sometidos a violencia extrema.

Lo anterior impacta la manera en que niños, adolescentes y adultos construyen relaciones interpersonales. Así, no solo se favorece la reproducción de estereotipos machistas, sino que incentiva comportamientos abusivos tanto en entornos virtuales como fuera de ellos.