La Lucha Ambientalista en Barranquilla

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POR MARÍA CORREA*

Lo primero que yo quiero destacar es que la causa ambientalista en Colombia ha tenido en el presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, un aguerrido doliente político largamente comprometido. Durante mucho tiempo, ha sido un defensor incansable en todos los escenarios y foros nacionales e internacionales, lo que le ha valido el aplauso de los colombianos y el reconocimiento a nivel mundial.

Al hacerlo, con la vehemencia con que lo ha hecho, el presidente Petro le ha otorgado también más voz y respaldo a los líderes y las lideresas ambientalistas, cuya actividad a varios y varias les ha costado la vida por las ráfagas asesinas provenientes de quienes odian estas causas. De ahí que ser ambientalista en este país se volvió un ejercicio peligroso lleno de riesgos y amenazas.

La lucha ambientalista no es simplemente un discurso, una prédica en abstracto, una consigna furibunda o una bandera desplegada. La lucha ambientalista tiene que ser algo concreto en cada territorio. Y en Barranquilla esa lucha hoy ha tomado cuerpo en forma de resistencia contra el urbanismo salvaje y depredador que agencia uno de los conglomerados empresariales más poderosos de Colombia, el Grupo Argos.

Oponerse hoy a ese urbanismo irrespetuoso de la naturaleza, de los valores ambientales, de lo verde, encarnado en el Grupo Argos, no solo es un deber ciudadano. Es la mejor manera de enarbolar con firmeza, desde la realidad concreta del territorio, el discurso, la visión y la política ambientalista del presidente Petro.

Si el imperativo climático del mundo actual es reducir el calentamiento por los gases de efecto invernadero, nosotros entonces no podemos esperar una Barranquilla en paz con la naturaleza con un grupo económico – ávido de ganancias como un tiburón enloquecido – que destruye sin piedad los últimos vestigios de bosque seco tropical que nos quedan junto con sus especies. Contemplar esa destrucción con indiferencia, sin indignarnos, sin levantar nuestra voz, sin movilizarnos con energía para impedirlo, es ser ambientalistas de palabra y de hecho espectadores pasivos del ecocidio.

La resistencia que varios actores de la sociedad civil le estamos haciendo a los proyectos urbanísticos del Grupo Argos es porque no vamos a tolerar que nuestros pulmones urbanos sean cegados por la maquinaria implacable de la codicia inmobiliaria.

Nuestra convocatoria, por tanto, es a que nos unamos en torno a la causa ambientalista asumiendo que eso implica defender el derecho a disfrutar una ciudad con amplios y generosos espacios verdes y no solo los pequeños parques de que hoy disponemos. No se trata de oponernos a las inatajables dinámicas del desarrollo urbano y de la expansión habitacional. Se trata de asumir la irrenunciable defensa de un urbanismo equilibrado donde la calidad de vida de los ciudadanos sea nuestra bandera bien en alto. Por una Barranquilla así tenemos que luchar todos y todas.

Maria esther correa vasquez. Abogada. Esp.en Alta gerencia en economía pública. Maestrante en Paz Desarrollo y Ciudadanía.