La motivación es un asunto individual. Si bien la ciencia ha descubierto cura para muchos males, uno de ellos: la apatía, la indiferencia, que es una falta de motivación para actuar, permanece incurable.
Las personas desmotivadas no se mueven. Se dejan apabullar por las circunstancias. Buscan excusas para no hacer y no actuar. Todo se complica.
Pero, la motivación, aunque sea individual, es muy contagiosa. Y las crisis suelen desatarlas para resolverlas.
Contrario a lo que dicen sus detractores, las revocatorias son un buen mecanismo, por demás constitucional (Artículo 103 de la Constitución política), totalmente democrático, que existe en nuestra República, y que implica un freno de urgencia ante malas administraciones locales, mandatarios abusivos, o malhechores, como los que hemos visto en varias ciudades importantes que han quedado destruidas o saqueadas…
Como en la película de moda, “Encanto”, nuestra casa y nuestro ánimo está desencantado, quebrado, y la casa de todos se está rompiendo. Las suertes políticas que ha sufrido la capital, e incluso la misma Colombia en sus diversas ciudades, han provocado rechazo, junto a una sospecha a priori sobre todos los temas políticos.
El creciente menoscabo de los derechos y las libertades civiles conculcadas por algunos autoritarios políticos locales, muestran que muchos de ellos son de todo, menos servidores públicos.
Fruto de esa realidad no se cree ahora en los políticos o en la política. Ya no hay estadistas, y el sinónimo de “político” es la palabra “corrupto” hoy en día. Los únicos beneficiarios de ello son los malvados, quienes, al no tener ningún contrapeso hacen y deshacen con los recursos nuestros, de todos.
Sin embargo, los impulsores de las revocatorias, curiosamente, somos apolíticos. La razón es simple: situaciones de vida o muerte, amenaza de pérdida de la democracia, o de una economía libre, han producido en nosotros una motivación.
Los homicidios catapultados por una inusitada inseguridad, llegaron a contar 1126 muertos en Bogotá, solo en 2021, lo que es peor que muchas masacres de la guerra superada, y tan solo en un año. Bogotá está masacrada por la negligencia.
La Ciudad del caos, en que la actual alcaldesa ha convertido a la Atenas Suramericana, ve como igualmente colapsa la estructura de transporte público, y ahora el gobierno local emprende una guerra contra el automóvil privado –que es el que menos contamina y más ayuda a la economía de la ciudad, a los enfermos, a los ancianos, a los niños, a los débiles, que no pueden montar en cicla-.
Un millar largo de muertos asesinados en un año… Pero la muerte por causas naturales también se disparó. La mal manejada crisis pandémica le ha costado la vida a más de 20.000 personas en Bogotá y ha obstruido la atención en los sistemas de salud para fines normales.
La alcaldía, en el colmo de los absurdos, de cara a ese panorama crítico, optó por pelear contra el gobierno nacional, la policía, o cualquier tercero acusado para ocultar su propia responsabilidad.
Nuestra capital está fea, sus paredes –en cualquier estrato, lucen rayadas y deterioradas, oscuras, apocalípticas- buena parte de la infraestructura urbana se ha dañado sin contención, la han destruido hasta para tirar “piedra”.
Los huecos provocan caídas, roturas de vehículos, fracturados, accidentes y muertes. Pese a lo anterior y a haber tenido la ciudad vacía durante los confinamientos, poco es el mantenimiento de la malla vial, y hasta los diversos puentes de vehículos, o de peatones, están rotos, o rompiéndose. ¿La reacción? Pinturitas.
¿Nada de eso les afecta, queridos lectores? ¿Acaso tales fallas de administración sólo afectan a los políticos mediocres que acusan sus culpas a otros, como niños pendencieros en recreo? Ese asunto que no parece, suyo o mío, nos afecta a TODOS.
Tras una pandemia deficientemente atendida en la ciudad, no hay una economía fácil. Las deudas se han acumulado. Mantenerse es difícil. La escasez y carestía detonada por los paros y asonadas sin control, complicaron más las cosas. Lo entiendo. Vivo lo que usted vive. Me duele su dolor.
Pero ante los problemas sólo sirven las acciones para hallar una solución. De nada sirve la queja. Han pasado 2 años en que la ciudad ha estado abandonada y semidestruida. A la alcaldía le quedan 2 años más que pueden significar más muertos, mayor desesperación, menos calidad de vida.
Colaboremos con la revocatoria en Bogotá tras el excelente ejemplo de Medellín. Los malos administradores no pueden seguir a sus anchas. ¡Es hora de sentar un precedente y comenzar a hacer las cosas bien, como un solidario pueblo unido!
Por Ricardo Roa Castellanos, PhD. Académico