Por Alfonso De La Cruz Martinez
La falta de inversión en procesos culturales y de conservación del patrimonio en Barranquilla y el Atlántico no es solo un problema de identidad cultural, sino también una oportunidad económica desaprovechada.
Un ejemplo reciente y simbólico de esta problemática fue la imposibilidad de sacar en procesión la imagen de la Dolorosa en Barranquilla, imagen traída de España y donada hace más de 100 años por la Asociación de Madres Católicas. Este caso es solo la punta del iceberg de una situación más compleja que afecta al arte y a la arquitectura histórico-religiosa de la ciudad y los municipios del Atlántico. Es innegable que la historia de este territorio pasa necesariamente por la construcción de varios templos católicos, lo que permite establecer que estos escenarios han dejado de tener solo un componente religioso y son ahora elementos históricos y culturales, patrimonio de la sociedad.
La inversión en el patrimonio cultural y religioso no debe verse solo como un gasto, sino como una inversión estratégica que puede generar beneficios económicos significativos. Las experiencias de ciudades como Popayán y Málaga, donde las celebraciones de Semana Santa dinamizan la economía local, deben servir de inspiración. Aunque el carácter de los eventos pueda ser diferente, el potencial para el desarrollo económico y turístico a través de la cultura y la religión es universal.
Un argumento común contra la inversión pública en patrimonio religioso es la preocupación por mantener la separación entre el Estado y las instituciones religiosas. Sin embargo, la financiación y promoción de la conservación del patrimonio y la cultura pueden y deben realizarse respetando el principio de laicidad del Estado. El objetivo es valorar estos elementos como parte de la herencia cultural y la identidad colectiva, más allá de sus connotaciones religiosas, y aprovechar su potencial para el desarrollo turístico y económico.
La solución a la falta de inversión en el patrimonio cultural y religioso de Barranquilla y el Atlántico requiere un esfuerzo colaborativo entre el sector público y el privado. Las asociaciones público-privadas pueden jugar un papel crucial en la financiación de proyectos de restauración y promoción cultural, generando a su vez oportunidades económicas para la región.
Pudiéramos así crear un fondo de conservación del patrimonio cultural y religioso: Este fondo puede financiarse con aportes públicos, privados y de donaciones internacionales, destinado específicamente a la restauración y mantenimiento de obras de arte y edificios históricos.
También podemos desarrollar programas de turismo cultural: Aprovechar el patrimonio cultural y religioso para diseñar rutas turísticas que atraigan visitantes nacionales e internacionales, generando ingresos y empleo.
Es importante plantearse establecer incentivos fiscales para empresas que apoyen la cultura: Fomentar la inversión privada en proyectos culturales mediante beneficios fiscales puede ser un aliciente para las empresas locales y también para la generación y sostenimiento de procesos culturales. Lo mismo que invertir en campañas de marketing para promover el patrimonio cultural y religioso de Barranquilla y el Atlántico como destinos turísticos únicos.
En conclusión, la inversión en el patrimonio cultural y religioso de Barranquilla y el Atlántico es esencial no solo para preservar la identidad cultural de la región, sino también como estrategia económica para dinamizar la economía local. A través de un enfoque colaborativo y respetuoso del principio de laicidad, es posible transformar el patrimonio cultural y religioso en un motor de desarrollo y prosperidad.