Verano Perdió el Año: primeros 12 meses son un desastre

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Por Alfonso De La Cruz Martínez

Por mucho tiempo, Eduardo Verano De la Rosa ha sido una figura política asociada con el progreso en el Atlántico. Su regreso a la Gobernación generó expectativas altas, sustentadas en su trayectoria y ambiciosos planes. Sin embargo, al terminar su primer año en este nuevo periodo, la realidad dista mucho de las promesas que llenaron los discursos de campaña.

Uno de los puntos más críticos ha sido la seguridad. El departamento enfrenta un aumento alarmante en la violencia, con un número preocupante de homicidios y feminicidios. A esto se suma el crecimiento de las extorsiones que afecta directamente a los comerciantes y ciudadanos, quienes trabajan bajo la sombra del temor. Aunque las estrategias de seguridad se anuncian constantemente, los resultados concretos son esquivos.

Si hay algo que caracterizó los planes de Verano, fue su énfasis en la infraestructura. Pero las demoras en proyectos claves, como la ampliación del corredor universitario, evidencian que la ejecución no ha estado a la altura de las expectativas. Por otro lado, el acceso al agua potable, un problema crónico en municipios de todo el departamento, sigue siendo una deuda histórica. ¿Cuántos años más tendrán que esperar estas comunidades para recibir un servicio esencial?

El deterioro de la infraestructura física de las instituciones educativas es otro síntoma del estancamiento en la administración departamental. Muchos colegios siguen sin las condiciones adecuadas para garantizar un entorno seguro y propicio para el aprendizaje. Esto, en un departamento que debería apostar por una juventud empoderada, resulta inaceptable.

Mientras Barranquilla proyecta una imagen de progreso y prosperidad, los índices de informalidad laboral en el Atlántico pintan un panorama diferente. Miles de personas luchan por subsistir en empleos precarios y sin garantías. Hasta ahora, las políticas económicas de la Gobernación no han logrado generar un impacto significativo en la calidad de vida de los atlanticenses.

Más allá de los problemas puntuales, lo que se percibe es una administración desconectada de las verdaderas necesidades del Atlántico. Los secretarios de despacho parecen estar más ocupados en seguir una agenda política que en resolver las inquietudes ciudadanas. Esto, combinado con una comunicación poco efectiva, ha generado descontento y desconfianza en las comunidades.

El primer año de gobierno debería marcar el ritmo de la administración. Lamentablemente, lo que hemos visto hasta ahora es una mezcla de ineficiencia y lentitud, con un liderazgo que parece más preocupado por el discurso que por los resultados. Eduardo Verano aún tiene tiempo para cambiar el rumbo, pero para lograrlo deberá enfrentar estas críticas con acciones concretas y soluciones reales.

La paciencia de los atlanticenses no es infinita, y la historia no será indulgente con los líderes que desperdicien la oportunidad de transformar sus territorios.