Por José Orellano
El turno de la escritura del acta de otro encuentro de periodistas enamorados de la vida y obra de Esthercita Forero me corresponde.
A esta cita llegué de primero y, en el sitio que ya es como nuestra oficina alterna de gratis, busqué una mesa de cinco puestos porque, esta vez, ese debía ser el número de concurrentes. El WhatsApp, sin embargo, se encargó de cambiar el rumbo de lo que pensaba.
“Estoy por otro lado, desafortunadamente, con un problema ni el hijuemadre en la página y creí que la reunión era mañana. Mil excusas”, me respondieron al chat-recordatorio que minutos antes había escrito: “Buen día, bendiciones”, había dicho. “10 a.m., Éxito-Unicentro. Ya me preparo. Abrazo”, agregué.
Días antes, al trío Guillermo Romero Salamanca, Jorge Medina Rendón y José Orellano le había llegado un mensaje referente a la crónica El feliz encuentro mensual de 3 periodistas enamorados de la misma mujer, escrita por Guillermo Romero Salamanca y publicada en los medios web ‘Orbe Datos’, ‘PRI’, ‘Primicia Diario’, ‘Revista Corrientes’, ‘La Gran Noticia’, ‘Pantallazos Noticias’ y ‘El Muelle Caribe’:
“Excelente reunión de ‘los tres periodistas y caballeros’. Denme la fecha de la próxima reunión para asistir. Gracias, les dice ‘El Mono’ Alberto Suárez. Invito a Orlando Gamboa, cachaco, viejo amigo de El Tiempo”.
Llegué de primero, ya lo dije. Me había levantado en busca de café y, poco después, mientras me disponía —tinto en mano— a volver a la mesa redonda previamente escogida para congregar a cinco contertulios, distinguí un rostro con cachucha alusiva al Junior cuya mirada se clavaba en mí, como la mía en su ojos. Me le acerqué:
—¿Alberto? —dije en un audio muy bajito.
Asentimiento de cabeza. Estrechón de manos. Emoción y abrazos por el reencuentro de amigos —físicamente cambiados— que no nos veíamos desde hace más de 40 años. Seguidamente, nos encaminamos hacia la mesa seleccionada.
Se trata de Alberto Suárez, hombre del espectáculo colombiano desde siempre, que comenzó su carrera por Discos Tropical de Barranquilla, pasó por la gerencia de producción de Discos CBS —hoy Sony Music—, más tarde por la dirección de Radio Olímpica Stereo en Bogotá y por Caracol, y ahora: viudo y retirado a sus cuarteles de invierno… Con todo ese recorrido, ha de explayarse en conversa como una enciclopedia hablada, desde el afluente inagotable de una memoria envidiable.
Una memoria prodigiosa por la cual han de pasar, en continua seguidilla —como si el asunto fuera de hoy—, momentos con imágenes de infinidad de cantantes nacionales y extranjeros a los que impulsó desde su cargo en CBS; verbigracia: Claudia de Colombia, Diomedes Díaz, Jorge Oñate, José Luis Perales, Vicente Fernández, ‘El Puma’ José Luis Rodríguez, Roberto Carlos… y pare de contar, que el listado es extenso.
Son las 10:15 de la mañana y a esta hora llega Guillermo. El asunto se pone bueno. “Mesa para cinco… así se titulará la próxima crónica”, se había insinuado en un chateo entre Guillermo y Alberto. Pero no: la mesa termina siendo, por hoy, solo para tres. Jorge no puede asistir y Gamboa tampoco. En esta ocasión, para Jorge era primero la solución del problema que afrontaba ‘La Gran Noticia’. La excusa por su ausencia no puede ser más valedera.
—Por ahora, pues, seremos cuatro enamorados de una misma mujer, aunque hoy esté ausente el dueño de la idea que nos congrega —digo, al tiempo que Guillermo pone sobre la mesa la primera tanda de tintos.
«Sí, cuatro enamorados de la grandeza de ‘La caminadora’, como le decían a Esthercita por su decisión de salir de Barranquilla e irse con su música a recorrer mundo», anota Alberto, quien ha de terminar convertido en fuente de primera mano sobre infinidad de detalles de la vida de la cantautora barranquillera, como barranquillero es el autor de la presente acta, lo mismo que el cuarto sumado, Alberto.
«Esthercita era llave de mi tía Zoila Suárez y de Carmencita Pernett. Juntas recorrieron América del Sur y algunas ciudades de Estados Unidos, hasta cuando se separaron y mi tía se fue a Panamá, Carmencita a México y Esthercita retornó a su Barranquilla como si estuviera dándole sentido a una de sus icónicas canciones: ‘Volvió Juanita’», agrega Alberto.
Se degustan los tintos —excelente calidad a precio módico esta bebida negra en la cafetería de Éxito-Unicentro—, se habla con ganas y acordamos que, para el propósito que nos ha vuelto ‘cuarteto enamorado de una misma mujer’, programemos una reunión en sitio de poca concurrencia y de escaso ruido, para grabar nítida la voz contante de todo cuanto Alberto tiene guardado sobre ‘La novia de Barranquilla’, a fin de que, después, en la solitariedad escritora frente al ordenador, se ordene con fidelidad lo que él ha de contarnos.
Por ejemplo, en esta tertulia sin metodología surge el tema de ‘La Guacherna’ y la aseveración de Alberto de que, de acuerdo con lo que le contó Esthercita, su origen genuino es cubano.
«Esthercita me dijo que lo copió de una manifestación folclórica, del puro pueblo, en Cuba, a donde había ido de gira artística», señala Alberto Suárez. «Lo asoció con aquellos desfiles nocturnos previos a los cuatro días del Carnaval de Barranquilla y que se denominaban ‘asalto’ porque llegaban de improviso a cualquier residencia. Lo propuso a los organizadores de la fiesta barranquillera y, tras varios intentos, se incorporó a la programación del Carnaval en pretemporada. “Traje la idea de lo que hacían en Cuba”, me dijo ‘La caminadora’».
Después vino la canción que, tras un par de interpretaciones —una nacional, la otra extranjera—, llegó a la voz de la dominicana Milly Quezada y, en aire de merengue, se internacionalizó y se volvió un éxito sin precedentes.
Hoy día, ‘La Guacherna’ como evento es —después de la coronación de la Reina y el Rey Momo— un significativo desfile del precarnaval: disfraces, tamboras, otros grupos musicales, mucha cumbia, más música, mujeres divinas, varones rumberos, diversidad de géneros, faroles… un alegre desorden muy bien organizado. Y ese fue siempre el espíritu de Esthercita Forero.
Guillermo recuerda entonces que la interpretación nacional de ‘La Guacherna’ la hizo Gabriel ‘Rumba’ Romero, cuyo apellido paterno es Suárez y es hermano de Alberto. Se aprovecha el momento para que Orellano cuente que, en alguna ocasión, en medio del exitazo alcanzado por ‘La piragua’ de José Barros en el peculiar estilo de ‘Rumba’, este lo invitó a que se fuera a vivir a Medellín para asumir la jefatura de prensa del cantante, pero Orellano —entonces jefe de redacción y ‘el chacho’ del periodismo de farándula en El Heraldo— declinó el ofrecimiento… Ah, ofrecimiento, palabra que tiene como sinónimo el arcaico pero bello vocablo ‘convitación’, con mucho sabor literario.
Habían de ser dos horas de deliciosa conversa, la cual nos lleva a recuperar el término ‘Ventú’, vigente para aquellos años de Esthercita en plena efervescencia musical y quien, en ocasiones, armaba, a dedo, bajo la modalidad ‘Ventú’, un grupo musical para que la acompañara en presentaciones privadas: “Ven tú, pianista”… “Ven tú, bajo”… “Ven tú, guitarrista”… “Ven tú, clave”… “Ven tú, corista”… —¡el famoso ‘Ventú’!— y listo el grupo musical acompañante para la expositora de música tropical más querida en aquellos tiempos, ahora y…
Estando en esas, recordando la calle 37 con carrera 41 de Barranquilla —por donde quedaba el Ley del Centro, después, ahora, Éxito—, se evoca una de las grabaciones de Esthercita con la orquesta de Pacho Galán: ‘Luna barranquillera’. Para entonces, en ese entorno físico para la conjugación frecuente del ‘Ventú’, la orquesta de Pacho Galán tenía sus oficinas.

Sin profundizar en lo que viene, se comenta sobre el impacto emocional que padeció la cantautora cuando, primero, asesinaron a su hijo Iván, 1968, y, años más tarde, 1996, a su nieto Marcos, hijo del finado Iván. Y estando en estas, Orellano toca el tiempo de aquel serio apretujón económico que padeció ‘La novia de Barranquilla’ —en aquellos tiempos eran muy cercanos—, cuando aún residía en una humilde casita de la calle 41 entre carreras 46 y 50, cerca del Barrio Abajo, en el Centro de Barranquilla. Apretujón propiciado por algunas avivatadas de empresarios y productores contra el patrimonio de Esther, caso ‘La Guacherna’, que poca regalía —si no ninguna— concedió a su autora. Para aquellos momentos, el extinto Instituto de Crédito Territorial, ICT, le hizo entrega a tan destacada estrella del firmamento musical colombiano de las escrituras y las llaves de una vivienda digna, para que, con su familia, Esthercita la usufructuara sin costos, en la urbanización El Silencio de Barranquilla.
«Esthercita era muy buena amiga de Mike Char», dice Alberto, a quien la cantautora llamaba ‘Gordo’. «Y algún día de esos, en procura de reivindicar económicamente a ‘La caminante’, se concertó una reunión en la oficina de Mike con el promotor discográfico Marco García, propietario del sello disquero Algar Récords —‘Guaguancó de mi tierra’, la navidad de antaño—, Esthercita y yo; reunión a la cual también se invitó a Luis Altamiranda. Esthercita firmó con Algar y ahí comenzó una segunda historia de la vida de Esther Forero, ‘La novia de Barranquilla’».
Segunda historia, que quizás sean otras historias, muchas más nuevas historias que ha de contarnos Alberto Suárez para saciar nuestra sed de saborear, gota a gota, el torrente de detalles vívidos y vividos de la vida y obra de ‘La eterna novia de Barranquilla’…
PD: A raíz de la publicación en El Muelle Caribe de la crónica ‘El feliz encuentro mensual de 3 periodistas enamorados de la misma mujer’, de la autoría de Guillermo Romero Salamanca, el periodista, presentador de radio y televisión barranquillero Edgardo Caballero Gutiérrez me envió el contenido de una publicación web del comunicador social y periodista Roberto Tico Rosanía, también de la tierra, reclamando, porque “se lo merece”, una mejor estatua para Esthercita Forero y un mejor lugar de Barranquilla para empotrarla. Tal envío incluye foto de la actual estatua y del rostro risueño de Esthercita.
La estatua a Esthercita Forero, un tema que no se nos ha escapado durante el discurrir de nuestros ya clásicos tertuliaderos en la cafetería de Éxito —o en cualquier otra—, arrogándonos el derecho de pensar en voz alta y manifestar que la esquina de la calle 74 con carrera 42F, en inmediaciones de una estación de gasolina, en el barrio El Porvenir, es el sitio menos adecuado para una talla-homenaje a la cantautora. Que una escultura bien concebida en honor a la vida y obra de ‘La novia de Barranquilla’ debe estar a la altura —si no más elevada— de las estatuas de Shakira o de Sofía Vergara en ‘El Malecón del Río’.
“Como barranquillero que soy, lanzo mi grito de protesta porque, con todo el respeto, esa escultura es un mamarracho, es horrible… Y para que La Novia de Barranquilla, Esther Forero, reciba el mejor homenaje de la ciudad, primero tiene que ser en una zona como el Gran Malecón del Río, pero tienen que hacer una escultura más artística y despampanante, porque la escultura a un personaje como Esthercita tiene que ser inmensa, del tamaño de su legado musical que le dejó a nuestra amada ciudad”, dice Rosanía, coincidiendo con el pensar de cuatro periodistas en Bogotá, enamorados de la vida y obra de Esthercita Forero.