“Mi vagina tiene que respirar”: mujeres mormonas hablan sobre ropa interior sagrada

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Sasha Piton, de 33 años, ha pedido a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que fabrique prendas del templo más transpirables y cómodas para sus miembros. (Kim Raff para The New York Times)

Sasha Piton estaba de excursión cerca de su casa en Idaho Falls, Idaho, cuando se dio cuenta de que algo andaba mal. La caminata era de solo unos pocos kilómetros, y no era extenuante, pero un sarpullido se extendía a lo largo del pliegue sobre su muslo.

Piton identificó rápidamente la causa. Al igual que muchos integrantes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, viste casi siempre un conjunto blanco de dos piezas de ropa sagrada del templo, que funcionan como ropa interior.

Después de otra dolorosa caminata, Piton dejó de usar las prendas a regañadientes cuando hacía ejercicio y ocasionalmente se las quitaba durante la noche. Ambos cambios le parecieron significativos, ya que históricamente se ha animado a los miembros de la iglesia a llevar las prendas “noche y día”. Pero simplemente eran demasiado incómodas.

Y no se detuvo ahí. El mes pasado, Piton publicó varias alegres súplicas muy directas en Instagram, donde habla de la cultura de la iglesia con la cuenta @themormonhippie. “En serio queremos tela suave como la mantequilla”, dijo, dirigiendo sus comentarios a Russell M. Nelson el presidente de la iglesia de 96 años. “Mi vagina tiene que respirar”.

Y Piton animó a sus 17.100 seguidores a enviar un correo electrónico a la iglesia sobre sus propias experiencias.

Piton, de 33 años, se había enfrentado a un problema familiar que pocas mujeres de la iglesia se atrevían a discutir públicamente. Sus publicaciones en redes sociales atrajeron miles de comentarios y mensajes privados, en los que las mujeres expresaban sus frustraciones con la ropa sagrada: dobladillos que pican, costuras amontonadas, pretinas que lastiman e incluso infecciones crónicas por hongos causadas por tela que no respira.

“Es sagrada”, escribió alguien en los comentarios. “Pero sigue siendo ropa interior de hecho”.

Las prendas del templo se remontan a los orígenes de la iglesia en el siglo XIX y simbolizan el compromiso del portador con la fe, algo parecido a lo que sucede con las prendas religiosas de muchas otras tradiciones religiosas. Los Santos de los Últimos Días adultos las llevan después de su “investidura en el templo”, un ritual privado de membresía que suele tener lugar antes del servicio misionero o del matrimonio. La iglesia controla el diseño y el proceso de fabricación de las prendas, y las vende en todo el mundo a precios bajos.

La mayoría de los miembros activos de la iglesia, incluidos los jóvenes, se toman en serio la exhortación a llevarlas con la mayor frecuencia posible. En una encuesta realizada en 2016 a 1,100 miembros de los Santos de los Últimos Días, solo el 14 por ciento de los miembros milleniales de la iglesia dijeron que creían que era aceptable quitarse las prendas si se sentían incómodos.

Un portavoz de la iglesia declinó una solicitud de entrevista y se negó a responder a una lista de preguntas detalladas, en su lugar envió un enlace a un breve video sobre las prendas producido por la iglesia.

Sasha Piton, de 33 años, ha pedido a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que fabrique prendas del templo más transpirables y cómodas para sus miembros. (Kim Raff para The New York Times)
Sasha Piton, de 33 años, ha pedido a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que fabrique prendas del templo más transpirables y cómodas para sus miembros. (Kim Raff para The New York Times)

Sasha Piton estaba de excursión cerca de su casa en Idaho Falls, Idaho, cuando se dio cuenta de que algo andaba mal. La caminata era de solo unos pocos kilómetros, y no era extenuante, pero un sarpullido se extendía a lo largo del pliegue sobre su muslo.

Piton identificó rápidamente la causa. Al igual que muchos integrantes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, viste casi siempre un conjunto blanco de dos piezas de ropa sagrada del templo, que funcionan como ropa interior.

Después de otra dolorosa caminata, Piton dejó de usar las prendas a regañadientes cuando hacía ejercicio y ocasionalmente se las quitaba durante la noche. Ambos cambios le parecieron significativos, ya que históricamente se ha animado a los miembros de la iglesia a llevar las prendas “noche y día”. Pero simplemente eran demasiado incómodas.

Y no se detuvo ahí. El mes pasado, Piton publicó varias alegres súplicas muy directas en Instagram, donde habla de la cultura de la iglesia con la cuenta @themormonhippie. “En serio queremos tela suave como la mantequilla”, dijo, dirigiendo sus comentarios a Russell M. Nelson el presidente de la iglesia de 96 años. “Mi vagina tiene que respirar”.

Y Piton animó a sus 17.100 seguidores a enviar un correo electrónico a la iglesia sobre sus propias experiencias.

Piton, de 33 años, se había enfrentado a un problema familiar que pocas mujeres de la iglesia se atrevían a discutir públicamente. Sus publicaciones en redes sociales atrajeron miles de comentarios y mensajes privados, en los que las mujeres expresaban sus frustraciones con la ropa sagrada: dobladillos que pican, costuras amontonadas, pretinas que lastiman e incluso infecciones crónicas por hongos causadas por tela que no respira.

“Es sagrada”, escribió alguien en los comentarios. “Pero sigue siendo ropa interior de hecho”.

Las prendas del templo se remontan a los orígenes de la iglesia en el siglo XIX y simbolizan el compromiso del portador con la fe, algo parecido a lo que sucede con las prendas religiosas de muchas otras tradiciones religiosas. Los Santos de los Últimos Días adultos las llevan después de su “investidura en el templo”, un ritual privado de membresía que suele tener lugar antes del servicio misionero o del matrimonio. La iglesia controla el diseño y el proceso de fabricación de las prendas, y las vende en todo el mundo a precios bajos.

La mayoría de los miembros activos de la iglesia, incluidos los jóvenes, se toman en serio la exhortación a llevarlas con la mayor frecuencia posible. En una encuesta realizada en 2016 a 1,100 miembros de los Santos de los Últimos Días, solo el 14 por ciento de los miembros milleniales de la iglesia dijeron que creían que era aceptable quitarse las prendas si se sentían incómodos.

Un portavoz de la iglesia declinó una solicitud de entrevista y se negó a responder a una lista de preguntas detalladas, en su lugar envió un enlace a un breve video sobre las prendas producido por la iglesia.

La mayoría de los tejidos disponibles para las prendas del templo son sintéticos. “Si se trata de optimizar la salud ginecológica de alguien, no es recomendable”, dijo Kellie Woodfield, una ginecóloga-obstetra de Utah que es integrante de la iglesia. La opción hecha de algodón es más transpirable, dijo, pero ajustada y significativamente más gruesa.

Woodfield, que usó las prendas durante la mayor parte de su vida adulta, dijo que la conversación en torno a las prendas era indicativa de las luchas más amplias en torno a las cuestiones de la mujer en una tradición liderada por los hombres. Aunque las mujeres se sienten cada vez más envalentonadas para hablar en las redes sociales, a menudo se frustran por lo que describen como falta de transparencia y empatía. “La respuesta de la iglesia a este movimiento es una prueba de fuego muy interesante para saber hasta qué punto está empezando a confiar en las mujeres”, dijo Woodfield.

En los primeros años de la iglesia, los hombres y las mujeres llevaban el mismo modelo, un diseño que fue “revelado desde el cielo”, como escribió un líder de la iglesia de principios del siglo XX. Pero desde entonces la iglesia ha modificado sus diseños varias veces, incluyendo el recorte de las mangas y los pantalones, y la ampliación del número de estilos y opciones de tejido. (En los años 50, la iglesia pidió ayuda a la conocida diseñadora de trajes de baño Rose Marie Reid). Ahora, una opción común consiste en una camiseta, con manga de gorra para las mujeres, y pantalones hasta la rodilla. Cada pieza está sutilmente marcada con símbolos sagrados.

Mientras esperan más mejoras en el diseño, los miembros de la iglesia comparten trucos para mitigar la incomodidad. Algunos dan la vuelta a sus prendas para aliviar la presión de las costuras que pican. Otros han cortado las etiquetas que pican o recortan la tela de la entrepierna para que transpire. Y muchas mujeres llevan calzones tradicionales bajo sus prendas durante la menstruación, ya que las partes inferiores son incompatibles con las toallas sanitarias y los protectores diarios.

En Idaho. Piton marcó los elementos de su lista de deseos en el reciente video en Instagram: “Suave como la mantequilla, sin costuras, pretina gruesa que no me corte el bazo, tejido transpirable”.

Aunque se divierte con su campaña, Piton se toma en serio por qué le importa. Se convirtió a la fe hace una década y se sintió profundamente conmovida por el ritual de investidura en el templo, que incluye ponerse las prendas por primera vez y recibir una bendición específica para el cuerpo.

En ese momento, “sentí esta conexión divina con mi cuerpo”, dijo. “En un mundo en el que toda mi vida, siendo una mujer de talla más grande, me han dicho que mi cuerpo debería ser diferente”, recibir una bendición centrada en la fuerza y la santidad de su cuerpo fue una experiencia conmovedora, comentó.

Sasha Piton (Kim Raff para The New York Times)
Sasha Piton (Kim Raff para The New York Times)

No todo el mundo está apegado a la idea de conservar las prendas. Lindsay Pérez, de 24 años, que vive en Salt Lake City, solía sufrir persistentes infecciones del tracto urinario que, según ella, empeoraban por sus prendas. Ahora se las quita por la noche y después de ducharse.

Si pudiera elegir, dijo, preferiría llevar un collar con una cruz, o un anillo —popular entre los miembros jóvenes de la iglesia— con las letras CTR, una referencia al lema “Choose the Right” (Elige lo correcto), un recordatorio para tomar decisiones éticas. “Hay tantas formas distintas de recordarme a mí misma lo que he prometido”, dijo Pérez. “No necesito que sea a través de mi ropa interior”.

En los grupos privados de Facebook para mujeres de la iglesia, dijo, las prendas son un tema constante de discusión; hay algunas mujeres que esperan mejoras y con otras que las defienden tal como son. Pero pocas se sienten cómodas con ir con los líderes masculinos para hablar de fluidos corporales, infecciones e intimidad sexual.

“La gente tiene miedo de ser brutalmente honesta, de decir: ‘Esto no me funciona. No me acerca a Cristo, me provoca infecciones urinarias’”, dijo Pérez.

El debate abierto también es espinoso porque las prendas son blanco frecuente de las burlas de personas ajenas a la iglesia. Cuando Mitt Romney, miembro de la iglesia, se presentó a la presidencia en 2012, algunos conocidos comentaristas se burlaron de él por llevar “ropa interior mágica”.

Ese tipo de burla es “sumamente dolorosa”, dijo Jana Riess, columnista principal de Religion News Service que escribe sobre la iglesia y que realizó la encuesta de 2016 con un colega.

Resulta especialmente hiriente porque las prendas simbolizan una profunda conexión espiritual con Dios. “Una de las cosas más hermosas de ellas es que son ropa interior”, dijo Riess. “Expresa mi creencia de que no hay ninguna parte de mi desordenada humanidad que no sea querida por Dios”.

Riess celebró cuando la iglesia retocó sus diseños de ropa interior en 2018, al añadir paneles laterales de malla, y axilas menos constrictivas, por ejemplo. Pero no le sorprende que las mujeres más jóvenes pidan ahora más. “Los jóvenes han sido educados con muchas opciones”, dijo, “y es algo de lo que no se desprenden cuando vienen a la iglesia”.

El manual oficial de la iglesia solo incluye unos pocos párrafos sobre las prendas. Muchas prácticas en torno a ellas se transmiten dentro de las familias y circulan entre los amigos. Algunas familias ponen las prendas en la lavadora con el resto de la ropa, por ejemplo, mientras que otras las mantienen separadas.

Afton Southam Parker, madre de cinco hijos y criada en la iglesia, ha vivido en Uganda y Tailandia, donde las prendas resultan especialmente asfixiantes con el calor. En conversaciones furtivas con otras mujeres, se dio cuenta de que no estaba sola. “Todo el mundo con el que hablé tenía algún tipo de sarpullido o infección”, dijo.

La palabra que escuchaba una y otra vez de las mujeres era “asfixia”.

Parker se propuso como misión conseguir que los líderes de la iglesia produjeran prendas que se ajustaran y se sintieran mejor. Se dirigió a un líder de la iglesia después de una charla, y escribió a cualquiera que pensara que podía ayudar. Cuando un diseñador de la iglesia aceptó finalmente reunirse con ella el año pasado, le mostró 34 diapositivas de PowerPoint que explicaban los numerosos problemas que las prendas planteaban para las mujeres.

El resultado inicial fue desalentador, aunque recientemente se sintió animada cuando el equipo de diseño de la iglesia le pidió más información. “Estás hablando de toallas sanitarias y gore”, recuerda que respondió el hombre al principio, refiriéndose a la sangre. La implicación era que esos temas terrenales eran inapropiados para las discusiones de asuntos sagrados.

“Es de una magnitud mayor de la que la iglesia tiene idea”, dijo Parker. “O te metes en el negocio de la ropa interior o te vas”.

Yahoo Noticias Por Ruth Graham The New York Times

Ruth Graham es una corresponsal nacional que cubre temas de religión, fe y valores. Antes reportaba sobre religión para Slate. @publicroad