¡No llegaremos a la tarde sin pasar por el medio día!
TROPIEZOS DE LA LEY
Se cumplen 20 años de la sanción de la Ley 693 del 19 de septiembre de 2001, de mi autoría, mediante la cual se decretó la obligación de mezclar un porcentaje de etanol con la gasolina – motor en todo el territorio nacional, ocasión propicia para volver sobre los antecedentes, la motivación y los beneficios que le ha venido reportando al país su puesta en marcha a partir del año 2005. Desde entonces no hemos hecho más que ejercer la paternidad responsable de la Ley, lo cual me llevó a ser uno de los fundadores de la Federación Nacional de Biocombustibles y a integrar su Junta directiva, sin tener siquiera una mata de caña o una palma sembradas.
No fue fácil abrirle camino a esta ley, que tropezó con la oposición del Gobierno de Andrés Pastrana y luego, como no pudo impedir la aprobación del proyecto por parte del Congreso de la República, la objetó tanto por razones de “inconveniencia” nunca sustentadas, negadas por el Congreso y por una supuesta inconstitucionalidad, que la Corte Constitucional desestimó, debiendo, como lo manda la Carta y muy a su pesar, sancionarla. Por experiencia propia comprobé la veracidad del aserto de Nicolás Maquiavelo en el sentido que “no hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más peligroso de manejar, que introducir nuevas leyes. El innovador se transforma en enemigo de todos los que se benefician con las leyes antiguas y no se granjea sino enemistades”.
El proyecto que presenté a la consideración del Congreso de la República fue fruto de un trabajo en equipo, del cual hicieron parte el ex ministro y actual Presidente ejecutivo de la Federación Nacional de Biocombustibles Jorge Bendeck Olivella, Alfonso Santos, Secretario de la misma, el ex presidente de la Federación Nacional de Cafeteros Jorge Cárdenas Gutiérrez y David Cala, ex directivo de ECOPETROL.
Tres años después fue expedida la Ley 939 de 2004, complementaria de la anterior, que obliga la mezcla de un porcentaje de aceite al diésel – motor. Mientras la mezcla de etanol se puso en marcha a partir del año 2005, el biodiesel comenzó en 2008. El propósito primigenio de estas dos leyes fue y sigue siéndolo múltiple: con la mezcla de los biocombustibles se ha contribuido a la seguridad energética del país, morigerando la precariedad de las reservas de crudo, se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y se ha venido ampliando la frontera agrícola.
LOS BIOCOMBUSTIBLES SON PARTE DE LA TRANSICIÓN
En efecto, gracias a la mezcla del 10% de etanol y 12% de biodiesel, respectivamente, se reduce el consumo de 54.667 barriles/día de gasolina y ACPM. De no contarse con los biocombustibles habría sido mucho mayor el volumen de combustibles importados, afectando de paso la Balanza comercial del país. El volumen de etanol producidos para la demanda de estas mezclas equivale a la producción de un campo petrolero de 24.234 barriles de crudo (¡!).
En el entendido que, como lo sostiene el Director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía (AIE) Fatih Birol, “la la demanda de petróleo se aplanará después del año 2030”[2], contribuyendo como el que más a las concentraciones en la atmósfera de los GEI, es urgente mejorar la calidad de los combustibles derivados del mismo y es lo que se logra con la mezcla, reduciendo la polución ambiental. Y por ello sugiere a sus países miembros “enfocar esfuerzos para que en la matriz energética mundial de 2050 los biocombustibles ocupen un 30%”. Con razón el Panel de expertos de las Naciones Unidas sobre el cambio climático plantea en su Informe reciente que “los bicombustibles son una medida determinante en la mitigación de la emergencia climática”. Por ello hacen parte de la Transición energética.
Ello es tanto más apremiante, habida cuenta que, según el reciente Informe anual de Políticas energéticas de la Universidad de Chicago, Colombia se cuenta entre los países en donde “las concentraciones de partículas contaminantes son de 2 a 3 veces mayores que las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS)”[3]. Según el mismo Informe, Bogotá y Medellín, particularmente, ven reducida en dos años la expectativa de vida de su población a consecuencia de los altos niveles de contaminación, atribuible “principalmente a las emisiones de los vehículos y a la gran congestión de tráfico”[4].
Como es bien sabido Colombia adquirió el compromiso de reducir sus emisiones de GEI en un 51% hacia el 2030, pasando de 258 millones de toneladas de CO2 equivalente a 169 millones. El aporte de los biocombustibles, que no contienen azufre ni hidrocarburos aromáticos, para alcanzar esta meta es muy significativo. Se estima en 2.5 millones de toneladas de CO2 y 130 toneladas de material particulado, anualmente, la reducción de tales emisiones. Es más, en los últimos 15 años, gracias a los biocombustibles, se han dejado de emitir a la atmósfera 28 millones de toneladas de CO2, principal responsable del cambio climático y más de 7 mil toneladas de material particulado, lo que equivale a sacar de la circulación entre 400 mil y 1.5 millones de vehículos al año.
Además del beneficio que representa para la salud de los colombianos la mejora de la calidad de los combustibles, mientras estos se sigan consumiendo, toda vez que el transporte es el mayor consumidor de energía en el país, con el 36% y el 91% de esta está representado por el consumo de hidrocarburos, el consumidor se beneficia también de un aumento del octanaje de la mezcla con la gasolina (120 vs 81) y el cetano del biodiesel (69 vs 48), aumentando su rendimiento, además de su alta lubricidad, la cual le viene bien al funcionamiento del motor.
SE AMPLÍA LA FRONTERA AGRÍCOLA
Tanto el etanol como el biodiesel tienen origen en la biomasa y tienen en Colombia como materia prima la caña de azúcar y la palma de aceite. Su cultivo para proporcionar la materia prima a las plantas que lo producen ha impulsado la ampliación de la frontera agrícola. En cuanto al cultivo de caña, este pasó de 208 mil hectáreas sembradas en 2009 a 238 mil hectáreas en 2018, de la cuales el 20% hace parte de esta nueva cadena productiva. Por su parte el cultivo de palma pasó de 261 mil hectáreas en 2009 a 541 mil hectáreas sembradas en 2018, de las cuales el 30% hacen parte de esta nueva cadena de valor. Esta agroindustria genera 150.072 empleos formales en toda la cadena, la mayor parte de ellos en el campo.
ÁREA SEMBRADA DE CAÑA DE AZÚCAR
ÁREA SEMBRADA DE PALMA DE ACEITE
LA VENTAJA COMPARATIVA
Colombia, tiene una ventaja comparativa con relación a otros países productores de etanol y biodiesel, en la medida que el primero se produce a partir de la caña de azúcar y el segundo de la palma. De acuerdo con los estudios comparativos realizados se ha podido concluir que estas materias primas tienen un mejor desempeño energético: el etanol producido con caña de azúcar tienen un rendimiento de 37.74 barriles anuales por hectárea contra el 18.87 del maíz, materia prima utilizada en los EEUU. Entre tanto, el biodiesel producido a partir de la palma tiene un rendimiento de 28.3 barriles anuales por hectárea versus 7.55 de la colza, materia prima utilizada en Europa.
Lo propio podemos decir del balance energético: mientras con la caña de azúcar y la palma registran 8.33 y 9.66, respectivamente, con el maíz y la cosa se obtienen 1.8 y 3.71, en su orden. Y, lo que es más importante aún, mientras con el etanol producido con caña de azúcar y el biodiesel a partir de la palma reducen las emisiones de GEI el 74% y el 83%, respectivamente, cuando se producen a partir del maíz y la colza sólo reducen tales emisiones el 45% y el 25%, en su orden. Estos resultados están sustentados en el análisis de ciclo de vida contratado por el BID y el Ministerio de Minas y Energía con la Universidad Pontificia Bolivariana y el instituto suizo EMPA[5].
FNCER
Complementariamente, al integrar los biocombustibles a la matriz energética, además de su aporte a partir de las mezclas con la gasolina – motor y el diésel – motor, también hace parte de las fuentes no convencionales de energías renovables (FNCER), generando electricidad a partir de la biomasa. En este momento la capacidad instalada de potencia de energía sobrepasa los 800 MW. Ello explica que la participación de los biocombustibles al PIB del país sea del orden de 4.2%, muy cerca del 5% que representa el sector de los hidrocarburos. Hay, entonces, motivos para celebrar estos primeros 20 años de este caso de éxito en Colombia, que lo han sido los biocombustibles.
Por Amylkar D. Acosta Medina (1)
[1] Miembro de la Junta directiva de la Federación Nacional de Biocombustibles
Bogotá, septiembre 17 de 2021
www.amylkaracosta.net
[2] El financiero. Noviembre, 13 de 2019
[3] El Comercio. Septiembre, 4 de 2021
[4] Ídem
[5] BID- MME. Centro Nacional de producción más limpia. UPB. Materials Science Technology (EMPA). Enero, 2012