Confusión, contradicción, sentido común

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Uno de los rasgos de los tiempos que corren es la incapacidad para percibir las ideas centrales o principios que explican los fenómenos sociales que ocurren ante nuestra mirada. De allí deriva la incapacidad para combatir las calamidades que nos afligen pues las atacamos sin atender a sus raíces.

De esta manera nos vemos abrumados por un fárrago de problemas que no sabemos cómo solucionar, o proponemos soluciones que sólo atacan sus consecuencias sin atender a sus causas. Y esto sucede, entre otras cosas, porque en los debates públicos, salvo contadas excepciones, ya no existe la capacidad de hacer juicios sobre la realidad desde una perspectiva abarcadora que la explique de manera coherente. Nuestros juicios se asemejan a una telaraña de impresiones confusas y contradictorias.

Esta incapacidad de enjuiciar la realidad beneficia a muchos políticos profesionales que han hecho del combate de los problemas sociales en sus consecuencias, la coartada que les permite estar vigentes en la agenda mediática. Es que cuando se mantiene el juicio sobre la realidad en un plano contingente, se aviva la bulla ideológica que obstaculiza el arribo a la raíz de los problemas para solucionarlos. De esta manera se impide que la gente llegue a saber dónde está el meollo del problema por estar concentrada en elegir entre las soluciones circunstanciales que se ofrecen. En fin, llegamos a una sociedad confundida y contradictoria.

Evidencias de dicha incapacidad saltan a la vista: si los rezagos del conflicto armado interno se muestran crónicos en las zonas fronterizas, pensamos que se destraban responsabilizando públicamente a países como Venezuela o Cuba o incluso Rusia. Si aumentan los embarazos no deseados y los abortos clandestinos, pensamos que la solución está más en repartir condones o la “píldora del día después”, que en promover la educación sexual integral- para mujeres y hombres- que incluye la educación de la afectividad. O, en últimas, solucionamos el problema legalizando a medias el aborto como acaba de hacerlo la Corte Constitucional, facilitando a las feministas de tercera generación radicalizadas gritar: “¡¡por fin alcanzamos nuestro derecho a disponer libremente de nuestro cuerpo abortando en condiciones dignas e higiénicas!!”.

Ahora bien, se podría pensar que las personas con altos grados de educación son ajenas a la confusión y a las contradicciones. Pero, paradójicamente, encontramos más “sentido común” en la gente sencilla y humilde con sólo educación básica. Por ejemplo, a raíz de la sentencia de la Corte una de estas personas puso a circular en redes sociales una figura de unos gemelos conversando en el vientre de su madre: “hermanito y a ti ¿qué te gustaría ser? un perrito ¿por qué un perrito? Es que estamos en una sociedad donde el maltrato animal es un delito y matar a un bebé es un derecho. Y, en contraste, recordamos que por el reclamo de habeas corpus para el “oso Chucho” que llegó a la Corte, la magistrada Diana Fajardo – la única mujer que votó a favor de despenalizar el aborto- había elaborado una ponencia en la que se reconocía a los animales como seres con derecho a la libertad.

Por coronel (r) Carlos Alfonso Velásquez