La puesta a flote del nuevo submarino desarrollado por Navantia para la Armada es un hito para la industria española.
Diecisiete años después del arranque del proyecto, el primer sumergible de la serie S-80 pasará en Cartagena su prueba de fuego, ante la atenta mirada de la industria mundial.
Solo nueves países del globo -EE.UU., Francia, Reino Unido, Alemania, Suecia, Rusia, Japón, China y Corea del Sur- tienen actualmente la capacidad para tanto diseñar como construir submarinos, un reducido grupo al que se sumará España de llegar el S-81 Isaac Peral a buen puerto.
Su puesta en el agua el jueves en los astilleros que tiene Navantia en el Arsenal de Cartagena, en un acto al que asistirán los reyes y sus hijas, será el principio de la última etapa del sumergible, que se prevé entregar en 2023 una vez se acabe de poner a punto y supondrá un respiro para la Armada, ya que cuenta ahora solo con uno operativo.
Idear y construir un submarino, dicen los expertos, es un proceso más parecido al de una nave espacial que al de un barco. Se diseña para permanecer largos periodos de tiempo bajo el mar, su ventaja táctica principal, con lo que tiene que ser lo más autosuficiente posible, y sus materiales están además sometidos a una alta presión.
DOS SEMANAS BAJO EL AGUA
En el caso de los S-80 (además del Isaac Peral Navantia realiza otros tres para la Armada), su construcción se tuvo que parar en seco en 2012, ocho años después de la puesta en marcha del proyecto.
Un problema con los pesos lo frenó y se decidió acudir a la US Navy y a General Dynamics, con cuya ayuda se replanteó de forma integral. En 2016, Defensa aprobó el nuevo diseño del submarino, de mayor eslora, hasta los 80,8 metros, y más autonomía de desplazamiento. El techo de gasto se fijó en 2018 en 3.907 millones de euros.
Salvados los escollos, los S-80 rediseñados, de 7,3 metros de diámetro, llevan dentro 60 kilómetros de cables y se pueden operar con 32 marinos, frente a las 65 personas que necesitaban sus predecedores, los de la clase S-70 construidos en los años 70 del siglo pasado en colaboración con Francia.
Cuentan con un sistema de combate integrado, un “cerebro” que aúna todos los sensores y armas para responder ante una amenaza, son capaces de bajar a centenares de metros y lanzar misiles a tierra.
Podrán permanecer bajo el agua quince días, una autonomía estratégica que permite su sistema de propulsión independiente de la atmósfera (AIP). Con él, obtienen agua y electricidad a cualquier profundidad gracias a un sistema de pila combustible donde el hidrógeno (H2) y el oxígeno (O2) se combinan para producirlos.
EXPORTABLES A OTROS PAÍSES
Ello los convierte en un “arma submarina” más eficaz y los hace atractivos para otros países. Como la India, cuya Marina tiene abierto un programa de compra de seis sumergibles al que aspira Navantia con los S-80, que califica como los submarinos convencionales (no nucleares) más avanzados del mundo.
La naviera pública española aspira a conseguir lo mismo que con sus fragatas F-100, en las que un contrato inicial del Ministerio de Defensa de unos 2.400 millones generó contratos adicionales por otros 2.000 millones con países como Noruega o Australia.
Navantia calcula en unos 250 millones de euros el impacto anual de este proyecto en el PIB español y asegura que por cada euro directo de PIB se generan, de forma adicional, 1,4 euros en la economía española.
Más de cien empresas de once comunidades autónomas han participado en el desarrollo de estos nuevos submarinos, que sostienen, solo en la región de Murcia, 2.000 empleos anuales directos (7.000 contando los indirectos).
Tienen también impacto en otros centros de Navantia, concretamente en Cádiz, donde se han desarrollado los sistemas de combate y la dirección del lanzamiento de torpedos, y en la fábrica de turbinas Ferrol, que construye varios de sus elementos.
En tiempo de trabajo, el programa de los S-80 ronda las 20 millones de horas dedicadas a la producción y 6 millones a la ingeniería, unos números que dan una idea de SU complejidad.
2022, PRIMERA NAVEGADA
A partir del jueves, el S-81 Isaac Peral se trasladará desde el taller donde se ha construido en el astillero de Navantia hasta el mar mediante un dique inundable, una maniobra que requiere de varias horas y que se hará en los días siguientes.
Una vez en el agua, comenzarán las pruebas de puerto y, en una segunda fase, las pruebas de mar, con navegación en superficie e inmersión hasta su cota máxima.
Su primera navegación está programada para principios de 2022 y su entrega definitiva un año después, tiempo en el que la Armada tendrá que sostenerse con dos submarinos S-70, un número que solo le permite tener como máximo uno operativo, frente a los ocho que tenía en los años 80.
Se calcula que en 2026 los cuatro encargados a Navantia (el S-81 Isaac Peral, el S-82 Narciso Monturiol, el S-83 Cosme García y el S-84 Mateo García de los Reyes) estarán operativos, lo que permitirá a España recuperar el campo perdido en este arma estratégica.
María Traspaderne
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