El Rincón de Freddy

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El rincón de Freddy

Por: Álvaro Ayala.

Algo tímido en su vida personal y sin complejos en el terreno de juego. Corto de palabra, pero largo a la hora de trabajar. Entre tantas ventajas que tenía Freddy Eusebio Rincón Valencia, de Buenaventura, Colombia, destacaba su privilegiado físico.

Casi nunca se lesionaba. Generaba respeto a sus rivales y quien se atreviera a meterle un “guadañazo”, corría el riesgo de lastimarse porque era de guayacán.

Tal vez comía chontaduros de acero y nunca contó. Su ADN y biotipo lo convirtieron en un superdotado, al punto que lo referenciaban como “El Coloso de Buenaventura “.

Era un jefe en los entrenamientos y partidos oficiales. Algunas veces, los entrenadores antes de iniciar la charla técnica lo consultaban. Malicioso y astuto para conocer virtudes y debilidades de sus contrarios. Muy inteligente para leer los partidos que planteaban los equipos que enfrentaba.

Quienes entienden de fútbol conocen la importancia de un jugador con tal virtud. Fue el deportista que nos separó el turno para que los seguidores del fútbol dedicáramos el domingo en la mañana a verlo en televisión. Con el Nápoles los colombianos aprendimos a ver fútbol internacional todos los fines de semana. Su magia es la culpable de que tengamos esa pasión.

En los viajes largos se paraba mucho porque consideraba que existía peligro de mala circulación sanguínea en las piernas con tanto reposo. Tal vez por ese motivo le gustaba tanto entrenar y jugar. Medía como 1:86 de estatura, pero se veía más grandote.

En un viaje al sur del continente con alguna turbulencia en el avión, la azafata le pidió sentarse. Con la mirada le atendió la recomendación, pero gambeteó la orden. Al minuto la dama regresó, lo tomó del brazo, lo sentó y le amarró el cinturón de seguridad.

“Nunca me habían banqueado tan fácil” me dijo. Su silla de avión estaba junto a la mía. En esa y otras ocasiones que tuve el privilegio de compartir con semejante ídolo, me reclamaba que la fiscalía había cometido el imperdonable error de meter a la cárcel a su amigo Jairo Varela.

Yo considero lo mismo, le respondía. ¿Por qué no meten a la cárcel a los fiscales y jueces que van a ver jugar al América o bailan con la música del Grupo Niche? Me retacaba. Porque soy asesor de comunicaciones en la Fiscalía, no fiscal ni juez, le explicaba. No saben la injusticia y el daño que cometieron. ¡Remataba!

¿Qué música le tendrá preparada el Maestro Varela a su pana Freddy Eusebio? ¿Cielo de Tambores?

Por Álvaro Ayala