El aterrador resultado de los exámenes Saber 11: ¡REPROBADOS!

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“El futuro está abierto, no está predeterminado, todos nosotros contribuimos a determinarlo”: Popper 

ENTORNO ADVERSO

La realidad y el entorno socioeconómico en el que nacen y se desenvuelven las personas condiciona su condición social, el desarrollo de sus capacidades y su desempeño hacia el futuro. No da lo mismo haber nacido en Dinamarca que en Cundinamarca, ni da lo mismo haber nacido en El Chicó que en el Chocó, como tampoco haber nacido en la península Ibérica que en la Península de La guajira. Desde la gestación y lactancia de la niñez misma se empiezan a marcar las diferencias.

En Colombia, además, hay enormes brechas en cuanto al acceso a los alimentos y a la calidad de los mismos por parte de la niñez, acusando altos niveles de desnutrición y malnutrición infantil e incluso cifras elevadas de decesos por causas asociadas a ellos. Esta situación adquiere ribetes de dramatismo en departamentos como La guajira, al punto que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se vio precisada, en diciembre de 2015, a dictar unas medidas cautelares para “preservar la vida y la integridad de niños y adolescentes”, amenazadas seriamente por el hambre y la desnutrición[2]. Y, ante el desacato de las mismas por parte del Gobierno, la Corte Constitucional decretó el Estado de cosas inconstitucional para forzar su cumplimiento y seis años después aún están en veremos[3].

Y lo más grave de todo esto es que la desnutrición, al igual que la mal nutrición en esta edad temprana afecta tanto el desarrollo físico como el cognitivo de quien la sufre, causándole al niño o la niña un daño irreversible e irreparable, que se convertirá en una tara con la que tendrá que arrastrar irremisiblemente por el resto de sus días. Es consabido que los primeros mil días de existencia de la criatura son críticos, lo que se haga o se deje de hacer durante esta fase de su crecimiento es decisivo para su formación y desarrollo posterior, de ello debemos ser conscientes[4].

Hacemos estas disquisiciones a propósito del mediocre resultado que, una vez más, arroja la más reciente prueba Saber 11, en la que, según la investigadora de la Universidad ICESI Juliana Ruíz “sólo un 1.1% de los estudiantes obtuvieron resultados catalogados por el ICFES como óptimos en todas las competencias”[5]. Y, claro, como era de esperarse, les va peor a departamentos que, como el de La guajira, Magdalena, Chocó, Amazonas, Guanía y Vichada, exhiben los peores indicadores sociales y para colmo de males cuentan con una infraestructura deficiente y una ínfima dotación, todo lo cual afloró y se agravó con motivo de la crisis pandémica.

Aquí hagamos una digresión para explicar en qué consiste la prueba Saber 11 y su importancia. Esta es una evaluación externa estandarizada aplicada periódicamente por parte del ICFES, que busca analizar y evaluar el desempeño alcanzado por parte de los estudiantes según las competencias básicas en 8 áreas, a saber: lenguaje, matemáticas, sociales, filosofía, biología, química, física e inglés.

DE MAL EN PEOR

Pues bien, mueve a la preocupación el hecho que en los últimos 5 años los resultados de esta prueba han venido de mal en peor, lo cual delata el continuo deterioro de la calidad de la educación en Colombia, lo cual debería disparar todas las alarmas, puesto que de la calidad de la educación y la enseñanza dependerá la calidad de nuestros profesionales. Pero no, estamos, en medio de una polarización política sin antecedentes, embebidos en controversias estériles y banales debates que no conducen a ninguna parte y que, además, no consultan la real realidad. Los responsables de la política educativa en nuestro país, como diría el mexicano Nobel de Literatura Octavio Paz, viven a las afueras de la realidad.

Según el Informe del Centro de Investigación y Formación para la Educación Superior (Ceinfes), esta última Prueba, arrojó como resultado que el promedio nacional pasó de 260 puntos sobre los 500 puntos posibles en 2016, la más alta calificación alcanzada, a 250 puntos  en 2020. Es decir, la educación y los educandos en Colombia se siguen rajando. Como lo afirma el experto en educación Ricardo Álvarez, “lo que reflejan estos resultados es un importante retroceso que deja mucho qué pensar respecto a la calidad de la educación en niños, niñas y adolescentes”[6].

Huelga decir que este promedio, como todos los promedios, es engañoso, porque cuando se promedia se aplanan las colinas y los valles se emparejan con ellas. De acuerdo con el investigador del Ceinfes Milton Ochoa, “los bajos resultados se concentran en regiones en condiciones más vulnerables, al contrario de las zonas con los mejores puntajes, lo cual evidenciaría una gran desigualdad en materia educativa”[7]. En efecto, mientras los departamentos de Boyacá, Norte de Santander, Santander y Cundinamarca, al igual que Bogotá, se ubican por encima de la media nacional, por su parte el Chocó, Amazonas, Vichada, Guainía, Magdalena y La guajira, que son los coleros. obtuvieron puntajes muy inferiores a la media nacional. Los resultados de La guajira en las diferentes aplicaciones de las pruebas Saber, especialmente en las áreas de lenguaje, según el Centro de pensamiento Guajira 360º, se encuentran muy por debajo tanto del promedio nacional como del promedio de la región Caribe (¡!).

Según Juliana Ruiz el porcentaje de estudiantes que alcanzó un desempeño “adecuado o superior” es exiguo, de sólo el 18.2%, 6.7 puntos porcentuales por debajo del resultado registrado en 2016. Llama poderosamente la atención que en promedio el puntaje obtenido en las instituciones educativas oficiales estuvieron por debajo de las privadas. Ello puede obedecer a que, como lo advierte la escritora Yolanda Reyes “el 21% de los establecimientos oficiales del país están abiertos, en comparación con el 33% del sector privado y por cada alumno de colegio privado que no va al colegio hay 6 de colegio oficial[8]. A ello se viene a añadir la precariedad de la dotación de muchos establecimientos oficiales, especialmente en la periferia, en donde se adolece de la falta de computadores y/o de conectividad para poder responder al reto que plantea la virtualidad educativa.

Según la clasificación y la categorización que realiza el ICFES de los colegios, tomando como muestra a las ciudades capitales, “se observa que hay un mayor porcentaje de colegios que bajan de categoría en el sector oficial con respecto al no oficial[9]. Ello muestra una clara y peligrosa segregación de la educación, entre la privada y la oficial, con desmedro de esta última.

EL RESULTADO PUDO SER PEOR

Aunque aparentemente los resultados de la prueba Saber de 2020 muestra un pequeño repunte de dos puntos con respecto al 2019, cuando el promedio nacional fue de 248, según el Ceinfes, ello obedeció al menor número de estudiantes que presentaron la prueba en 2020. Se calcula en 49.218 estudiantes el número de quienes se abstuvieron de hacerlo, el 8.7%, algo inusitado, atribuible a los efectos de las medidas tomadas por el Gobierno Nacional para contrarrestar la pandemia del COVID 19.

En concepto de Milton Ochoa, investigador del Ceinfes “esta abstinencia puede explicarse porque ante la afectación económica generada por la pandemia, muchos estudiantes pospusieron su ingreso a la educación superior, por lo que la presentación de las pruebas de Estado no fue su prioridad. Este factor se suma a que algunas instituciones de educación superior decidieron no exigir la presentación de estas pruebas de Estado para el ingreso al nivel universitario”[10]. Es más, según Ricardo Álvarez, los datos del ICFES muestran que esta abstinencia es de estudiantes con bajos promedios académicos. Según él, esta abstención de presentar la prueba “se dio precisamente en el sector de la población que históricamente saca los peores resultados, por lo que este leve aumento de 2019 a 2020 no implica que la calidad mejoró. Por el contrario, pudo haber sido inferior si todos los jóvenes la hubieran presentado[11].

Esta opinión la comparte el Director del Observatorio de Gestión educativa de Empresarios por la Educación Diego Sánchez. Afirma él que, muy seguramente, la repercusión de las medidas de virtualidad y alternancia sobre la calidad de la educación todavía no se reflejan en esta última prueba, “de hecho, creemos que sí hubo impactos negativos, pero estos los vamos a ver en las pruebas de este año y las próximas, en las que participarán estudiantes con un período de estudio en casa más largo”[12].

Fuente: CEPAL

El aterrador resultado de la prueba Saber 11 es una verdadera catástrofe, la cual amerita la inmediata atención e intervención del Estado para ponerle correctivos a las fallas sistémicas de la Educación. Entre las áreas evaluadas la de peor desempeño, indudablemente, es la del inglés, así que además de proseguir en el empeño de ampliar la cobertura y la calidad de la educación, debe ser un propósito y un compromiso nacional ineludible la promoción del bilingüismo en todas las instituciones educativas a todos los niveles, pues esta falencia se ha convertido en un obstáculo mayor cuando los jóvenes aspiran a ingresar a la Universidad y posteriormente al mercado laboral.   El mejoramiento de la calidad de la educación y el consecuente mejoramiento de los resultados de estas pruebas no se va a dar por generación espontánea. Hay que actuar ya, el tiempo apremia!

Por Amylkar D. Acosta Medina

Miembro de Número de la ACCE

Santa Marta, abril de 2021

www.amylkaracosta.net 

[2] Amylkar D. Acosta M. A propósito de las medidas cautelares dictadas por la CIDH en favor de las niñas, niños y adolescentes Wayüu en La guajira. Diciembre, 21 de 2015

[3] Amylkar D. Acosta M. Ya era hora. Junio, 8 de 2018

[4] Amylkar D. Acosta. La otra guerra de los Mil días. Junio, 24 de 2016

[5] El Tiempo. Abril, 5 de 2021

[6] Ídem

[7] Ídem

[8] El Tiempo. Abril, 5 de 2021

[9] Distrito de Bogotá. Secretaria de Educación. Abril. 2021

[10] Ibidem

[11] El Tiempo. Abril, 5 de 2021

[12] Ídem