La herencia de Lucinda

504

Las noticias de los diferentes medios reconocidos han replicado estudios sobre la compleja situación de salud mental en todas las edades, pero, con asombro hacen referencia a la gravedad de niños y jóvenes, esta historia dividida en cuatro partes se publicará en cuatro semanas consecutivas, se espera aporte a todos para mejorar su apreciación personal, su aceptación y finalmente la autoestima.

El sol salió tímidamente entre las grises nubes, el frío todavía llenaba sus espacios, Carolina tomando con ambas manos su taza preferida, poco a poco sorbió el café caliente, este era un momento solo para ella, donde la monotonía de su vida era agradable, no tenía afán, era otro sábado donde los quehaceres de la casa era su única preocupación.

Siempre sufría escogiendo la vestimenta del día, era algo que la acompañaba desde los fines de semana cuando era niña, entre semana el usar el uniforme era fácil, no había nada que decidir, pero los fines de semana su mamá siempre objetaba lo que se pusiera, así lo hubiera comprado con ella, ¨te ves muy gorda cámbiate eso, recuerda que eres muy baja, esto lo hago por tu bien, no quiero que sufras, como yo¨.

Año tras año sin importar los esfuerzos que hacía no dejó ser ¨gorda¨ probó más dietas que revistas para mujeres, poco a poco fue perdiendo el gusto por ir de compras, repetía sus vestimentas mecánicamente.

Mirando por la ventana, por un momento su mente se dejó llevar más allá de las ventanas de los edificios vecinos, se veía en un sitio de película donde las mujeres siempre se ven bien, ya sea al despertarse o entrando a un restaurante donde las miradas de hombres y mujeres marcaban sus pasos dejando de comer mientras llegan a su asiento, su perfume llena de deseos el ambiente.

Su ¨vuelo¨ fue interrumpido por el citófono que anunció la llegada de una carta en entrega certificada, la sorpresa fue total, no recordaba la última carta, el logo del bufete de abogados la sorprendió aún más, en un papel blanco grueso le comentaban que su tía bisabuela Lucinda había muerto y que sería su heredera si cumplía una condición.

Estaban las instrucciones de viaje y los datos de un giro a su nombre con una suma de por sí considerable para ella, debía viajar ese mismo día.

En su mente recordó el día que su papá la llevó por primera vez a la casa de su tía abuela, la verja de hierro formando figuras, la entrada terminaba en un amplio salón lleno de los cuadros más grandes que hubiera pensado podían existir, donde hermosas mujeres de otras épocas parecían mirarla a los ojos, terminaba en una amplia escalera que parecía interminable y que de la mano de su padre subió para ir al cuarto más grande que alguna vez hubiera visto, la señora mayor de alguna manera le pareció muy bonita.

Carolina recordaba perfectamente las palabras de ella: ¨tu y yo algún día estaremos muy “unidas”; semanas después el papá le dijo que la tía Lucinda la había invitado a tomar té, solo a ella, Carolina abrió los ojos y preguntó emocionada ¿Cuándo vamos?  De alguna manera se sentía atraída y segura con esa señora de manos arrugadas y mirada bondadosa.

La tarde del té fue toda una experiencia que recordaba con frecuencia, lo habían tomado en un cuarto donde había varios juegos de té en miniatura, Carolina había preparado el té siguiendo las indicaciones de la tía Lucinda, sirviendo una colección de galletas que parecían tomadas del mundo de las hadas, entre risas de complicidad habían jugado a las adivinanzas.

Carolina se sentía conectada de una manera mágica con esa señora que entre sonrisas y mirada brillante le explicaba las cosas como si estuviera revelando los secretos del universo, se sentía muy bien, segura no tenía temores por lo que decía, era como ser parte de uno de los cuentos que el papá en ocasiones le leía al acostarse; cuando los últimos rayos de luz daban paso a las sombras que se roban los colores, pero despiertan otras emociones, el papá pasó por ella, salió llevando una caja de madera muy antigua que contenía el juego de té con las pequeñas tazas con borde dorado, después de ese día su familia cambió de ciudad y ella misma se había perdido contacto con esa señora que de tanto en tanto recordaba con dulzura; intrigada empacó en una pequeña maleta para volver en dos días…

Por Mauricio Salgado Castilla @salgadomg