Un recuento del recorrido del Karakalí, que llegó para convertirse en el primer proyecto que funcionará como medio de transporte multimodal.
Con la puesta en marcha de la embarcación se activará el flujo turístico de pasajeros por el canal navegable.
La movilización fluvial en Barranquilla data desde el siglo XIX y tuvo un impacto positivo en el comercio y desarrollo de la ciudad.
Caía la noche sobre el astillero Khalela y a lo lejos se extendía majestuoso el Río Grande de la Magdalena, testigo de innumerables historias que trazan el alma misma de una región, y pronto sumaría una más: el zarpe desde Cartagena del RioBús Karakalí hacia Barranquilla, una embarcación que activará el flujo turístico y promoverá la interconexión entre zonas emblemáticas de Barranquilla, municipios y departamentos por el canal navegable.
El nombre -adoptado por antiguas tribus indígenas- no es más que la denominación que se le daba al Magdalena tiempo atrás: ‘Gran Río de los Caimanes’.
En pocas palabras, el río de los caimanes, – anota el alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo Heins- “nos recuerda nuestra esencia, una ciudad de mar, una ciudad del río, una ciudad de agua, que habíamos olvidado, pero también nos reencuentra con la naturaleza, con el avistamiento de fauna y flora en el río Magdalena; es un espacio turístico, pero también una apuesta de transporte a consolidar como un sistema multimodal”.
El río Magdalena como principal fuente de movilidad comercial
El desarrollo de Barranquilla en el siglo XIX tuvo un gran impacto al convertirse en el primer puerto para el comercio exterior colombiano. Ramón Montes, licenciado en Ciencias Sociales y con un magíster en Historia, explicó que ese cambio tuvo que ver con las carencias que tenía el país en transporte y redes de comunicación, por lo que la estratégica ubicación de la ciudad permitió importantes canales de movilización.
“El río Magdalena fue la principal ruta para el comercio exterior colombiano en la colonia. En esa época, Santa Marta y Cartagena eran los puertos más importantes para exportar e importar. Pero esto fue hasta mediados del siglo XIX cuando aparece Barranquilla a jugar un papel protagónico, superando a esas ciudades”, señaló Montes.
Esto se debió a que Barranquilla tenía una mejor conexión fluvial para llegar al mar en menos tiempo, mientras que Cartagena se conectaba con el río a través del canal del Dique, el cual permanecía seco y lleno de sedimentos; y para llegar a Santa Marta desde el río, había que superar estrechos caños y la ciénaga Grande.
Estos factores naturales influían en los tiempos de traslado y el precio de los transportes para mercancías y personas. Es por esto que el avance de Barranquilla -como puerto durante la segunda mitad del siglo XIX- tuvo que ver con la ventaja biogeográfica para la exportación e importación.
Es así como el puerto fluvial con mayor importancia nace y se desarrolla en torno a la urbe; sin embargo, este no estaba ubicado en la orilla occidental del río, sino en los caños que se habían formado gracias al aporte sedimentario del río Magdalena a través de varios siglos.
El experto contó que los caños fueron claves en el inicio de la navegación a vapor y el surgimiento de diversas actividades económicas que aportaron desarrollo a la ciudad. Lo que terminó en la vinculación al sector portuario del comercio y la industria alrededor de los caños a principios del siglo XX, por lo que las empresas fluviales, casas comerciales, industrias y bancos se aglomeraron alrededor de estos cauces.
Además, se convirtieron en el medio de transporte ideal para las personas que venían del exterior o salían del país.
Luego, Alberto Mario Pumarejo Vengoechea, junto con Alberto Roncallo y Abel Carbonell, promovió en Barranquilla la terminación de las obras de Bocas de Ceniza en 1936. Seguido a esto, fue uno de los gestores de las Empresas Públicas Municipales en 1925 y participó en la creación de la Zona Franca e impulsó la construcción del puente sobre el río Magdalena en Barranquilla en 1974.
Es por esta razón que el puente, pese a haber recibido por ley el nombre de Laureano Gómez, la ciudadanía -en gratitud- lo llamó puente Pumarejo.
El legado de los pueblos ribereños y el paso del RioBús por estas poblaciones
Más de 215 km de distancia entre el astillero de Khalela en Cartagena hasta el muelle de Puerta de Oro en Barranquilla dieron paso a un sendero de aguas que se deja ver como una importante vía de transporte a lo largo de los siglos, conectando diferentes regiones del país y desempeñando un papel fundamental en el comercio y la economía. Y, cómo no, si atraviesa la nación de sur a norte a lo largo de 13 departamentos, perfilándose como columna vertebral del multimodalismo nacional.
Primero, Gambote, una zona tradicional pesquera; luego Calamar, un puerto importante que da entrada al canal del Dique, y desempeña un papel destacado en la conexión fluvial y el comercio a lo largo del río Magdalena.
Avanza la embarcación y se asoman pequeñas comunidades que han florecido a orillas del río durante siglos, algunas con binoculares, otras extienden sus brazos para decirle hola a la embarcación. Así, uno a uno, los corregimientos ribereños se pasan uno tras otro al revés de los ventanales del RioBús Karakalí.
El río ofrece una fuente de agua vital para la agricultura y el suministro de agua potable. El recorrido continúa con Santa Lucía, donde la esencia folclórica del río no solo es fuente de vida y sustento para las comunidades a su alrededor, sino también un elemento central en la música y el folclor de la región.
Río adentro, empieza a descubrirse el municipio de Sabanagrande, uno de los últimos tramos antes de pasar por el puente Pumarejo.
Tras 11 horas de navegación de prueba, se deja ver a lo lejos el horizonte urbano de Barranquilla y su Gran Malecón. Así, la puesta en marcha del transporte fluvial marca un hito en la recuperación del río y la navegabilidad del Caribe colombiano. Una iniciativa visionaria ha revivido un sueño ancestral de navegar por las aguas del Magdalena y ha abierto nuevas oportunidades para el comercio, el turismo y el desarrollo económico de la región.
Karakalí, el primer RioBús en llegar a Barranquilla
El barco, con sus 53 pies de eslora y 4,5 metros de altura, se erige como un símbolo de cambio y transformación, navegando hacia un horizonte donde la movilidad eficiente y sostenible es una realidad palpable.
“Este es un proyecto enfocado en reactivar el concepto del transporte acuático de pasajeros, que en buena hora Barranquilla lo adopta y es una de las primeras ciudades en ejecutarlo del país”, comentó Fabio Zapata, director técnico de Khalela.
El proyecto del RioBús Karakalí promete transformar la forma en que se transporta en la ciudad. “Constituiremos un hito para la recuperación del río Magdalena como arteria fluvial del país y la recuperación de lo que ello supone para los barranquilleros y toda la población. Un proyecto que busca, además, la recuperación y conexión de los cuerpos de agua”, comentó María Mónica Hernández, secretaria General de la Alcaldía de Barranquilla.
En palabras del alcalde Jaime Pumarejo, el Karakalí será el primero de muchos, no solo de Barranquilla sino del Caribe y de la ribera del río Magdalena. El Río Grande de la Magdalena se constituirá en una arteria fluvial ejemplificante, de buenas prácticas en conectividad, generando desarrollo y sostenibilidad. Esto permitirá un crecimiento más equilibrado y el resurgir de ciudades intermedias que ahora se convierten en opción atractiva para inversores y empresarios.
Con información y fotos suministradas por la Alcaldía Distrital de Barranquilla