Colombia vive su quinta jornada de paro nacional convocado por sindicatos y organizaciones sociales, con una asistencia mermada tras casi un mes entero de protestas contra las políticas gubernamentales, la pobreza y la violencia policial.
A gritos de “Estado asesino” o “Viva el Paro Nacional”, centenares de personas desfilaron de nuevo en Bogotá desde el Parque Nacional a la céntrica Plaza Bolívar bajo las banderas de varios sindicatos y de Colombia, así como de pancartas que pedían la dimisión del ministro de Defensa, Diego Molano, que ha sido sometido esta semana a una moción de censura.
“Es muy importante continuar la movilización social pacífica”, dijo hoy a Efe el vicepresidente de la Confederación General del Trabajo (CGT) Jorge Iván Díez, quien especificó que su objetivo es presionar al Gobierno para que avancen las negociaciones que mantienen y acepte su pliego de demandas.
En la víspera, la ciudad de Tuluá, en el departamento del Valle del Cauca (suroeste), vivió una noche de terror y caos en la que se redujo a escombros el Palacio de Justicia, que ardió en llamas después de que una turba incendiara el edificio en una jornada de protestas protagonizada por los bloqueos y la violencia.
DISMINUYE LA ASISTENCIA
A pesar de que las manifestaciones continuaron con festividad, música y batucadas, la asistencia choca con las decenas de miles de personas que salieron a las calles el primer día de paro nacional, el 28 de abril, convocado contra la ya extinta reforma tributaria.
Desde entonces y cada día, las protestas han continuado, visibilizando el malestar social que se venía gestando por una desigualdad que se ha acrecentado con la pandemia y la oposición a las políticas y decisiones del Gobierno de Iván Duque.
Sin embargo, el uso desmedido de la fuerza por parte de la Policía, como han denunciado organismos internacionales, empañó desde los primeros días las protestas, que dejan ya 43 muertos, según cifras oficiales, de los cuales 19 se confirmaron que tienen relación con las protestas.
La ONG Temblores y el Instituto de Estudios del Desarrollo para la Paz (Indepaz) reportan por su parte 60 asesinatos en el marco de las protestas, de los cuales 43 se los atribuyen a la fuerza pública.
Además, hay 46 personas con heridas oculares y 22 víctimas de violencia sexual, según denuncian esas organizaciones.
Buena parte de las proclamas esgrimidas en estas más de tres semanas han ido contra la violencia policial y pidiendo un desarme del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) y una reforma de la Policía, en unas manifestaciones que se han trasladado a los barrios más populares como el Portal de las Américas en Bogotá o Siloé en Cali.
Este miércoles, según datos de la Policía, ha habido 95 concentraciones, 39 marchas y 14 movilizaciones en todo el país, que transcurrieron sin incidentes.
Mientras tanto, el Gobierno sigue en reuniones con el Comité Nacional del Paro, integrado sobre todo por sindicatos como el CGT, sin demasiados avances.
El lunes llegaron a un “preacuerdo en materia de garantías para el ejercicio de protesta”, que permitirá empezar con las negociaciones del pliego de emergencia que presentaron al Gobierno, que incluye una renta básica y mayor acceso gratuito a las universidades, entre otras cuestiones.
CONTRA LOS BLOQUEOS Y LA VIOLENCIA
Otra característica que adoptaron las protestas en varios puntos del país es la de organizar y mantener bloqueos en carreteras y salidas de ciudades, que han sido fuertemente criticados por el Gobierno y los empresarios, y han provocado la dificultad de circular de material básico como el sanitario.
El martes, miles de personas vestidas de blanco protestaron en Cali para rechazar justamente los bloqueos y también mostrar su oposición a las escenas de desorden y saqueos que se han producido en algunas ciudades este mes.
NOCHES DE TERROR
Si durante el día las manifestaciones suelen transcurrir en calma, por la noche, sobre todo en los barrios que aguantan “en resistencia”, la situación se vuelve tensa.
Los manifestantes denuncian que la Policía y el Esmad aprovechan la oscuridad para atacar con gases lacrimógenos, aturdidoras e incluso munición real, mientras que las autoridades denuncian que es cuando más actos vandálicos se producen.
En la noche del martes, un incendio provocado por personas sin identificar redujo casi a escombros el Palacio de Justicia de Tuluá después de que se reportasen fuertes enfrentamientos con la fuerza pública y hubiera cuatro asesinatos el día anterior aún sin resolver.
“Lamentablemente un grupo de personas sin amor, sin respeto por la ciudad y por los demás ha vandalizado la ciudad, ha causado daño en la infraestructura de tránsito, como semáforos y señales”, aseguró el alcalde de Tuluá, John Jairo Gómez.
La Policía también reportó la muerte de un joven estudiante universitario de 18 años, Camilo Andrés Arango, con una herida de arma de fuego.
En los últimos días la comunidad ha denunciado que circulan panfletos amenazando a quienes taponan las vías, ya que en el departamento del Valle del Cauca y en las carreteras que conectan con Cali es donde se están viviendo los bloqueos más fuertes y prolongados de las protestas.
“NO HAY QUE LAMENTAR VIOLACIONES”
Diferente es la situación que se ha vivido en estas semanas en Bogotá, donde, según la alcaldesa Claudia López, no hay que lamentar grandes violaciones de derechos humanos como las que ocurrieron en las protestas de septiembre pasado, cuando diez personas fallecieron durante las manifestaciones contra de la brutalidad policial que causó la muerte del ciudadano Javier Ordóñez.
López entregó hoy un informe a la representante de la Oficina en Colombia de la Alta Comisionada para los DD.HH de las Naciones Unidas, Juliette de Rivero, sobre la violencia ocurrida en el último mes de manifestaciones en el que detalla que en la ciudad se investiga la muerte de dos jóvenes que podrían estar relacionadas con las manifestaciones.
Sin embargo, destacó que no significa que no se repudie ni se vayan a sancionar a los responsables de herir a casi 400 policías, a unos 361 civiles y de causarle lesiones oculares y faciales a 33 jóvenes en la ciudad.
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