¿Alguna vez has pensado cuánta de la comida que desperdiciamos día a día termina en la basura? Cada año, millones de toneladas de alimentos en perfecto estado se pierden antes de llegar al plato de los consumidores.
Este fenómeno no solo plantea un dilema ético en un país con altos índices de inseguridad alimentaria, sino que también genera un impacto ambiental y económico alarmante, una realidad imposible de ignorar.
Según cifras del Departamento Nacional de Planeación (DNP), cada colombiano desperdicia, en promedio, 114 kilos de comida al año. En total, se pierden cerca de 9,76 millones de toneladas de alimentos, lo que equivale al 34 % del total producido para consumo humano. Detrás de estos números hay un importante costo económico de $15 billones de pesos, es decir, el 1,5% del Producto Interno Bruto (PIB). Igualmente, a esto se suma un impacto ambiental invisible pero devastador: el desperdicio de alimentos es responsable de casi el 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Más allá de los estudios y las cifras, esta situación refleja la forma en la que nos relacionamos con la comida, lo que ponemos en nuestra mesa y lo que dejamos perder en la basura. Por eso, es urgente que este tema se ponga sobre la mesa y se reflexione, desde los hogares, sobre qué estamos haciendo y qué podríamos hacer mejor a través de pequeños cambios que pueden lograr que esta realidad sea diferente para todos.
Un largo camino por recorrer con una perspectiva alentadora
Combatir este problema requiere un mayor compromiso ciudadano y la adopción de modelos de consumo más responsables. Y es en este punto, donde la tecnología juega un papel clave y llega como una alternativa que no sólo mitiga esta problemática sino que además se convierte en parte de la solución. Es el caso de plataformas digitales como Cheaf que permiten conectar negocios con consumidores conscientes, rescatando alimentos que de otro modo se perderían.
En apenas cinco años de operación, y con un equipo de alrededor de 45 personas, Cheaf ha logrado salvar más de 8,500 toneladas de comida en buen estado en países como México, Chile y Argentina. Esto demuestra cómo un problema global puede transformarse en una oportunidad real de impacto social y ambiental, evitando la emisión de más de 21 millones de kilogramos de CO₂. Lo que comenzó como una idea hace cinco años hoy es un movimiento que ya está cambiando la manera de consumir alimentos.
Iniciativas que inspiran al cambio
Afortunadamente, en países como Colombia ya se empiezan a dar pasos. Actualmente se discuten iniciativas legislativas como el Proyecto de Ley 230 de 2023, que busca crear la Política Pública Nacional de Prevención y Reducción de Pérdida y Desperdicio de Alimentos. Esta propuesta contempla la promoción de sistemas de donación y la implementación de campañas de sensibilización. Paralelamente, organizaciones como el Banco de Alimentos de Colombia y diversas fundaciones trabajan a diario rescatando productos y distribuyéndolos entre las comunidades más vulnerables.
El desperdicio de alimentos no es un problema ajeno: es una responsabilidad compartida. No existen soluciones inmediatas, pero sí pequeñas decisiones cotidianas que, sumadas, pueden marcar la diferencia. En este Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, la invitación es a reflexionar sobre nuestras elecciones diarias y a sumarnos a iniciativas que generan un impacto real. Porque detrás de cada bocado que no se aprovecha no solo se pierden recursos: también se desperdician oportunidades de alimentar y de cuidar el planeta.

Por Kim Durand, Creador y CEO de Cheaf