El presidente Joe Biden consideró este miércoles que “ya es hora” de que las grandes corporaciones y los más ricos del país, que son un 1% “paguen su parte justa” de impuestos.
“Solo la parte justa”, reiteró Biden en su discurso ante las dos cámaras del Congreso estadounidense, en el que señaló que las fortunas y las grandes empresas tienen que ayudar pagando con sus impuestos las inversiones públicas que su gobierno se propone acometer.
Biden señaló que un reciente estudio asegura que el 55 % de las grandes empresas pagó “cero” impuestos federales el año pasado, y lograron 40.000 millones de dólares en beneficios, mientras que muchas evadieron impuestos o se acogieron a beneficios y deducciones por emplear a sus trabajadores en otros países. “Y eso no está bien”, denunció.
Tras explicar que los que ganan 400.000 dólares o más al año volverán a tributar el 39,6 %, como estaba durante la Presidencia del republicano George W. Bush (2001-2009), aseguró que el Gobierno acabará con los resquicios que permiten a los más ricos pagar muy por debajo de lo que deberían según sus ganancias.
Y advirtió de que el departamento de Hacienda actuará con mano duda con los millonarios que pretendan “engañar” sobre sus ganancias.
Con la subida de los impuestos a los más ricos el Gobierno de Biden quiere sufragar su plan familiar, con medidas sociales por 1,8 billones de dólares.
Y con el alza de la tributación a las grandes compañías se propone financiar el Plan de Empleo o Plan de Infraestructuras, con más de dos billones de inversiones y la creación de millones de empleos para financiar las infraestructuras del país.
Antes, Biden hizo una férrea defensa de la labor de los sindicatos del país y subrayó que “Wall Street no construyó este país”, sino que fue “la clase media”. “Y los sindicatos construyeron la clase media”, subrayó.
En este discurso que ofreció en la víspera de cumplir cien días en la Casa Blanca, Biden pidió por al Congreso que apruebe su propuesta para defender las organizaciones sindicales y el derecho a pertenecer a ellas.
Hizo, además, otros alegatos, al apostar por los salarios dignos y subrayar que nadie que trabaje cuarenta horas a la semana debería estar por debajo del umbral de la pobreza.
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