Ciénaga: entre el abuso de la alta música proselitista y la complacencia de muchos

645

Por: Victor Hugo Vidal Barrios

Vivir en Ciénaga ahora mismo es un infierno para lo oídos, es abusar de los decibeles permitidos para un aparato auditivo humano.

Desde que amanece hasta que anochece estamos sumergidos en un circulo vicioso musical que se repite estrepitosa y excesivamente hasta dejarnos con zumbidos y sordera temporal.

En cada sitio donde existe un comando político “que se respete”, tienen un aparato de sonido descomunal en tamaño y en ruido musical, como si estuvieran compitiendo para un Grammy de estropicio sonoro.

Además de los sitios fijos o comandos, se suma el múltiple transitar por toda la ciudad, de aparatos de sonido gigantes en la parte posterior de automóviles encontrándose simultáneamente mas de tres o cuatro de ellos, de diferentes candidatos, formándose un mercado persa, donde uno receptor obligado de todos y cada uno de ellos no puede ni hablar. 

Yo acostumbro en mi consultorio a escuchar música instrumental clásica y aromaterapia — me gusta la canela — para relajar a los pacientes, ya que todos poseemos una glándula pineal que se localiza en nuestro cerebro, y hay una relación directa entre el tercer ojo y la glándula pineal, la cual es conocida como el “asiento del alma” y es el portal entre el cuerpo y el alma. La glándula pineal tiene relación directa con nuestro ritmo circadiano. Se estimula positivamente con música suave y agradables olores. Pero cada vez que pasa un equipo de sonido con ruedas — que los barranquilleros los llaman “picós”, que es su elemental transcripción fonética de la palabra inglesa “pick-up”, la cual, hace muchos años, servía para designar los primeros tocadiscos y equipos de sonido que llegaban al país. Y, sencillamente, no son más que eso: una máquina para hacer sonar discos — a todo volumen, deprimen y alteran la tranquilidad del alma …

Lo que no alcanzo a entender es como la multitud que se aglomera alrededor de ellos, en comandos o caravanas de autos de alta gama, hablan gritando y se entienden perfectamente, sin saber el daño acústico que causan estos aparatos a altísimos decibeles.

Está demostrado que ruidos superiores a 90 decibeles experimentados de una forma habitual durante mucho tiempo, producen la pérdida de audición. Sonidos menores pero continuados pueden también dañar la salud del oído y sordera permanente e irreversible. Estas máquinas de sonido sobrepasan los 200 decibles, a esto sume el tiempo de exposición a ellas, lo que indica que además del alto número de ahogados que va a haber en estas elecciones va a ser superado por el alto número de sordos después del 29 de octubre…

Esta mañana recibí una llamada de una paciente, quien desde el otro extremo del celular me decía:

— Doctor Victor Hugo estoy en una fila de carros entrando a Ciénaga, pero la bulla de los equipos de sonido de los candidatos no me deja oír bien y disculpe que le hable gritando.

Yo, desde mi consultorio le contesté: 

— No se preocupe Doña Alcira, si por allá llueve, por aquí no escampa, ya que en esos momentos un Jeep con su maquina musical a espaldas, a todo volumen anunciaba las consabidas promesas de los futuros administradores de la cosa pública, mismas que se repiten cada cuatro años y que la multitud a punta de música alta, ron y camisetas disfrutan hasta desmayarse. 

Mientras tanto el vidrio de la puerta de entrada titilaba y sonaba como queriendo salirse de la estructura de aluminio que lo contiene.

Solo les pido mucha discreción y cordura, se pueden manifestar, pero comedidamente, es mi consejo, finalmente los sordos van a ser ustedes.