En Colombia, cerca de uno de cada tres estudiantes abandona la educación superior, con una tasa anual de deserción entre 8% y 9% y una deserción acumulada cercana al 25%.
Las principales causas de deserción son económicas, aunque también influyen factores académicos, emocionales y vocacionales como bajo rendimiento, falta de preparación, estrés, desmotivación o elección equivocada de carrera.
El uso de inteligencia artificial ha permitido reducir la deserción entre 20% y 30%, con modelos predictivos que alcanzan precisiones de hasta 90% al identificar y acompañar a estudiantes en riesgo.
Bogotá, noviembre de 2025. En Colombia, cerca de uno de cada tres estudiantes abandona la educación superior antes de graduarse, una cifra que mantiene al país por encima del promedio de la OCDE y en la media alta de América Latina.
De acuerdo con cifras del Ministerio de Educación Nacional (MEN) la tasa anual de deserción se ha mantenido entre el 8% y el 9% en los últimos años, mientras que la deserción acumulada por cohorte se ubica cerca del 25% (es decir, el porcentaje de una generación completa que no logra culminar sus estudios).
En la práctica, de cada 100 jóvenes que ingresan a una universidad, apenas 43 logran titularse, lo que evidencia un desafío estructural que el país no ha logrado revertir en más de una década.
Aunque las causas son diversas, las razones económicas siguen siendo el principal detonante, ya que muchos estudiantes interrumpen su formación por la dificultad de pagar matrículas o sostenerse y, en numerosos casos, deben priorizar el trabajo sobre los estudios. A esto se suman factores académicos, emocionales y vocacionales como el bajo rendimiento, la falta de preparación previa, el estrés, la desmotivación o la sensación de haber elegido una carrera que no cumple sus expectativas.

De acuerdo con Martín Morelli, consultor en transformación digital en educación “Más que un problema académico, la deserción refleja las brechas económicas, emocionales y de acompañamiento que el sistema educativo no ha logrado cerrar, porque muchos jóvenes no abandonan por falta de capacidad, sino por un entorno que no les da las condiciones para mantenerse”
Los más propensos a desertar son los estudiantes de estratos bajos, especialmente de zonas rurales o con baja preparación académica, que deben asumir responsabilidades laborales o familiares desde los primeros semestres. También enfrentan mayores riesgos quienes provienen de colegios con recursos limitados o pertenecen a comunidades vulnerables, donde la falta de conectividad, infraestructura o acompañamiento institucional amplifica las probabilidades de abandono.
El seguimiento constante y el uso inteligente de las cifras se han vuelto esenciales para comprender por qué los estudiantes se van y qué necesitan para quedarse. Cuando las universidades analizan de manera sistemática indicadores como asistencia, rendimiento, participación o satisfacción, logran detectar a tiempo las señales de desmotivación y ofrecer apoyo antes de que el estudiante abandone. En ese proceso, la inteligencia artificial empieza a jugar un papel clave al procesar grandes volúmenes de información y revelar patrones que antes pasaban desapercibidos, permitiendo que la intervención sea más precisa y oportuna.
“Las cifras por sí solas no cambian la realidad, pero cuando se transforman en información accionable permiten entender qué hay detrás de cada decisión de abandono y, con ayuda de la inteligencia artificial, ampliar la mirada para que los datos sirvan para acompañar, no solo para registrar” añadió Morelli.
Los primeros resultados del uso de inteligencia artificial en la educación superior muestran avances importantes, las instituciones que han integrado modelos predictivos y estrategias de acompañamiento personalizado han logrado reducciones de entre el 20% y el 30% en sus tasas de deserción tras dos o tres años de implementación.
Al identificar a tiempo a los estudiantes en riesgo (con una precisión entre el 75% y 90%) y conectar la información académica con factores emocionales y socioeconómicos, las universidades logran no solo mejorar la permanencia, sino también fortalecer el sentido de pertenencia y la confianza en el sistema educativo.
Finalmente, la combinación de tecnología e intervención humana está transformando la manera en que las universidades abordan la permanencia estudiantil. Cada estudiante que logra graduarse impulsa la movilidad social y contribuye al desarrollo del país, y a medida que la inteligencia artificial se consolida como una herramienta de apoyo a la educación, su impacto trasciende las aulas y se traduce en una formación más equitativa, cercana e innovadora.



