Comunidades indígenas de Perú esperan tener una voz, por fin, con nuevo presidente

396

Máxima Ccalla, una mujer indígena quechua de 60 años, se ha pasado la vida labrando en las tierras altas de Perú en los Andes, resignada a un destino muy alejado de las vastas riquezas enterradas bajo sus pies en vetas de cobre, zinc y oro.

Las comunidades andinas en la región de origen de Ccalla, Puno y las zonas aledañas, se han enfrentado durante mucho tiempo con grandes empresas que extraen la riqueza mineral del suelo.

En entrevistas recientes, muchos dijeron que se sentían discriminados y marginados, y acusaron a las mineras de contaminar el agua y el suelo.

Pero en un país que todavía vive bajo la sombra de un pasado colonial, el ascenso de un político hijo de campesinos, está despertando esperanzas de cambio.

También ha puesto de relieve las marcadas divisiones entre las tierras altas rurales, los asentamientos remotos del Amazonas y las ciudades costeras más ricas donde habita la población mestiza.

Pedro Castillo, quien usa un sombrero de paja y hace honor a sus humildes raíces campesinas, se ha comprometido a dar voz a los grupos rurales “olvidados” de Perú y redistribuir la riqueza mineral en el segundo mayor productor de cobre del mundo.

“Se acabó el saqueo, se acabó el robo, se acabó el asalto, se acabó la discriminación al pueblo peruano”, dijo en un discurso en los Andes, en el corazón del Perú indígena.

Socialista y conservador en materia social, Castillo está a punto de ser confirmado presidente después de disparar el voto rural e indígena en las elecciones de junio, incluso en regiones ricas en minerales como Puno.

“Anteriormente los gobernadores prometieron que se iban a solucionar nuestros problemas, pero nada ha cambiado”, dijo Ccalla en quechua a través de un traductor mientras trabajaba en los campos que rodean su casa en la comunidad de Carata.

“Ojalá ahora cumpla con sus promesas”, apuntó.

Ccalla es una de los millones de peruanos rurales, en su mayoría pobres, que votaron por Castillo en la segunda vuelta de las elecciones del 6 de junio.

Con un sombrero colorido y tradicional contra el sol, las demandas de Ccalla son simples: quiere agua potable.

“UNO DE NOSOTROS”

Castillo tiene una pequeña ventaja, que está siendo analizada luego de la presión legal de su rival de derecha Keiko Fujimori, quien ha denunciado fraude y quiere descalificar algunos votos de las áreas rurales.

Los observadores electorales dijeron que la votación se llevó a cabo de manera limpia, pero la tensión por el recuento ha dejado al descubierto una división racial y socioeconómica en el país.

Más de una docena de líderes y activistas de las comunidades quechuas y aymaras, esparcidos por los Andes, y otros en las profundidades de la selva amazónica a cientos de kilómetros hacia el norte, hablaron con Reuters con franqueza sobre la discriminación que enfrentan.

En Puno, la región donde se encuentra Carata, Castillo obtuvo alrededor del 90% del conteo total de votos. El logotipo de su partido, un lápiz amarillo sobre fondo rojo, fue pintado en las paredes de las casas solitarias, las únicas salpicaduras de colores brillantes en kilómetros a la redonda.

Aunque Castillo no se identifica como miembro de una comunidad indígena, quienes hablaron con Reuters en la zona dijeron que podían pensar en él “como uno de nosotros”, debido a su educación humilde y su experiencia como agricultor.

Al igual que con Evo Morales en Bolivia hace una década, las comunidades peruanas del interior esperan una mayor representación para los grupos marginados y políticas mineras más reguladas por el Estado que impulsen el gasto social.

“Se ven muchas posibilidades por el futuro (…) va a ser un buen presidente”, dijo René Belizario, de 34 años, de origen quechua. “Esta es nuestra oportunidad. Si no cumple sus promesas, el pueblo se levantará, el pueblo juzgará”, expresó.

Belizario, padre de tres niños pequeños, dijo que esperaba que Castillo “recupere” las minas en el área operadas por empresas privadas, a fin de redistribuir las ganancias y generar empleos.

La minería es un motor clave de la economía de Perú. Los metales son la exportación más importante del país y Castillo, incluso con sus planes de cambiar el enfoque de la industria, necesitará negociar cuidadosamente sus propuestas.

Y lo que las comunidades agrícolas quieren en términos de desarrollo rara vez concuerda con las ideas del Gobierno en la lejana Lima, dijo Vito Calderón, un miembro de la etnia aymara que participó en una protesta en 2011 contra un proyecto minero.

“NUESTRA TIERRA HA SIDO ROBADA”

Castillo no es el primer líder de ascendencia indígena de Perú.

Alejandro Toledo, un quechua que fue presidente a principios de la década de 2000, había despertado esperanzas entre los grupos andinos de que les entregaría un perfil más sólido, pero los dejó en gran parte decepcionados.

Más recientemente, el expresidente de izquierda Ollanta Humala también prometió dialogar con los grupos indígenas, pero fue criticado por dar cabida a intereses de la industria petrolera en lugar de preservar sus derechos territoriales.

Líderes de comunidades indígenas dijeron a Reuters que habían decidido apoyar a Castillo después de que se reunió con ellos para escuchar sus demandas y se comprometió a proteger las tierras indígenas, llevando adelante su proyecto de reescribir la Constitución.

Melania Camales, quien representa a las mujeres indígenas en la Amazonía peruana, se encuentra entre quienes fueron a escucharlo. Tiene esperanzas en él como presidente, pero sabe que no será fácil.

“Durante décadas nuestra tierra ha sido robada por empresas privadas, concesionadas por el gobierno”, afirmó. Será muy difícil deshacer un periodo de más de 200 años con “educación colonialista, racista, clasista, machista”, añadió.

“Nosotras sabemos que podría traicionarnos, el poder podría marearlo. Pero lo último que podemos perder, como comunidades indígenas, es la esperanza”.

Numerosos habitantes de zonas rurales han dicho a Reuters que durante mucho tiempo se sintieron discriminados por su estatus social y económico o por el color de su piel. El problema se hizo aún más patente durante las elecciones.

AIDESEP, una organización que agrupa a las comunidades indígenas de Perú en la selva amazónica, criticó los intentos de anular los votos rurales como si “negasen nuestra existencia”.

“No entienden que nuestro país, Perú, es plurinacional, no es solo la capital Lima”, dijo Lourdes Huanca, activista aymara y de derechos humanos de otra organización, FENMUCARINAP.

La discriminación es sistemática, sostiene. “Para ellos no tenemos capacidad, para ellos no sabemos pensar. Nosotros, según ellos, no podemos tomar decisiones”.

De regreso en Carata, unas vacas raquíticas pastan en las llanuras soleadas de los Andes; la cosecha de papa se coloca para congelarla con el aire frío de la noche; y niños descalzos con mejillas enrojecidas abrigan con mantas a los corderos recién nacidos.

Ccalla y otros miembros de su comunidad temen que el modelo de desarrollo económico esté erosionando una forma de vida ancestral.

“Nos sentimos vulnerables y discriminados, pero estamos (tan) preocupados por la contaminación del agua y el suelo que no podemos ocuparnos de una causa mayor”.

(Reporte adicional de Marco Aquino en Lima. Editado por Juana Casas y Marion Giraldo)

Yahoo Noticias Por Stefanie Eschenbacher y Angela Ponce Agencia Reuters Foto internet Reuters