Los cadáveres llegan todos los días, a veces decenas a la vez, llevados a las morgues de la Franja de Gaza tras ser extraídos de entre 15 meses de escombros, y sacados de zonas de batalla que durante mucho tiempo fueron demasiado peligrosas para que los equipos de búsqueda y rescate pudieran llegar.
Estos cuerpos, desenterrados cuando entró en vigor un alto al fuego esta semana, son los “desaparecidos” de Gaza, los muertos no contabilizados que atormentan a familias desperdigadas por la guerra. Para el Ministerio de Salud de Gaza, fueron reducidos a una nota aclaratoria debajo de cada cifra diaria de fallecimientos: “Varias víctimas siguen bajo los escombros y en las calles, y no se puede acceder (a ellas)”.
El domingo, cuando un acuerdo entre Israel y Hamás puso en pausa la guerra más letal en un siglo de conflicto entre israelíes y palestinos, las familias de todo el enclave se apresuraron a reunirse con sus seres queridos —los vivos, los muertos y los desaparecidos.
Los palestinos se agolparon en las ruinas de los que alguna vez fueron sus hogares y observaron ansiosamente cómo los equipos de defensa civil trabajaban entre los escombros en busca de los cuerpos de desaparecidos. Cada día del alto al fuego, el Ministerio ha registrado entre 50 y 120 cadáveres recuperados.
“Desde el momento en que comenzó la tregua, buscamos y buscamos”, dijo Samira Alshaar, de 58 años, quien regresó el domingo a la casa de la que huyó nueve meses antes cuando la ciudad sureña de Rafah se vio bajo ataque. Vio cuando su hijo, Ibrahim Qeshta, murió en un bombardeo aéreo antes que pudiera escapar con ella.
“Dejamos a nuestro hijo atrás”, agregó.
Abdullah Qeshta, el hermano menor de Ibrahim, excavó el miércoles con las manos desnudas entre el hormigón bombardeado y las varillas retorcidas, con el rostro brillante de sudor y manchado por el polvo de su vida familiar en esa casa. Durante tres días, impulsados por la adrenalina y la angustia, él y los trabajadores de la defensa civil dijeron que sólo tomaron descansos para las oraciones diarias y dormir.
Alshaar, quien observaba, expresó que sentía que perdía la esperanza.
Pero de repente, los hombres comenzaron a gritar. Arrojaron piedras y fragmentos de concreto a un lado.
En el suelo había trozos del pijama azul marino de Ibrahim, de 37 años —el que vestía el 6 de mayo de 2024, cuando los ataques aéreos israelíes hicieron que todos salieran en desbandada. Ibrahim corría en dirección opuesta y le gritó a su madre que volvería en un segundo cuando cogía mantas del interior. Entonces la casa fue impactada y las paredes se derrumbaron sobre él.
“Ese es el cabello de mi hermano. Estoy seguro: es él”, dijo Abdullah Qeshta con voz temblorosa. “Oh Dios, gracias, Dios”.
El cuerpo de Ibrahim estaba en estado de descomposición. Pero en cierto sentido, enunció Alshaar, se sentía “satisfecha”. Podía dar a su hijo la dignidad de un entierro apropiado. Podía encontrar un lugar para llorarlo.
“Puede descansar ahora”, añadió.
En una entrevista, Zaher al-Wahidi, funcionario de salud de Gaza, calculó el número de personas desaparecidas y cuerpos no recuperados en alrededor de 8.000, con base en informes de familias sobre sus seres queridos desaparecidos.
Es un cálculo imposible de verificar más de 15 meses después que Hamás lanzara un ataque transfronterizo contra Israel el 7 de octubre de 2023, secuestrara a unas 250 personas y matara a unas 1.200 —en su mayoría civiles—, lo que desencadenó la campaña de represalia del ejército israelí.
Pero los equipos de rescate, los expertos y los grupos de derechos humanos coinciden en que la cifra oficial de muertos del Ministerio de Salud —47.283, hasta el viernes, sin distinción entre civiles y combatientes— es significativamente inferior a la real. Israel culpa a Hamás de las numerosas víctimas civiles porque el grupo se incrustó en zonas residenciales.
“Desaparecido” puede significar cuerpos como el de Ibrahim, en descomposición bajo las ruinas o el sol abrasador durante meses, dicen las autoridades. En partes del norte de Gaza, donde los ataques aéreos israelíes constantes y el fuego cruzado habían bloqueado el paso de las ambulancias y los trabajadores de rescate, los residentes cuentan que encontraron cadáveres hinchados esparcidos por las calles.
Los desaparecidos, dijo al-Wahidi, también incluyen a palestinos asesinados y enterrados antes que pudieran ser identificados, o aquellos que fueron llevados a centros de detención israelíes.
Las familias que aceptan que sus parientes desaparecidos están muertos han acudido en masa a las oficinas forenses de Gaza desde que entró en vigor el alto al fuego.
El miércoles, en el principal centro forense de Rafah, los trabajadores envolvían cuerpos y montones pequeños de restos en bolsas para cadáver de plástico blancas y las colocaban en la acera. Dentro, un hombre que había sido llevado para identificar a un ser querido dio un grito ahogado y parpadeó ante una pila de huesos. Reconoció la bufanda y el zapato de un miembro de su familia que fue encontrado con ellos —exactamente quién, no era claro: estaba demasiado angustiado para hablar. Soltó un gemido mientras se inclinaba hacia adelante.
Los investigadores garabateaban nombres en las bolsas con marcador verde. Si la identidad permanecía como desconocida, etiquetaban las bolsas con números con la esperanza de que algún día la Franja de Gaza, bloqueada desde hace mucho tiempo, obtuviera las pruebas de ADN que permita a las autoridades devolver los muertos no reclamados a sus familias.
“Dejamos las bolsas numeradas en un lugar especialmente designado para que el Ministerio pueda identificarlos en el futuro”, dijo el médico Ahmed Zuhair, director del Departamento de Medicina Forense de Rafah. “Todo lo que podemos hacer es pedir a los organismos internacionales que, por favor, nos ayuden”.
El miércoles, las autoridades dijeron que algunos de los cuerpos recuperados habían salido a la superficie cuando las lluvias recientes arrastraron capas de tierra o fueron desenterrados por perros salvajes que desgarraron y dispersaron las extremidades de las personas.
Los demás restos fueron encontrados después de horas, a veces días, de cavar y arrojar a un lado montañas de escombros con poco más que palas. Los trabajadores de defensa civil informaron que Gaza no tiene más que tres excavadoras —el tipo de maquinaria pesada necesaria para el trabajo de rescate.
“Necesitamos la ayuda de cientos de especialistas en remoción de escombros y miles de máquinas grandes”, notificó al-Wahidi. De lo contrario, advirtió, “no podremos recuperar los cuerpos”.
Cada día en que el alto al fuego ha estado en vigor, Mohammad Deifallah, como decenas de palestinos más, ha acudido al centro forense de Rafah con una esperanza desesperada.
El miércoles, abrió una bolsa de cadáver tras otra, mientras se cubría la nariz con una mano debido al hedor. Dijo que su hermano, a quien perdió hace 50 días en la caótica búsqueda de un lugar seguro mientras se intensificaban los bombardeos israelíes sobre Rafah, no estaba por ningún lado.
“No sé a dónde ir. (Ya) revisé todos estos cuerpos”, refirió Deifallah al levantar una lona y encontrar un esqueleto. “Nada se le parece. Nada es siquiera reconocible”.
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DeBre reportó desde Jerusalén. Fatma Khaled contribuyó a este despacho desde El Cairo.
WAFAA SHURAFA e ISABEL DEBRE
Yahoo Noticias Agencia AP