Un experimento que empieza por meter una cánula con oxígeno por el recto de ratones, y que continúa con oxígeno en forma líquida administrado por vía anal en cerdos suena, como poco, a una broma. Y sin embargo, los resultados de este estudio pueden ser muy relevantes para los seres humanos.
Todos nos acordamos de que, hace algo más de un año, en el momento más duro de la pandemia de la COVID-19, los hospitales se encontraron con que faltaban ventiladores mecánicos para poder darle oxígeno a los pacientes. Pues bien, esta fue la idea que llevó a los autores del artículo a buscar una alternativa.
El caso es que la alternativa está ahí, en el reino animal. Entre los animales hay muchos capaces de respirar por el intestino. Desde insectos hasta pepinos de mar – animales del grupo de las estrellas y los erizos de mar, los equinodermos – son capaces de captar oxígeno por su intestino y llevarlo hasta el torrente sanguíneo. Pero también algunos peces.
Así que el mecanismo está ahí. Pero ¿realmente está ahí? ¿Puede un mamífero captar oxígeno por el intestino, respirar por el ano?
El primer paso de los investigadores fue utilizar modelos animales. Y el más simple, sencillo y barato son los ratones. Colocaron a ratones en un ambiente pobre en oxígeno y comprobaron cuánto tardaban en fallecer. De media, once minutos. Después repitieron el experimento, pero introduciendo una cánula con oxígeno para que llegase al recto, y en ese caso los ratones sobrevivían 18 minutos. Una mejora, sin duda.
Pero no lo suficiente. Así que había que pensar en un siguiente paso, que era mezclar el oxígeno con un líquido que se emplea en ciertas circunstancias médicas – como en recién nacidos con problemas pulmonares – que se conoce como perfluorodecalina (PFD). El oxígeno se mezcla con este líquido, que sirve como medio de transporte.
Cuando se trataba con esta mezcla de PFD y oxígeno a los ratones en un lugar con bajos niveles de oxígeno, eran capaces de sobrevivir hasta 50 minutos. Desde los 11 minutos originales, el incremento es importante. Y encima lo hacían mientras llevaban a cabo sus tareas habituales.
Funcionaba en ratones. Pero claro, de ratones a humanos hay un salto muy grande. Si se pretendía que los resultados informasen realmente de lo que podía ocurrir en seres humanos había que elegir un modelo mejor: el cerdo.
Así que realizaron el experimento con PFD y oxígeno en cerdos. Y los resultados fueron muy prometedores. Los cerdos no sólo sobrevivían más tiempo, si no que recuperaban la coloración normal, el ritmo respiratorio, la presión sanguínea… Vamos, era como si no estuviesen en un lugar con bajos niveles de oxígeno.
Mejor aún: se podían realizar administraciones repetidas sin que apareciesen efectos secundarios. Es decir, se podía volver a introducir por el recto el líquido con oxígeno en varias ocasiones, manteniendo los beneficios y sin causar daño.
Todo muy prometedor, lo suficiente como para que se estén planteando pasar a ensayos clínicos, estudios en humanos. Eso sí, los investigadores son conscientes de que hay varios factores que tener en cuenta. En primer lugar, hay que determinar cuál es la dosis adecuada de PFD que ayude y no genere problemas. Segundo, que tanto los ratones como los cerdos a los que se ha administrado el tratamiento no estaban enfermos, y el estudio busca poder aplicar la técnica en enfermos que necesiten ventilación asistida, lo que supone un problema.
Y en tercer lugar, que el recto tiene su propio ecosistema de bacterias, hongos, virus y otros microorganismos, todos ellos adaptados a un ambiente con poco oxígeno. Introducir oxígeno por vía rectal puede suponer un problema para esta microbiota, y eso tendría consecuencias.
Yahoo Noticias Por José Toledo Foto internet Foto por John Greim/LightRocket via Getty Images