El agotamiento de la democracia

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PoGermán Ayala Osorio

Por ser la democracia el régimen de poder considerado la antítesis de la dictadura, se da por sentado que su funcionamiento siempre será legítimo y, por tanto, cualquier crítica por los problemas sobrevinientes siempre serán responsabilidad de los gobiernos, la clase dirigente y los pueblos que la validan, cada cierto tiempo, institucional, electoral y políticamente.

Este 29 de octubre, los colombianos irán a las urnas para escoger gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles. La coyuntura electoral en Colombia se mueve entre dos polos: extender a las regiones el proyecto político progresista que orienta el presidente de la República, Gustavo Petro o frenar su consolidación, tarea esta que asumió tempranamente y con decisión sectores de la derecha económica y política a los que no les interesa para nada cambiar las condiciones en las que opera el viejo Establecimiento colombiano.

Entre tanto, venezolanos y argentinos harán lo propio, pero en circunstancias diferentes. En Venezuela, sus habitantes votarán en las primarias de la Oposición en Venezuela, de donde saldrá el candidato o candidata que enfrentará, tiempo después, al eterno Nicolás Maduro. El régimen de Maduro se mueve entre ser una dictadura de corte socialista (del viejo socialismo soviético) o una, fruto de la eliminación de la división de poderes, esencia de la democracia. Podríamos hablar de una democracia restringida. Por el lado de Argentina, los gauchos salieron hoy a sufragar para elegir a quienes, en segunda vuelta, se disputarán el derecho a gobernar por 4 años. Javier Milei aparece como un claro clasificado a la segunda vuelta. Se trata de un mesías, burdo al hablar, que propone reducir el tamaño del Estado, dolarizar la economía y acabar con la casta corrupta argentina.

En los tres países noto un agotamiento del sistema democrático. Para el caso colombiano, y de acuerdo con las denuncias de instituciones oficiales y de medios alternativos, cientos de candidatos cuestionados por corrupción llegarán a gobernaciones y alcaldías, con el firme propósito de evitar, justamente, la profundización de la democracia en los términos planteados por Chantal Mouffe. El porcentaje de abstención y el voto blanco dan cuenta del agotamiento y de la pérdida de credibilidad de un sistema que parece inmejorable, pero que arrastra sempiternos problemas asociados a la también eterna corrupción público y privada en los tres países señalados, gracias a la captura del Estado y su posterior privatización.

Hay momentos en los que la democracia se agota o termina agotando a los pueblos y a los ciudadanos que hacen visibles las prácticas y los valores democráticos. Por ejemplo, las votaciones y las movilizaciones que convocan los gobiernos y los sectores de la oposición hacen posible hablar del agotamiento de la democracia; a la extenuación de la democracia se suman la pobreza, el hambre, la corrupción y la operación de Estados cada vez más capturados por mafias corporativas asociadas a ideas propias del neoliberalismo. Venezuela y Colombia, recientemente, vienen experimentando en las calles enfrentamientos ideológicos, políticos, racismo y clasismo, que le restan valor a la democracia.

Las promesas de cambio también aportan a la consunción de los regímenes democráticos, en particular cuando lo propuesto se asume con un carácter maximalista y las masas populares lo entienden como un “borrón y cuenta nueva” de todo lo negativo que las grandes mayorías han soportado. Y eso, es un imposible. Colombia lo está viviendo con la llegada de Petro y su idea del cambio; y lo puede vivir Argentina si Milei triunfa y llega a la Casa Rosada. Aunque podría llamarse la Casa Tostada, por las locuras con las que sale Milei.

Las guerras también aportan su grano de arena a la lasitud de las democracias en tanto que Estados democráticos le apuestan a la guerra o se comportan como Estados terroristas, para saciar la sed de venganza que guía la vida de primeros ministros o presidentes. Es el caso de Israel que se auto proclama como un Estado democrático, pero se comporta como un Estado terrorista y genocida.

En particulares coyunturas sociales, económicas y políticas, y debido al agotamiento de la democracia como referente de civilidad, emergen líderes carismáticos que ofrecen invisibles cerramientos a la democracia, entendidos por los ciudadanos como única salida y solución a los graves problemas que aquejan a las democracias más desarrolladas y a otras que sobreviven en medio de afugias que comprometen la vida de cientos de millones de ciudadanos que validan todo el tiempo vivir en democracia, solo por ser lo contrario a las dictaduras.

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