¿El amor digital también tiene derechos? Análisis académico desde la psicología jurídica

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Las relaciones amorosas están cambiando profundamente en la era digital, donde el cortejo, la intimidad y la convivencia pueden darse sin contacto físico, a través de plataformas virtuales que permiten vínculos emocionales reales y duraderos.

Esta transformación plantea retos emocionales y legales, ya que las parejas digitales enfrentan conflictos como celos o dependencia, y al mismo tiempo exigen reconocimiento jurídico, lo que implica repensar el concepto tradicional de unión marital.

Estos temas son abordados en el libro “La pareja y la adquisición de derechos en el metaverso y la realidad virtual”, que será lanzado el próximo 1 de agosto a las 5:30 p. m. en la Editorial Ibáñez.

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En un mundo donde lo físico y lo virtual conviven cada vez con más naturalidad, las relaciones amorosas también están experimentando una mutación profunda.

El cortejo, los vínculos afectivos e incluso la convivencia en pareja ya no necesitan un mismo techo o la cercanía corporal para consolidarse.

Hoy, muchas historias de amor nacen, crecen y se sostienen entre chats, emojis y plataformas inmersivas. Y aunque parezca ciencia ficción, estas uniones comienzan a exigir algo que durante siglos se dio por sentado en el plano físico: derechos.

En este nuevo contexto, se vuelve urgente preguntarse: ¿puede una relación en el metaverso ser considerada una unión marital de hecho? ¿Qué pasa con los celos, la infidelidad o la intimidad cuando el cuerpo no está presente, pero las emociones sí? ¿Estamos preparados, como sociedad y como sistema legal, para entender y proteger las nuevas formas de vincularnos?

Relaciones digitales con impacto emocional real

La respuesta empieza por reconocer lo más importante: detrás de cada interacción digital, hay una conciencia y una voluntad humana. Las emociones expresadas en entornos virtuales no son menos reales.

“Las interacciones emocionales y los vínculos afectivos que trascienden las fronteras físicas están transformando la forma en que las personas se vinculan”, explica Sonia López Rendón, docente de psicología jurídica del Politécnico Grancolombiano y autora del libro “La pareja y la adquisición de derechos en el metaverso y la realidad virtual”, que reúne la investigación que ha realizado durante años.

Según ella, espacios como el metaverso están creando nuevos escenarios para el cortejo, la construcción de comunidades afectivas e incluso la conformación de parejas con proyectos de vida en común. “En este universo digital, al que llamamos ‘phileverso’, también hay intimidad, complicidad y deseo de permanencia. Y si hay vínculos sólidos, también hay necesidad de reconocimiento jurídico”.

El giro no es menor. Las relaciones de pareja que antes necesitaban de la convivencia cotidiana para configurarse como unión marital de hecho, hoy pueden surgir entre dos avatares que interactúan durante meses o años en plataformas inmersivas, con rutinas compartidas, acuerdos afectivos y una experiencia emocional intensa. Desde la neuropsicología, incluso, se ha demostrado que este tipo de conexiones puede activar los mismos sistemas dopaminérgicos de recompensa que se estimulan en una relación presencial.

Pero no todo es idilio digital. Este tipo de vínculos también abre la puerta a nuevas formas de conflicto, dependencia emocional o idealización extrema. La ausencia de lenguaje corporal, por ejemplo, puede dificultar la lectura de señales clave, mientras que la constante exposición a interacciones públicas comentarios, likes y coqueteos virtuales puede generar celos, ansiedad y conductas compulsivas en la búsqueda de validación.

¿Relación tradicional o digital? ¿Qué los diferencia?

A simple vista, las relaciones tradicionales parecen más “reales” por su cercanía física, pero las del entorno digital no son menos intensas. Cambia el escenario, no necesariamente la emoción.

En lo tradicional, los gestos, el contacto y la convivencia diaria marcan el ritmo del vínculo. En lo digital, se impone la comunicación constante, la imaginación compartida y la creación de códigos propios en espacios que, aunque virtuales, se viven con enorme carga afectiva.

En el metaverso, dos personas pueden compartir rutinas, establecer pactos, atravesar crisis e incluso experimentar rupturas tan dolorosas como las del mundo físico. La diferencia está en cómo se construyen y representan esos afectos. Este nuevo panorama exige nuevas herramientas de análisis, no basta con aplicar los criterios clásicos de pareja, es necesario entender cómo el deseo, la intimidad y el compromiso se reconfiguran cuando el cuerpo no está, pero el lazo emocional sí.

¿Y qué dice la ley?

A nivel legal el reto es aún mayor. ¿Cómo demostrar que una pareja formada en la virtualidad ha consolidado una unión con fines permanentes? ¿Qué ocurre con los derechos patrimoniales, en caso de separación, o la validez de acuerdos firmados entre avatares?

La reciente investigación liderada por la docente del Politécnico Grancolombiano plantea un enfoque integral que combina derecho y psicología para responder a estas preguntas.

A través de un análisis comparado de legislaciones, teorías psicológicas y experiencias culturales, profundiza en fenómenos como la configuración emocional de la intimidad sin contacto físico, la evolución histórica del concepto de pareja y las políticas públicas, necesarias para proteger la salud mental en relaciones que ya no dependen del cuerpo, sino del vínculo emocional sostenido en línea.

“Así como las relaciones físicas evolucionaron desde modelos centrados en la reproducción hacia un proyecto afectivo de vida, hoy debemos entender que las uniones en el entorno digital también están pidiendo su lugar, no solo en el corazón de las personas, sino en la ley”, concluye la autora.

Este debate urgente y fascinante será presentado con más profundidad en el lanzamiento del libro “La pareja y la adquisición de derechos en el metaverso y la realidad virtual”, que tendrá lugar el próximo 1 de agosto a las 5:30 p.m. en la Editorial Ibáñez (Cll. 37 # 19 – 07, Bogotá). Una oportunidad para mirar de frente el amor contemporáneo, con todos sus códigos, retos y promesas digitales.