El día en que los hombres mordieron a los perros

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Foto de https://capsulasdecine.blogspot.com/

Por Arturo Guerrero, socio del Círculo de Periodistas de Bogotá*

El hecho sucede una vez cada diez años, como para que la memoria del mismo no se borre. Alguien abandona en un taxi un maletín con papeles que no son importantes y con varios miles de pesos o dólares. Al día siguiente el taxista va a la comisaría de policía y entrega el maletín intacto.

El asunto puede suceder en Bogotá o en Nueva York, y la reacción de la prensa es la misma: fotografía del azotado conductor al recibir un cheque de recompensa y proclama del mismo como héroe de una virtud  hace tiempo desaparecida, la honradez.

La anécdota, aparentemente intrascendente, pone en cuestión la teoría de que solamente las noticias malas tienen acogida entre el público, de que los periodistas tienen una preferencia incontenible por la noticia negativa y de que lo positivo no es noticia porque es lo que se espera normalmente de la humanidad.

En primer lugar habría que advertir que no son los acontecimientos malos los que ocupan la preferencia de los lectores y de los periodistas, sino, los hechos que se salen de lo común. Aquí resultaría más verídica la metáfora del hombre que muerde a un perro.

Pero, supongamos que por una extraña epidemia, de esas producidas por la bomba atómica, en cierta región del planeta los hombres comenzaran compulsivamente a morder a los perros de la calle y eso sucedería no durante una semana ni un mes, sino durante los años necesarios para que un doctor Patarroyo inventara la vacuna correspondiente.

Los primeros días, obviamente, serían de gran alboroto periodístico en torno de los mordiscos humanos y de las cicatrices de los perros.

Con el tiempo la repetición del fenómeno de descartaría como noticia, porque en esa región contaminada lo que habría que esperar normalmente de la humanidad serían los mismo aburridos mordiscos que otrora le diera el premio Simón Bolívar al eterno Yamid Amat.

Cuando el doctor Patarroyo anunciara a la comunidad científica internacional su vacuna anti mordisco humano, el premio de periodismo sería, evidentemente, para el primer fotógrafo que captara al perro que sin ningún temor arriesgara su hocico mordiendo a un hombre completamente curado.

Al día siguiente el titular del pie de foto correspondiente sería: “En Villa tuna, por fin un perro mordió a un hombre”.

Es claro que lo que se espera normalmente de la humanidad, como lo indica a la letra el adverbio, es que esa humanidad se sujete a una norma establecida. Pero sucede que estamos en los tiempos de la caída de todas las normas, de la violación de todas las leyes, del mancillamiento de todos los principios.

De manera que quien, heroica o forzosamente, se arriesgue a cumplir con las normas de antaño puede perfectamente merecer primera página, como sucede con los taxistas honrados, o con los pagadores de impuestos, o con los sobrevivientes de la noche, o con los labriegos que todavía siembran a pérdida. Así, desde ya se podría proclamar como la noticia del año una que comenzara de la siguiente manera: “Medellín. Ningún cadáver apareció ayer en las cunetas de la muerte, reportó extrañado el comandante de la policía de Antioquia, quien aseguró no estar muy convencido de su propia versión”.

*Columna publicada en Gaceta, en octubre de 1988