El elefante más alto de Bogotá: Parte 1

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Por Julián Escobar

En 2008 se anunció un proyecto que pretendía cambiarle la cara al centro de Bogotá. Con pauta en horario estelar en la emisora más grande de la época, la W Radio, se hizo el lanzamiento de lo que sería el edificio más alto de Colombia que se anunció se llamará el BD Bacatá, ubicado en la calle 19 con carrera sexta, donde estuvo un hotel lujosos de épocas pasadas.

Sus 216 metros de altura plantearon que el centro de volvería denso, lleno de usos variopintos y prácticamente un segundo Manhattan con los edificios más altos posibles. Inmediatamente varios empresarios comenzaron a anunciar proyectos. Uno fue el Centro Comercial Unicentro con su torre de 25 pisos ubicada en la calle 127 con 13, otra el Teleport Center con tres torres en la calle 116, el North Point en la 155 con otras dos torres y muchos otros con una apuesta de densificar la ciudad. Fue la explosión de los rascacielos que verían la luz en la década del 2010. Pero lo que intentó subir como espuma nunca comenzó. Algunos nunca arrancaron y el BD Bacatá que fue el precursor fue un fracaso.

En los años 2000 Bogotá era una ciudad de casas. Era muy poco común ver edificios y salvo algunas excepciones en la parte norte de Bogotá y en el centro, no había grandes edificaciones. También abundaban los potreros en la mitad de las construcciones. Una ciudad que se estaba empezando a densificar cuando el país comenzó a consolidar sus centros urbanos y a abandonar el campo, ofrecía todas las oportunidades de vivienda que se quisieran para todos los estratos y a un precio razonable.

Era común que la mentalidad de esa época fuera para las viviendas, comprar una casa y para las empresas construir un edificio. Las familias de tres hijos eran comunes en todos los estratos e incluso de más integrantes. Además, el país vivía un resurgimiento económico por la recuperación del orden público y la capacidad productiva del aparto económico.

Es así como el BD Bacatá ofrecía en un momento clave para la naciente clase media una oportunidad de inversión, que vendría acompañada de otras similares. El futuro de Bogotá estaba en los edificios residenciales de alta densidad para recibir rentas y con metrajes cada vez más reducidos. Otras opciones de inversión vendrían en la forma de complejos vacacionales para un turismo nacional resurgido, en bodegas para la exportación y en lugares de espectáculos para la nueva clase media. Así una empresa llamada BD Promotores vio esas oportunidades. Por el lado de la densificación estaba el Bacatá, para el turismo el BD Cartagena que surgiría años después y para exportación el BD Marantus en Barranquilla que era un centro logístico.

El riesgo que se percibía era prácticamente cero ¿Cómo un proyecto de esta envergadura que tiene espacios en los medios más importantes de comunicación podría fallar? Había figuras importantes como modelos, periodistas y empresarios invirtiendo. Además, el constructor y los promotores venían de España. Personas muy serias todas. El dueño, Venerando Lamelas, un catalán con aire de estrella de cine, tenía espacios para explicar su proyecto donde quisiera y lo ayudaba su aspecto de actor de televisión que generaba entusiasmo sobre un país que ahora era un modelo para seguir en turismo y construcción y el lugar donde debería invertir toda Colombia.

El mercadeo era perfecto para el edificio. El proyecto salía en documentales pintándolo como una nueva forma de ciudad, equiparándolo con un rascacielos de una ciudad como Shanghái o Dubái que por esa época acaparaban la atención de las constructoras. Era una apuesta novedosa y se intentaba contrastar el pasado con el futuro de la que sería una empresa icónica que abriría el camino a otros constructores.

Lo primero que se debía hacer era demoler el edificio que estuvo por más de cuarenta años, el Hotel Bacatá, donde estrellas como el cantante Miguel Bosé o la diva de la salsa, Celia Cruz se hospedaron cuando dieron conciertos en Bogotá. Para eso, el 6 de abril de 2011, se dio una venta de garaje del hotel. Se vendió todo lo del antiguo que fue de la propiedad como: cristalería, muebles, ropa de cama, vajillas, todo de una elegancia que a precios irrisorios era la oportunidad para alguna familia humilde de hacerse a un mobiliario elegante. Era un mensaje para afirmar lo obvio: El pasado de este hotel tan lujoso, no es nada comparado contra lo que viene.

Los símiles en la región también eran fáciles de hacer. En el año 2011 se inauguró en Panamá un hotel parecido llamado Donald Trump Ocean Club. Hay ciertas similitudes entre los dos proyectos y fue la atención que atrajeron los desarrolladores. Trump claramente en ese momento fue una estrella de televisión, hacía una que otra aparición breve en películas y tenía una imagen de ser el más famoso de los empresarios del momento, incluso por encima de magnates como Bill Gates, de Microsoft.

Esta fue la imagen que lo llevaría luego a ser presidente. Venerando Lamelas claramente buscó esta dinámica para su ser. El desarrollador consentido de la prensa, cuyo proyecto en la ciudad de las casas era moderno, todo un visionario. Además, el turista bogotano que por los años del 2010 iba a Panamá y se encontraba con una ciudad de rascacielos, viaductos que atravesaban el mar y la construcción de la primera línea del metro, siempre afirmaría:

Qué atrasados estamos. Que hagan los rascacielos que sea. Seguro eso modernizará Bogotá.

Hay que recordar que el alcalde electo de Bogotá en 2008, Samuel Moreno había prometido un metro y un tren de cercanías. Su sucesor, el alcalde Gustavo Petro también prometió un metro subterráneo por la carrera 13 entre la calle 26 y la calle 127. Los dos intentos nunca vieron la luz, pero generaban ilusión. La infraestructura del país también se venía modernizando. La doble calzada fue la figura que se empleó para esto y las vías de Bogotá a ciudades como: Villeta, Sogamoso, Girardot y Villavicencio se estaban construyendo.

Había ampliación de ciertas vías en Bogotá como la calle 26 la cual además traía su Transmilenio abordo. El país estaba en obra comenzando desde su capital y era hora de que la ciudad se pareciera a las del vecindario y, que Bogotá les saliera adelante a todas con un estilo de vida moderno. Lamelas entonces era un modernizador, un visionario de otra latitud que volvería a Bogotá una ciudad europea como las que había en su región catalana.

Además, su edificio iba en contra de la conservadora escritura de propiedad colombiana que no permitía el desarrollo de obras. El edificio se planteó con una figura rara de propiedad para la época que se denominó fidis. Nadie comprendía ese acrónimo y la pregunta era obvia:

¿Qué es una fidi? -.

Colombia siempre tuvo una propiedad informal. Los lotes invadidos no eran raros y el blindaje eran las escrituras. Pero por esta informalidad surgieron unos vehículos extraños llamados carta ventas, que no tenían ninguna validez y consistían en promesas construidas en arena de una posible parcelación a futuro. Por estos las fidis sólo eran una vaguedad y algunos pensaban que era una acción de un club, una carta venta y otras teorías que nadie comprendía. Con este antecedente las fidis podrían ser esto o no serlo, nadie sabía.

Nuevamente ingresan los medios de comunicación para explicar las primeras fidis del país.Como ejercicio claro y preciso, la W Radio que acompañó el proceso desde su inicio e invitó a conocer la figura la define para todo el público. Para esto hubo una feria de fidis en Medellín donde un artículo de la década de los 2010 explicaba fácilmente el concepto a todos:

“FIDI por su abreviación de siglas, significa figura internacional de derecho fiduciario inmobiliario y es el nombre que BD Promotores Colombia creó para comercializar la participación de los derechos fiduciarios”. Era una figura para de cierta manera, hacer una vaca para participar en una inversión al no tener capital suficiente. BD Promotores en un video del 2014, habla de la “democratización de la propiedad” que estaba supervisado por la Superintendencia financiera y que, en caso de no llevarse a cabo el proyecto, devolvía el dinero con intereses a sus inversionistas.

Para administrar la figura se debía ir a una fiduciaria y la encargada de la gestión de los fondos de la propiedad fue Acción Fiduciaria. El inversionista ingresaba a un proyecto visionario. Un edificio alto en una ciudad de casas, modernizando el centro de Bogotá, demostrando que la propiedad era posible hasta para el más humilde y además a cero riesgos.

Era el momento de ser parte de esa familia de BD Promotores: BD Bacatá, BD Cartagena Beach, BD Marentus en Barranquilla, temas con mucho futuro. Con tanto respaldo de medios comunicación, fiducias, extranjeros y otros, nada podría fallar. El proyecto no era tan barato como lo pintaban los medios. Para los 2010 una fidi costaba 60 millones de pesos, valor que se podía encontrar en ofertas similares en apartamentos de estrato m