En la capital de Estados Unidos, los ciervos son cada vez menos bienvenidos

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Ciervos en Takoma, un barrio de Washington, Estados Unidos (Issam AHMED)

Para algunos son un espectáculo mágico en medio de la ciudad; para otros, una plaga que come jardines y pone en peligro el tráfico y contribuye a propagar enfermedades transmitidas por garrapatas. Los ciervos, sin duda, han puesto en aprietos a la capital de Estados Unidos.

Tras haber estado a punto de desaparecer por la deforestación desenfrenada y la caza excesiva en el siglo XIX, se calcula que en el país existen más de 30 millones de ejemplares de este mamífero rumiante, la mayoría en la costa este.

En Washington, los ciervos amenazan el futuro de las 710 hectáreas de la zona boscosa conocida como Rock Creek Park, un remanso de paz frente a la vida cotidiana en la sede del poder del gobierno federal.

“Si este bosque estuviera en perfecto estado de salud, no seríamos capaces de ver tan lejos”, dijo a la AFP Megan Nortrup, funcionaria del Servicio de Parques Nacionales (NPS, en inglés), señalando un amplio claro.

En ausencia de sus depredadores naturales, los ciervos de cola blanca han devorado especies vegetales autóctonas esenciales para la biodiversidad local, incluidos los árboles jóvenes necesarios para la regeneración forestal.

La botánica del parque Ana Chuquin entra en una zona protegida con vallas para que no entren los ciervos. Forma parte de un experimento a largo plazo. La experta señala un pequeño árbol de 1,8 metros de altura que ha sobrevivido porque los ciervos no pudieron llegar hasta él.

Los ciervos prefieren la plantas autóctonas antes que las invasoras, como el viburno de tilo, una planta muy usada entre los jardineros de la zona y cuyas semillas son transportadas al parque por el viento, el agua y los pájaros.

Es una mala noticia, porque las especies locales de insectos dependen de las plantas autóctonas y los efectos de su pérdida afecta a las cadenas alimenticias, lo que pone en peligro el ecosistema en general.

-Biólogos armados-

En respuesta a la amenaza de los venados, el NPS comenzó a sacrificarlos en 2013.

La abatidas se llevan a cabo en invierno, por la noche y con el parque acordonado. Biólogos entrenados en el uso de armas utilizan escáneres infrarrojos y gafas de visión nocturna para reducir las manadas.

En 2020, el programa se amplió a otros parques de Washington gestionados por el NPS.

En su punto álgido, los ciervos superaban los 100 ejemplares por kilómetro cuadrado, cinco veces más de los 20 que los científicos han determinado como presencia sostenible.

Durante un periodo de recepción de comentarios de los ciudadanos, algunos residentes preguntaron al NPS si en lugar de disparar a los ciervos, sería posible recuperar depredadores como lobos, coyotes y linces.

En su respuesta oficial, el NPS dijo “no resulta práctico reintroducir más depredadores… dados los posibles efectos adversos para los residentes de las zonas rurales o suburbanas circundantes, especialmente la seguridad de los niños y los animales domésticos”.

Según Chuquin, hay indicios de que la gestión de los ciervos está teniendo efectos positivos en el parque, pero insiste en que la recuperación es un proceso largo.

-Caza urbana de ciervos-

A media hora de la ciudad en automóvil, en Great Falls (Virginia), Taylor Chamberlin decidió tomar cartas en el asunto.

Había empezado a trabajar en el negocio inmobiliario familiar al salir de la universidad, pero pronto se dio cuenta de que tenía otra vocación.

Armado con un arco tradicional o una ballesta, el autodenominado “cazador urbano de ciervos” se pasa el día yendo de puerta en puerta preguntando a los vecinos si quieren ayuda con los venados que devoran sus jardines.

En un entorno suburbano, dice Chamberlin, “no puedes arriesgarte a otra cosa que no sea el tiro perfecto”, ya que nadie quiere ciervos desangrándose en su piscina.

Los ciervos son tan abundantes que la temporada de caza no termina nunca, y gran parte de la carne de venado que mata Chamberlin se destina a bancos de alimentos.

Quitar una vida nunca es fácil, afirma este hombre de 38 años. Pero añade que lo conecta con el mundo natural y lo hace apreciar más la carne en su plato.

Yahoo Noticias Agencia AFP