Una modelo con dos lazos rosas cubriendo sus pezones fue probablemente lo más fotografiado del último desfile de Acne Studios.
Días antes, en el de la firma italiana Vivetta, había sucedido algo parecido: las manos de uñas rojas que suelen protagonizar los cuellos de sus camisas se habían convertido en estratégicas pezoneras que cubrían lo justo para escapar a la censura de Instagram. Y lo mismo en Tom Ford, que convirtió los sujetadores en una especie de arnés que rodeaba el pecho dejándolo al descubierto, o en Christopher Kane, donde copas de sujetador recortadas centraron la atención en la misma zona de la anatomía femenina.
Ejemplos suficientes, junto a las creaciones de Nensi Dojaka o Puppets and Puppets, para afirmar, sin miedo a equivocarnos, que de cara a la próxima primavera-verano 2023 la moda saca pecho. O pretende que lo saquen sus clientas.
La obsesión de las firmas por destacar el busto no ha dejado de crecer y multiplicarse las últimas temporadas. Si ya esta primavera-verano etiquetas como Prada, Lanvin, Loewe o Alaïa los destacaron siguiendo distintas estrategias –desde las más evidentes transparencias en plexiglás hasta con aros invertidos que marcaban su forma–, estos próximos meses de invierno la tendencia se mantiene al alza. Y/Project recrea el torso femenino desnudo en un vestido trampantojo, Schiaparelli imagina decenas de formas de potenciar el pecho (sujetadores cónicos, pezoneras, transparencias…) y Loewe, Marc Jacobs o Jean Paul Gaultier reinventan el sujetador en clave minúscula. Pero, ¿por qué se han puesto de acuerdo las marcas en “sacar un pecho fuera al puro estilo Delacroix”, que diría Rigoberta Bandini?
No es ninguna novedad que el sexo vende y solo hay que tirar de archivo y hemeroteca para comprobarlo. Sin embargo, las campañas protagonizadas por mujeres sexualizadas que dominaron los 90 no tendrían cabida en nuestro mundo tal y como lo entendemos hoy. Tras la pandemia, la falta de contacto físico de aquellos meses de confinamiento con los chándales y pijamas como único uniforme posible, provocó que las firmas respondieran con la fórmula opuesta: faldas minúsculas, escotes infinitos y, ahora también, tetas al aire. Teniendo en cuenta que redes sociales como Instagram aún censuran los pezones femeninos no parece ninguna tontería que aún sea necesario reivindicar y visibilizar el pecho.
Si en décadas pasadas mostrar piel estaba supeditado a la mirada masculina, ahora las mujeres que se atreven con estos diseños –Dua Lipa, Julia Fox o Bella Hadid– lo hacen apoderándose del discurso y enseñando el pecho como símbolo de empoderamiento. Se trata de volver a plantearse cómo se presenta y representa el cuerpo femenino. Las propuestas, no obstante, se mueven entre lo fetichista, lo surrealista, lo escultórico y el acto reivindicativo y un poco lúdico de enseñar el pecho porque sí.
Echando la vista atrás es imposible no recordar a los predecesores y pioneros que se atrevieron a mostrar o ensalzar el pecho en la pasarela mucho antes y que ahora sirven como referencia a los creadores actuales. Ahí están las esculturas doradas de Claude Lalanne que incluyó Yves Saint Laurent en el 69, la camiseta ‘Tits’ que hizo Vivienne Westwood a finales de los años 70, los bustos de Issey Miyake en los 80 o los de Jean Paul Gaultier o Alexander McQueen una década después. No es nada nuevo que a la moda le guste sacar pecho, pero todo apunta a que los próximos tiempos lo hará con más fuerza –e intención– que nunca.
Clara Ferrero
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