Por Eduardo Frontado Sánchez
En la actualidad, se habla mucho de la reinvención profesional, el encuentro consigo mismo y el cambio. Sin embargo, ¿realmente entendemos estos términos cuando los usamos tan ligeramente? Personalmente, considero que la reinvención profesional no es necesariamente una transformación total, sino más bien una capacidad de adaptabilidad a los nuevos tiempos que vivimos.
Cuando elegimos una profesión, lo hacemos por voluntad propia y por intereses que van más allá de obtener un título; son elecciones arraigadas en nuestra esencia. A lo largo del tiempo, nuestros intereses, experiencias y metas pueden cambiar, pero más que reinventarnos, nos adaptamos a lo que yo llamo nuestro “proyecto de vida”.
Es cierto que la palabra “reinvención” se ha vuelto común y trillada. En lugar de eso, creo que deberíamos buscar y entender nuestras fortalezas y debilidades, lo cual forma parte de nuestra lucha interna diaria. Conocer estas fortalezas y debilidades nos ayuda a comprender nuestra verdadera misión en la vida y para qué estamos aquí.
No obstante, esto no implica que solo tengamos un camino en la vida. Los caminos son diversos y se van abriendo según nuestra madurez y nuestros intereses. Los llamados “puntos de quiebre” no son más que elecciones que nos envía la vida para que salgamos fortalecidos y con mayor claridad sobre nuestros objetivos.
La humanización es clave en nuestra profesión. Aunque la tecnología es un elemento de apoyo en nuestra evolución, nunca podrá reemplazar por completo la esencia humana.
En resumen, la reinvención profesional va más allá de cambiar de dirección; se trata de adaptarse constantemente, comprender nuestros propios caminos y mantener la humanidad en todo lo que hacemos. Es un viaje de autoconocimiento y crecimiento continuo en el que cada elección nos acerca más a nuestra verdadera esencia y propósito en la vida.