En una casa del popular barrio bogotano 7 de Agosto, que pasa desapercibida entre los talleres de mecánica que proliferan en el sector, echó raíces una pequeña planta cervecera cuyos maestros son desmovilizados que han hecho de esta iniciativa una de las más exitosas de los exguerrilleros de las FARC.
Al frente de la planta en donde se produce la cerveza artesanal “La Roja” está Rubén Darío Jaramillo, uno de los más de 13.000 exguerrilleros que en noviembre de 2016 se sumaron al acuerdo de paz para dejar las armas y volver a la sociedad.
Luego de evaluar nombres como Guerrillera o Marquetalia (caserío del departamento del Tolima donde nacieron las FARC en 1964) se decantaron por La Roja porque es neutro y no se asocia con el pasado.
“No ha sido fácil pero ahí vamos cumpliendo el acuerdo que firmamos en 2016. El Gobierno ha fallado en varias cosas, como en la entrega de tierras para desarrollar otros proyectos, pero esperamos que cumplan, que lo hagan”, dice con palabras atropelladas Jaramillo, que estuvo 32 años en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ahora partido político Comunes.
Esta es una de las distintas iniciativas, individuales y colectivas, de los exguerrilleros que permanecen en los antiguos 26 Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR).
APOYOS GUBERNAMENTALES
Según el partido Comunes, los proyectos productivos abarcan líneas como ganadería, piscicultura, apicultura, turismo, confecciones, supermercados y otros en de transformación como cerveza (La Roja y La Trocha), miel, café y panela, entre otros.
Al respecto, el Consejo Nacional de Reincorporación (CNR) explica que el año pasado fueron aprobados 39 proyectos colectivos y 1.326 individuales, a los que están vinculadas 2.599 personas en proceso de reincorporación. Para apoyar esos negocios fueron desembolsados 25.266 millones de pesos (unos 7,1 millones de dólares).
Este año el CNR ha aprobado 240 proyectos que vinculan a 302 personas en reincorporación con una inversión de 2.549 millones de pesos (unos 719.000 dólares).
Entre los proyectos más exitosos están los de las cervezas artesanales, una fábrica de ropa de montaña y la fabricación de muñecas de trapo.
DE LAS OLLAS A LO INDUSTRIAL
Enfundado en un overol blanco que remata con una gorra y una cofia, Jaramillo recuerda que la cervecería comenzó en 2018 en la población de Icononzo (Tolima).
“Allá en ollas de aluminio y con una estufa alimentada por gas producíamos hasta 25 litros (de cerveza). Pero allá no estaban dadas las condiciones para crecer y por eso llegamos a Bogotá en donde podemos producir unos 4.000 litros en un mes”, explica Jaramillo.
Ahora la planta está dotada con elementos industriales que “nos permiten producir más y de forma más tecnificada”, dice Jaramillo, quien aprendió los secretos para fabricar cerveza artesanal de personas que los apoyaron tras la firma del acuerdo de paz.
“Y aquí estoy con ganas de seguir ampliando la planta porque la idea es que esto se replique en varios lugares del país porque puede dar trabajo a los excombatientes y también al campesino que cultive lo que se necesite para hacer el producto, como la cebada”, añade.
Cada cerveza en la fábrica cuesta 4.500 pesos (unos 1,26 dólares), y ha sido de “buena aceptación entre los consumidores que de esta forma apoyan una iniciativa de paz”.
PRODUCCIÓN A PEQUEÑA ESCALA
La planta de La Roja comenzó con 100 millones de pesos (unos 29.000 dólares), de los cuales la mitad fueron de un préstamo y el resto del dinero fue aportado por un congresista del partido o recursos propios.
Las ventas les permiten pagar salarios y ayudar a otros desmovilizados en salud, educación y construcción de jardines infantiles.
Otro anhelo los cerveceros es que el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) les otorgue la licencia para “quedar absolutamente legales”.
De momento, La Roja no está en las grandes superficies de ventas por lo que su comercialización se hace en tiendas y algunos bares de Bogotá.
“La gente nos llama y nos hace un pedido. Nosotros se lo llevamos a sus casas, a las tiendas o a los negocios que nos la piden. Funcionamos mucho por pedidos”, puntualiza Jaramillo.
En los casi cuatro años que lleva al frente de la planta se las ha arreglado para producir varios tipos de cerveza e, incluso algunas conmemorativas que son acompañadas por etiquetas en las que aparecieron Policarpa Salavarrieta, heroína de la independencia colombiana, más conocida como “La Pola” que es además el nombre coloquial de la cerveza en el país.
También sacaron una versión con el nombre de Pedro Antonio Marín, alias “Manuel Marulanda Vélez” o “Tirofijo”, el fundador de las FARC, o de “La Gaitana”, una indígena del siglo XVI que lideró a los suyos contra los conquistadores españoles.
Aunque reconoce que Colombia está en una economía global a Jaramillo no se le ha pasado por la mente vender la planta a otra compañía.
“No pensamos venderla así tengamos una buena propuesta económica porque esto representa un esfuerzo no solo de los que trabajamos acá, sino que es la extensión de los acuerdos de paz a través de los cuales podemos tener un medio de subsistencia ayudar a otros exguerrilleros que están en otras partes del país”, dice.
LAS DOS CARAS DE LA MONEDA
El exguerrillero tiene un sabor agridulce del acuerdo de paz pues considera paradójico que gobiernos extranjeros y organismos internacionales los apoyen y que el Gobierno colombiano, asegura, demore su implementación.
“Muchos de nosotros pudimos terminar la educación básica en los ETCR, otros recibimos capacitación del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), pero el Gobierno no ha cumplido con la seguridad que nos debe brindar; no hay tierras, los lugares en donde viven compañeros no tienen servicios públicos, carecen de salud. Eso es incumplimiento”, asegura.
De todos modos, dice, los firmantes de la paz de los cuales han sido asesinados más de 250, “seguimos apostando por lo que firmamos” porque lo mejor de ese acuerdo es “que cuando se logre implementar podremos vivir mejor”.
Ovidio Castro Medina
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