Los ecos del silencio

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En la última cena en Florencia, Caquetá, del Gran Consejo de Redacción de Consonante, un encuentro anual en el que participan más de treinta periodistas (esta vez de cinco municipios de Colombia), cuatro seres compartimos en una esquina de la mesa.

En esa seducción orientada por la diferencia, me detuve en quien no pronunciaba palabra alguna. Hay en eso manifiestos explícitos sobre lo que existe. Mientras, un televisor nos mostraba imágenes colosales de la selva amazónica. Y en esas, un close up a un jaguar a punto de seguir caminando entre nosotros.

Recordé la frase de Jorge Luis Borges, “Dios creó al gato para darle al hombre la oportunidad de acariciar un tigre”. Y Haitin Herrera, periodista de Fonseca, La Guajira, intervino con el felino enfrente diciendo: “su belleza es casi retadora”.

Todas y todos dejábamos que las imágenes de la espesura vegetal inundaran el hipotálamo mientras llegaba con qué llenar el estómago. Y un comentario más se oyó: “qué tristeza, todo eso lo hemos destrozado”. El abatimiento ha sido una respuesta inmediata ante la nadería que somos entre el espectáculo natural que nos cobija. Pero así, tan ínfimos, igual nuestros rasguños se notan.

Después intervine: “lo trágico es cómo regresa. Ese daño a la tierra es lo que nos tiene tristes”. Y entonces, quien no había dicho nada hasta ahora, Maira Alejandra Ayala, me mira fijamente y asiente con una sonrisa.
Maira Alejandra Ayala hace parte de la Asociación Ambiental de Mujeres Trabajadoras por el Desarrollo del Yarí (AAMPY).  
Foto: Hugo CárdenasHoras antes, Betsabé Molero, periodista de Consonante y proveniente del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación ETCR en Pondores, cerca a Fonseca, había notado en ese silencio el mismo encanto. Le dijo a Maira Alejandra —como parte de la bienvenida e integración de San Vicente del Caguán a la red de periodistas— algo parecido a: “me gusta lo que guarda tu silencio”.

Más tarde pregunté por ella. Quién era. Qué hacía. Y Alejandra María, tutora de Consonante, me dijo: es avistadora de aves. Vive por los Llanos del Yarí, sabana que comienza en el piedemonte de la Serranía de la Macarena. 

Esa noche, ruidos de pájaros hicieron nido en mi almohada. Maira Alejandra es una mujer silenciosa porque hasta el ruido de su presencia debe removerlo de la tierra. Entre jaguares, pumas, dantas y venados, ella busca el ave esquiva que canta para llenar el vacío del mundo. Y es un silencio voraz y necesario enfrentado al escándalo de la tala, de la maquinaria pesada para la sobreexplotación de recursos naturales, del ruido de la aspersión de pesticidas en la zona que detienen migraciones enteras de pájaros. 

Mientras nosotros sentimos angustia por la belleza, su sigilo se impone para llenar el álbum de especies endémicas que planean sobre nuestra superficie verde.

Fundación para la Libertad de Prensa – FLIP