Mujeres con discapacidad visual transforman el espacio público con un mural colectivo en Bogotá

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El Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos (Crac), en alianza con el Departamento Administrativo de la Defensoría del Espacio Público (Dadep) y con el apoyo de la Secretaría Distrital de la Mujer, presentó un proyecto innovador que marca un hito en la inclusión y la participación cultural de las mujeres con discapacidad en la capital: un mural creado colectivamente por mujeres con diferentes tipos de discapacidad.

La obra, ubicada en la calle 70 con carrera 50, se convierte en un símbolo de inclusión y justicia social. En el proceso de planeación, creación y elaboración del mural han participado 35 mujeres con diferentes discapacidades: 3 mujeres con discapacidad auditiva, 1 mujer sordociega, 3 mujeres con discapacidad física, 3 mujeres con discapacidad cognitiva, 5 mujeres con discapacidad múltiple y 20 mujeres con discapacidad visual y baja visión.

Además, a esta iniciativa se une La llama colectiva, una colectiva de muralismo feminista que busca pintar espacios para activarlos y apropiarlos, con el propósito de expandir voces, luchas, sembrar reflexiones, hacer denuncias y construir sueños.

El proceso que desemboca en esta creación colectiva hace parte de la Escuela Amarte de la Secretaría Distrital de la Mujer, un espacio de pedagogía activa que fortalece el bienestar emocional y el liderazgo de las participantes. A través de un taller de cinco módulos, gestión emocional, liderazgo inspirador, comunicación empática, trabajo en equipo y prevención de violencias basadas en género, las mujeres desarrollan habilidades que trascienden el arte, preparando el camino para comunidades más inclusivas y resilientes.

En estos espacios, las participantes trabajan emociones como la alegría, la tristeza, la ira, el miedo y la ansiedad, aprendiendo a identificarlas y canalizarlas de manera saludable. De esta forma, adquieren herramientas prácticas que no solo fortalecen su confianza personal, sino que también las convierten en gestoras emocionales en sus entornos familiares y comunitarios.

“Creemos que la rehabilitación no solo devuelve autonomía, también abre caminos para que las personas con discapacidad visual sean protagonistas en la vida cultural y comunitaria. Este mural colectivo demuestra que la inclusión se construye con talento, creatividad y alianzas sólidas. Ver a estas mujeres liderar con su arte es una inspiración para toda la sociedad”, afirma Gladys Lopera Restrepo, directora general del Crac.

El mural invita a repensar la manera en la que se entiende el cuerpo y el espacio público. Las mujeres que participan en este proyecto afirman que su trabajo no busca ajustarse a ideas de normalidad, sino reclamar el derecho a existir y ser visibles en la ciudad habitando su cuerpo en libertad.

“Lo que queremos con este mural es enviar un mensaje a la sociedad: amamos los cuerpos que habitamos y exigimos justicia social. No buscamos que nos vean como cuerpos ‘normales’, sino que se reconozca nuestra dignidad. A diario, encontramos distintos retos en el espacio público, que nos dan la oportunidad de replantear estrategias y buscar formas de cambiar la situación, porque sabemos que tenemos derecho a estar y a transformar este lugar, pero así mismo, deberes con el cuidado del mismo”, expresa Lucía Lozada, referente de discapacidad visual de la Dirección de Enfoque Diferencial de la Secretaría Distrital de la Mujer.

La alianza entre el Crac, el Dadep y la Secretaría de la Mujer permite articular arte, inclusión y participación social en un solo ejercicio ciudadano. La obra no se limita a embellecer el espacio urbano: se proyecta como una intervención pedagógica abierta, un lugar que despierta conciencia y solidaridad, invitando a reflexionar sobre la importancia de valorar la diferencia y reconocer la diversidad como un aporte fundamental a la vida en comunidad.

Este proyecto se suma a la trayectoria de más de 60 años del Crac en procesos de inclusión y rehabilitación integral. La entidad reafirma que la rehabilitación no debe limitarse a lo funcional, sino que es un camino hacia la participación cultural, política y social. El mural, en este sentido, se convierte en un legado para Bogotá: una obra que recuerda que la diferencia enriquece y que la ciudad es un espacio que debe ser habitado en igualdad de condiciones.