Si eres futbolero como yo, tendrás durante un mes tu vida acelerada, en el sofá, en tu cama, en el bar o en la oficina. Todo lo tuyo, “cerrado por fútbol”, con el uso desbordado de la palabra, porque, durante ese tiempo, todos seremos directores técnicos.
Fútbol a la lata a la hora del desayuno o del almuerzo, por los horarios.
Fútbol pijama con un enfoque de la vida diferente, sin estrés, porque no estará Colombia, por aquello del paraíso perdido… Por ello el pescado se sirve sin espinas, porque los mercenarios errantes nos eliminaron… hablo de nuestros astros, destacados en todas partes, menos en la selección Colombia ….
“fútbol el placer infinito”, “el goce absoluto”, “el arte de lo espontáneo” o “el juego de los estúpidos”.
Mundial de fútbol, con esa extraña y creciente asociación festiva del hincha y la pelota. Epicentro de héroes… y tumbas. De Fantasías, arrogancias, con pintas estrambóticas y la tecnología para evitar la socorrida frase, “errar es de humanos”.
Con futbolistas persiguiendo una pelota, las cámaras siguiendo futbolistas, policías homófonos tras la pista de los homosexuales y los adictos al sexo y las parrandas buscando la vida clandestina.
Estadios suntuosos con vida corta donde brillaran las estrellas para consolidar su fama. Será una oportunidad para “el último baile” de Neymar y su cadencia artística. Por un simulador perdido en la bruma de sus trampas.
Para ver el ritmo elegante de De Bruyne, de Bélgica y el City; las cabalgatas aplastantes de Mbappé, la espontaneidad de las gambetas de Messi, los latigazos a gol de Kane, Benzema y Lewandowsky y los últimos suspiros en el fútbol de élite de Cristiano Ronaldo.
O la corriente joven de Foden el inglés del City, Vlahovíc de Juventus y de Serbia; de Camavinga y Tchou Ameni, franceses del Real Madrid; Pedri y Gavi, juveniles del Barcelona y de España; Antony de Manchester y Brasil y Matthijs Ligt, zaguero del Bayern Múnich y países bajos.
Se viene el mundial con infinidad de formas para ver el fútbol. Con vericuetos tácticos en segundo plano porque no hay tiempo de entrenar, con la confianza extrema en la labor de equipo, el compromiso individual y la estrategia de entrenadores como comandantes en guerra.
El mundial de la ostentación, el dinero, de las críticas y repudios, de los progresos sin freno de la tecnología y el deseo de un juego sin trampas. El mundial del sol y los rascacielos de oro, de mujeres bellas, con la demostración evidente de que cuando rueda la pelota, el mundo se paraliza porque “dios, como dice el afamado escritor mexicano, Juan Villoro, es redondo”.
El mundo patas arriba con el mundial a la vuelta de la esquina. Siento el ruido de la pelota.
Por Esteban Jaramillo Osorio