Gracias al gobierno del presidente Gustavo Petro, que abrió las puertas de la universidad pública con la política de gratuidad, una historia silenciosa pero poderosa se escribe en la Sierra Nevada de Santa Marta, en el corazón del mundo.
Allí, entre montañas que parecen tocar el cielo y senderos donde cada piedra guarda una leyenda ancestral, nació una joven que hoy lleva en su mochila los sueños de todo un pueblo.
Se llama Siney Torres Villafañe, hija del territorio arhuaco y quien desde pequeña aprendió que la vida en la montaña es resistencia. Es la primera de 10 hermanos en pisar un campus universitario, una hazaña que sus padres celebran con orgullo porque saben que cada cuaderno y cada examen significan un futuro distinto. Hoy estudia Enfermería en la Universidad del Magdalena.
El camino hasta allí no fue sencillo. Su familia tuvo que bajar del nevado para enfrentar la ciudad y buscar oportunidades que parecían inalcanzables. “La trayectoria del estudio no fue tan fácil, pero tuve la responsabilidad y el esfuerzo para lograrlo”, dice Siney, recordando cada viaje, cada madrugada y cada sacrificio que la ha traído hasta este punto.
Su hermano Damián habla con claridad: “El territorio arhuaco es tan grande que muchas veces el gobierno no alcanza a llegar. Pero ahora sentimos mayor comunicación, sí se ha avanzado en la educación intercultural para los niños”. Lo que dice refleja un dilema profundo: cómo lograr que el saber ancestral y la formación académica no se enfrenten, sino que caminen juntos.
Para Siney, estudiar es también un acto de resistencia como mujer. “Nosotras necesitamos voz para defender nuestros derechos, para opinar, para demostrar que también podemos”. Y con cada palabra deja claro que su reto no es solo graduarse, sino inspirar a sus hermanas, a sus hermanos y a otras jóvenes que sueñan con algo más allá de la montaña.
Como ella, más de 902 mil estudiantes en Colombia cursan gratis la carrera de sus sueños. Detrás de esa cifra están las historias de familias que nunca imaginaron ver a sus hijos en una universidad. La inversión de 2,6 billones de pesos en educación superior pública no es un número frío, es la llave que abre puertas para que los sueños no se queden atrapados en la geografía.
Los arhuacos lo viven distinto: “Cuando una persona de la familia sale adelante, todos sentimos que es nuestro logro”, dice Damián. Por eso, cuando Siney aprueba un semestre, no es solo ella la que avanza, es toda una comunidad que celebra en silencio, como si la nota en un examen fuera un triunfo colectivo.
Ella sueña con volver a la Sierra, diploma en mano, para unir lo que aprendió en la universidad con lo que siempre supo de la medicina tradicional. “Allá existen plantas, y aquí aprendo de medicamentos. Lo que quiero es complementar los dos conocimientos”, explica. Así, su futuro no será solo el de una enfermera, sino el de un puente entre mundos.
Siney, al igual que otros jóvenes, por primera vez está teniendo la oportunidad de estudiar en la universidad sin pagar un peso. Todo porque con el proyecto del presidente Gustavo Petro, la educación se convirtió en derecho y florece el talento sin importar si viene del nevado más alto o de la orilla más lejana del mar.