El comerciante esbozó una amplia sonrisa mientras se acomodaba en su carruaje nuevo. En esta ciudad había logrado vender a muy buen precio, todo su cargamento de especias traídas de Estambul. Su riqueza era considerable y ahora mucho más.
Con esos pensamientos mirando por la ventana se fijó en el borde del camino. En el pasto estaba acostado un hombre su ropa mostraba el desgaste de una vida muy dura, de pronto tuvo un pensamiento, ordenó imperiosamente parar el coche, tomó uno de sus anillos de diamante que valía una pequeña fortuna, toda una familia podría vivir bien por años, se acercó sigilosamente al hombre que dormía y en uno de los bolsillos del saco, que alguna vez tuvo el color azul, lo depositó.
Ahora su sonrisa aumentó: seguro la vida de este hombre cambiaría significativamente y mejor aún si lo consiguió sin que se diera cuenta.
Al año siguiente, regresó con un nuevo cargamento de especias, éste aún más grande que el anterior, imaginaba de seguro que sus ventas serían mejores, pensó por un momento en el hombre al que le había dejado el diamante ahora sería uno de sus compradores podría tener una tienda y trató de recordar la cara para buscarlo dentro de sus clientes nuevos, sus pensamientos se detuvieron de repente y casi en el mismo sitio, vio al hombre con el mismo saco sentado a la vera del camino, ahora despierto.
El mercader saltó del coche antes de que se detuviera y sin siquiera saludarlo, lo increpó: pero, ¿cómo es posible que esté aquí? con esa ropa mugrienta, con ese pelo descuidado, el hombre levantó la mirada extrañado y al ver a ese señor con sus ricas vestimentas bajarse de ese majestuoso coche y hablarle, le dijo: perdone mi gran señor, pero yo soy solo un pobre. ¿Cómo vas a ser pobre?, dijo el mercader casi vociferando. Hace un año te vi en este mismo lugar y dejé en el bolsillo de este saco mugriento, uno de mis anillos más valiosos de diamante, el hombre sin entender mucho, metió la mano en el bolsillo, su expresión cambió totalmente cuándo con su mano sucia sacó el anillo, el diamante brilló, como si fuera una pequeña estrella, el mercader ahora gritando, dijo: ¿cómo es posible que no hayas hecho nada con él durante todo este año? El hombre ahora bajando la mirada, le dijo: ¨yo no sabía que tenía un diamante conmigo¨.
Todos los seres humanos tienen diamantes, pero solo unos pocos los descubren, los diamantes son las habilidades naturales que se tienen, si están en bruto, hace falta conocerlos, tallarlos, pulirlos. Los diamantes pueden ser la habilidad para tratar con personas, un entendimiento de cómo funcionan los fenómenos físicos o químicos, una conexión especial con las matemáticas, la capacidad para ayudar a resolver conflictos, el liderazgo que hace que las personas caminen hacia un ideal compartido, una vocación de servicio decidida, una sensibilidad por los colores, por las formas, que propician hacer obras de arte, un entendimiento de las notas musicales que hace que historias completas cargadas de emociones y sentimientos se conviertan en partituras.
Son muchos los diamantes que se tienen, pero para poder aprovecharlos, lo primero que hay que hacer es descubrirlos.
Que los padres sean médicos, ingenieros, abogados o grandes empresarios, no quiere decir que los hijos automáticamente los copien, y continúen lo que ellos hacen, en muchas ocasiones ese deseo termina en desastre.
Si alguien sigue un influenciador con millones de seguidores y está fascinado con esa vida de éxito, no quiere decir que él mismo pueda hacerlo.
No comparto, la frase muy usada, qué dice: ¨Tú puedes ser lo que quieras, lo importante es que te esfuerces¨.
Indiscutiblemente no es suficiente el deseo de algo para lograrlo, así se esfuerce mucho, no necesariamente va a lograr ser como la persona que ha escogido como modelo; lo primero que tiene que hacer es conocerse verdaderamente, descubrir qué es lo que verdaderamente desea, descubrir cuál es su diamante. Es probable que encuentre que puede hacer muchas cosas, pero no necesariamente quiere decir que todas ellas sean sus diamantes. ¿En qué eres realmente bueno?, ese será su diamante.
No sería mejor que durante sus años escolares, con ayuda de los padres y docentes, descubra en qué se es realmente bueno, puede ser en algo que ni siquiera se evalúa en el colegio o en las pruebas de estado como las Saber del ICFES en Colombia o las PISA de los países de la OCDE. Puede ser que tenga una habilidad para mediar en situaciones complejas, o que tenga una creatividad natural, que le permita ver las cosas, los pensamientos y los hechos de una manera diferente.
Hoy en día se habla mucho de los peligros de las redes sociales, pero el problema no es que existan y una gran mayoría las usen, el problema radica en cómo se usan, cómo se interrelacionan con ellas, no apreciarse a sí mismos, no saber en qué es realmente bueno, hace que se busquen modelos a copiar y proyectar una imagen falsa que se cree será aceptada por los otros, así sea diferente a la real, retocada porque se considera que la propia ¨no es suficiente¨, muchas veces solo es una copia de otro.
Los humanos tienen una necesidad natural de ser aceptados por los otros de ser reconocidos, de recibir palabras de aprobación de los padres, profesores y jefes, erróneamente, se cree que decirle que se ¨esfuerce más¨ así lo haga bien, es por su bien, valorar lo que hace, lo que piensa, lo que dice, propicia una apreciación personal, ayuda a descubrir diamantes, que no tienen que ser los mismos de los papás, profesores o jefes.
Es necesario que las personas sean aceptadas como son, eso no quiere decir que se limite su desarrollo, a partir de conocer el diamante que se posee se podrá volver una brillante estrella. Los actores naturales tienen habilidades con las que nacieron y cuando asisten a una Academia esperan adquirir conocimientos que, sumados a una actitud correcta y a su habilidad natural, los harán altamente competentes, podrán brillar con luz propia, como las estrellas.
¿Ya sabes cuál es su diamante?
Por Mauricio Salgado Castilla. @salgadomg