El hígado está encargado de filtrar las toxinas de la sangre, apoyar la digestión a través de la producción de bilis y regular los niveles de energía, entre otras funciones fundamentales para el organismo. Sin embargo, cuando este órgano acumula niveles anormales de grasa que no es causado por el abuso del alcohol, se presenta una condición llamada hígado graso no alcohólico también conocida como NAFLD por sus siglas en inglés.
En Colombia la prevalencia es de 20.0 – 29.9 %. Sin embargo, la Clínica Mayo indica que esta enfermedad, generalmente, no presenta síntomas, y por eso es importante hacer un seguimiento periódico del estado de salud. Ahora bien, aunque no se presenten síntomas, cuando lo hacen, pueden incluir fatiga, y dolor o molestia en la parte superior derecha del abdomen.[1]
Esta es una condición preocupante que afecta a un 25% de la población latinoamericana y si no se trata, puede progresar a una variación conocida como esteatosis hepática no alcohólica (EHNA), siendo su principal causa la obesidad, afectando al 85% de los pacientes[2]. Además, en alrededor del 75% de los pacientes, se identifica hepatomegalia.[3]
Allí, el hígado se inflama y desarrolla daño celular aumentando el riesgo de cirrosis, insuficiencia hepática e incluso cáncer de hígado, convirtiéndose en una de las principales causas de trasplante de hígado en Occidente. Puede producirse una cicatrización, conocida como fibrosis, pero el hígado posee la notable capacidad de repararse a sí mismo. Es por eso por lo que, controlar factores de riesgo al tener un peso ideal, controlar la diabetes y reducir la presión arterial pueden detener o incluso invertir la progresión de la EHNA.
Ahora bien, el aumento de las tasas de obesidad puede impactar a su vez sobre la prevalencia de la NAFLD alrededor del mundo.[4] Asimismo, otros diagnósticos que pueden incidir en el desarrollo esta patología son diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular y presión arterial alta. Además, el 90% de las personas que tienen dos o más factores de riesgo metabólico como obesidad y diabetes y niveles no saludables de grasas en la sangre, pueden sufrir de NAFLD.[5]
Es importante no dejar de lado las innovaciones que se han realizado en el sector salud. Tener acceso a desarrollos tecnológicos permite acceder a mejores opciones y rutas de tratamiento. Los exámenes de ultrasonido y las pruebas de laboratorio son herramientas poco invasivas que juegan un papel crucial en el diagnóstico oportuno del hígado graso. Estos métodos proporcionan información detallada para una toma de decisiones médicas más precisa.
“Actualmente, existen sistemas de ultrasonido que permiten definir sí un paciente sufre de hígado graso de manera temprana, lo que ayuda a realizar un seguimiento progresivo de la enfermedad de forma fácil y rápida. En solo segundos y de forma muy sencilla, el ecografista puede conocer el porcentaje de infiltración grasa en el tejido hepático, aportando información concreta que permitirá al médico tratante definir el manejo más adecuado para cada paciente” destaca Paulo Pontes, director general de ultrasonido para Latinoamérica de Siemens Healthineers.
“El avance técnico y científico en la medicina ha permitido que hoy en día, existan pruebas de sangre poco invasivas, con una mayor precisión y que ofrecen resultados a los 20 minutos de su toma. Tal es el caso de la Prueba ELF, un análisis de sangre no invasivo que mide tres biomarcadores séricos, a partir de esta medición se puede establecer el riesgo de progresión de la fibrosis hepática” comentó Helida Silva, directora de Asuntos Médicos para Siemens Healthineers, Latinoamérica.
[1] Mayo Clinic. (s.f.). Enfermedad hepática del hígado graso no alcohólico. https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/nonalcoholic-fatty-liver-disease/symptoms-causes/syc-20354567
[2] Siemens Healthineers. (s.f). https://www.siemens-healthineers.com/co/ultrasound/esteatosis-hepatica
[3] Empendium. (s.f) Enfermedad hepática grasa no alcohólica (NAFLD) https://empendium.com/manualmibe/compendio/chapter/B34.II.7.11.
[4] Estes et al. (2018). Modeling the epidemic of nonalcoholic fatty liver disease demonstrates an exponential increase in burden of disease. Hepatology. doi: 10.1002/hep.29466.
[5] Hamaguchi et al. (2005). The metabolic syndrome as a predictor of nonalcoholic fatty liver disease. Ann Intern Med. doi:10.7326/0003-4819-143-10-200511150-00009