Por MARIA CORREA *
Después de más de 200 años de liderazgo masculino en México una de las tres grandes naciones de América del Norte junto a Estados unidos y Canadá y un símbolo cultural, político y económico para el resto de América latina, ha elegido a una MUJER como Presidenta: Claudia Sheinbaum.
Esta noticia es un rayo de esperanza y un paso significativo hacia la igualdad de género en la política para todas nosotras, que vivimos en contextos de fuerte machismo y ejercicio de la violencia en contra de las mujeres. Pero ¿por qué es tan relevante?
México, Según las proyecciones del FMI para el año 2023, ha mantenido una posición relevante en la economía mundial. Su PIB nominal lo coloca en la duodécima posición, lo que refleja su contribución significativa al panorama económico global. Además, en términos de economía hispanohablante, México supera a España y se posiciona como la mayor economía de habla hispana a nivel global, esto se traduce en una mayor relevancia en el contexto internacional. Otros datos como los del Centro de Investigaciones Económicas y Empresariales (CEBR), indican que México se encuentra en el puesto número 15 dentro de la Liga Económica Mundial. Es relevante entonces en términos significativos de territorio, economía, tamaño poblacional e influencia cultural, el tipo de nación que verá a una mujer asumir la presidencia por primera vez en la historia de este país.
México obtuvo su independencia de España en 1821. Desde entonces, ha tenido una serie de presidentes, todos ellos hombres. Durante más de dos siglos, ninguna mujer había ocupado la presidencia. A partir de los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México, la población estimada del país en 2023 es de aproximadamente 129 millones de personas. De las cuales se estima que alrededor del 51% de la población mexicana son mujeres, lo que equivale a aproximadamente 65.8 millones de mujeres.
Esta nación latinoamericana como muchos otros países, viene enfrentado desafíos significativos para nosotras. A lo largo de su historia, ha habido patrones culturales y estructuras sociales como el machismo y cultura patriarcal que han perpetuado la discriminación y la violencia contra las mujeres.
El machismo es una actitud profundamente arraigada que considera a los hombres superiores a las mujeres. Lo cual ha influido en las relaciones familiares, laborales y políticas incluso en sociedades democráticas. La cultura patriarcal ha perpetuado roles de género rígidos, donde se espera que las mujeres se dediquen al hogar y los hombres sean los proveedores. Esto ha limitado nuestras oportunidades en muchos aspectos de nuestras vidas.
Hoy en día, es mucho más frecuente que, ante el abandono del hombre del hogar y las responsabilidades que conlleva la prole, las mujeres asuman el rol de proveedoras, cuidadoras, encargadas de las labores domésticas y educadoras y guías de sus hijos e hijas. Esto conlleva a un detrimento profundo de su salud física y emocional, además de obvias limitaciones para lograr sus propias aspiraciones como personas.
El paso dado por el pueblo de México es un gran avance en termino de oportunidades y representación política. La presencia de una mujer en la máxima posición de poder no solo simboliza un cambio de paradigma, sino también una oportunidad para transformar la política.
Las mujeres hemos luchado durante décadas por la paridad y esta elección marca un punto de inflexión significativo. Las dificultades que enfrentamos para acceder a cargos públicos son numerosas, desde la falta de oportunidades hasta la violencia de género en todas sus expresiones.
Las mujeres pese a los avances sociales, seguimos enfrentando ataques verbales, invisibilización, amenazas e incluso agresiones físicas simplemente por aspirar a cargos de poder. Estas amenazas no solo provienen de hombres, sino también se dan en un contexto que validan otras mujeres que, lamentablemente, han internalizado patrones patriarcales.
En México, dos mujeres, Claudia Sheinbaum y Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, captaban la mayor intención electoral. Sin duda, una mujer iba a llegar al Zócalo de México. Esto es un paso hacia la justicia, la igualdad y la transformación de la sociedad. Es un recordatorio de que el liderazgo no tiene género y de que todas las voces deben ser escuchadas en la construcción de un presente más justo, en paz, orden y armonía.
En nuestro país el presidente Gustavo Petro ha promovido políticas y acciones orientadas hacia la justicia social, la paz, la educación y el respeto al medio ambiente. Su liderazgo ha influido en la percepción de la importancia de tener mujeres en roles de poder y decisión y eso nos allana aún mas el camino.
Colombia está lista para tener una mujer al frente de la nación, un liderazgo femenino comprometido con valores progresistas. Esta líderesa deberá trabajar incansablemente para materializar la justicia en todos los ámbitos de nuestra sociedad, promoviendo igualdad y seguridad. Además, debe armonizar factores económicos y ambientales, y avanzar la nación hacia un futuro más equitativo. Sin embargo, no cualquier mujer es la adecuada; debe ser alguien que evite que el país retroceda hacia la violencia e indignidad en el que naufragó la nación en un pasado no tan lejano y que muchos y muchas con fervor casi que fratricida promueven su regreso.
Finalmente, la elección de una presidenta en un país con fuerte arraigo cultural masculino como lo es México desafía los patrones culturales establecidos y envía dos mensajes claros: primero, que hombres como Andrés Manuel López Obrador no temen empoderar y reconocer a las mujeres como sus iguales; y segundo, que las mujeres merecemos estar en la esfera política sin temor. ¡Bienvenido México al segundo piso de la Cuarta Transformación!
*Lideresa social y ambientalista por convicción
Abogada Especialista en Alta gerencia en Economía Pública
Maestrante en Paz Desarrollo y Ciudadanías