Por Mauricio Salgado Castilla @salgadomg
Cuando el Citroën DS se presentó en el Salón del Automóvil de París de 1955, el público se quedó en silencio. Frente a ellos no había un automóvil más: parecía una escultura en movimiento, una promesa de futuro, en una Europa que apenas llevaba diez años de paz.
En un solo día se recibieron más de 80.000 pedidos, una cifra que lo convirtió en leyenda instantánea. Su forma de gota de agua, la suspensión que se elevaba suavemente al encender el motor y un interior casi de nave espacial marcaron una nueva era donde la ingeniería y el arte se fundieron en una sola línea curva. El Citroën DS se fabricó hasta 1975, con 1.456.115 unidades producidas.
El DS, cuyo nombre deriva de Déesse “diosa” en francés, fue concebido por el diseñador Flaminio Bertoni, escultor italiano que, persiguiendo el amor, terminó en Francia como director de diseño de Citroën, y por el ingeniero aeronáutico André Lefèbvre.
Juntos crearon desde el Traction Avant, primer auto con tracción delantera producido en masa, con 758.948 unidades entre 1934 y 1957, hasta el utilitario 2CV y, finalmente, el revolucionario DS, que desafiaba toda lógica. Mientras los Mercedes-Benz y Rolls-Royce de la época eran estructuras rectas y pesadas, el Citroën DS parecía flotar sobre el pavimento. Su diseño orgánico, inspirado en la naturaleza y no en las normas de la industria, le dio un coeficiente aerodinámico sorprendente de 0,36, excepcional en 1955, cuando la mayoría de los autos de lujo superaban 0,50.

La suavidad sin electrónica
Décadas antes de que las computadoras regularan cada movimiento de un vehículo, la Déesse ya ofrecía una conducción que parecía mágica. Su suspensión hidroneumática, basada en esferas presurizadas con nitrógeno y aceite hidráulico, mantenía la carrocería nivelada sin importar la carga o el terreno. En caminos de piedra o ladrillo, la Diosa avanzaba con la serenidad de un cisne sobre el agua; en carretera de montaña, absorbía las curvas sin esfuerzo ni inclinaciones bruscas.
A pesar de lo sofisticado del sistema, su peso era de apenas 1.300 kg, logrado con materiales pioneros para la época: techo de fibra de vidrio y capó de aluminio, soluciones que aligeraron la parte superior del vehículo y mejorabron su estabilidad. A su lado, un Rolls-Royce Silver Cloud o un Mercedes 300 “Adenauer”, apodado así por el canciller alemán Konrad Adenauer y producido sobre los chasis W186 y W189, acercándose a las dos toneladas, parecían dinosaurios de otra era.
Frenos del futuro
El Citroën DS fue de los primeros automóviles de producción en montar frenos de disco delanteros, una tecnología propia de la competencia. Su sistema hidráulico unificado alimentaba suspensión, dirección y frenos, logrando respuesta inmediata y una estabilidad inusitada. Mientras otros autos necesitaban varios metros más para detenerse, el DS permanecía firme y equilibrado, sin hundir el frente al frenar.

El placer de conducir
Aún hoy en día, manejar un DS es una experiencia sensorial. El volante de un solo brazo, el embrague semiautomático, la suavidad de la dirección y el confort de los asientos envolventes hacen que el conductor no solo viaje: fluya. No hay necesidad de potencia excesiva ni de ayudas electrónicas. Todo está equilibrado entre forma, función y emoción.
El contraste con la era eléctrica
Paradójicamente, en la era de la tecnología digital, con herramientas prácticamente infinitas, muchos automóviles eléctricos han perdido esa esencia. La eliminación de la parrilla delantera, innecesaria al no tener radiador, pudo inspirar nuevas identidades; sin embargo, la mayoría simplemente “tapa” la parrilla, creando rostros sin carácter y líneas intercambiables, sin importar de qué continente sean.
La aerodinámica moderna parece pensada para el túnel de viento, no para el alma: para emocionar al verla, reconocer una marca a distancia, soñar con poseerla y conducirla. Los autos actuales son eficientes, sí, pero rara vez hacen que las cabezas se volteen. El DS fue un acto de rebeldía artística: su forma vencía al viento y también a la monotonía. Bertoni entendió que la belleza podía ser funcional y que un automóvil podía moverse como una obra de arte.
Un héroe en la historia
El DS también protagonizó una historia real de supervivencia. El 22 de agosto de 1962, durante un atentado en Petit-Clamart, el presidente Charles de Gaulle fue emboscado por un grupo armado de separatistas argelinos. Las balas perforaron las llantas y la carrocería del DS presidencial negro, pero su suspensión hidroneumática mantuvo el auto estable. El conductor, aunque herido, logró escapar a toda velocidad y salvó al mandatario. De Gaulle, agradecido, reconoció públicamente que el Citroën DS le había salvado la vida y nunca volvió a subir a otro auto.
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