Cuál es el impacto real de los programas sociales en Latinoamérica

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Estudio realizado en 18 países, con más de 30.000 testimonios, revela que los programas y servicios de impacto social mejoran ingresos, fortalecen resiliencia y contribuyen a enfrentar la pobreza monetaria.

El Programa Yarú, hecho en Cali, de la Fundación WWB Colombia, es reconocido como caso destacado en la región.

En un continente donde el 26% de la población vive bajo la línea de pobreza (menos de 6,85 dólares al día), medir qué programas, productos y servicios logran cambios reales no es un lujo: es una necesidad.

Así lo revela el informe “El Impacto en Latinoamérica: En sus propias palabras”, de la firma global 60 Decibels, experta en medición de proyectos sociales, que recoge la experiencia de 30.599 personas participantes en 197 iniciativas de 18 países, entre 2022 y 2025.

El estudio evidencia que dos de cada tres personas mejoraron su bienestar personal y financiero tras participar en programas de impacto social.

Estos cambios se reflejan en mayor capacidad de ahorro (53%), reducción del estrés financiero (37%) y mejor preparación para gastos imprevistos (58%).

Además, el impacto se multiplica en los hogares: el 48% aumentó el gasto en vivienda, el 44%, en educación, y el 41% en alimentos de mejor calidad. Los resultados confirman también que estas iniciativas deben llegar a poblaciones excluidas: el 57% nunca había tenido acceso a una oferta similar y más de la mitad no contaba con alternativas viables.

“En Latinoamérica existen más de 4.2 millones de micronegocios y en ese sentido la mayoría de estos micronegocios ha optado por esta fuente de generación de ingresos debido a que no hay oportunidades o empleabilidad o de otro tipo de ingresos. Por eso que es muy importante apoyar el emprendimiento en contextos vulnerables o economías en contextos de vulnerabilidad económica, precisamente porque es a través de él que se generan la mayoría de los empleos en el país; alrededor de los 92% de los empleos son generados por los pequeños negocios”, explicó Johana Urrutia, directora de Programas de la Fundación WWB Colombia.

Colombia en el radar: el caso Yarú

Dentro de los casos analizados, el programa Yarú de la Fundación WWB Colombia se consolida como uno de los referentes de la región, al alcanzar un Net Promoter Score, NPS, de 90, métrica que evalúa la lealtad y satisfacción de personas beneficiarias y clientes; frente al 61 que promediaron los 197 proyectos analizados en Latinoamérica.

La distinción se fundamenta en la alta valoración de las personas beneficiarias: por ejemplo, el 92% experimentó una mejora en su calidad de vida, tras completar el programa, y el 84% reportó un incremento en las ganancias de sus negocios.  Yarú, creado en 2016, tiene como objetivo fortalecer las capacidades personales y empresariales, así como la autonomía económica.

El programa trabaja en cuatro niveles que involucran la dimensión digital, el emprendimiento, las finanzas y el liderazgo. Además, brinda herramientas para que sus participantes logren salir de la pobreza monetaria y, en casos más avanzados, aporten a la generación de empleos.

“Gracias al programa, mi negocio creció en un 80%. Me enseñaron cómo tratar a mi equipo y cómo manejar los gastos e ingresos, lo que me permitió encontrar un punto de equilibrio, venciendo también los miedos. Yarú es una experiencia inolvidable que me marcó para toda la vida”, afirmó Leandra Vanesa Viáfara, quien junto a familia tiene una microempresa de recuperación ambiental de vidrio, Recuambiental.

Pobreza en mujeres

A nivel mundial, se estima que para 2030, más de 340 millones de mujeres y niñas vivirán en pobreza extrema, lo que representa el 8% de la población femenina, según proyecciones de ONU Mujeres. En América Latina, por cada 100 hombres hay 124 mujeres viviendo en la extrema pobreza. En Colombia, en las ciudades, los hogares encabezados por mujeres registran 40% más pobreza y 80% más pobreza extrema que los dirigidos por hombres. En el campo, la desigualdad se mantiene, la pobreza es 20% mayor y la pobreza extrema es 40% más alta en familias con jefatura femenina.

Frente ese panorama, el informe de 60 Decibels señala que la perspectiva de género es clave para la inversión de impacto, ya que permite crear iniciativas que respondan a las necesidades de las mujeres. Además, contar con datos para mejorar el diseño de las soluciones que están realizando diversas organizaciones para que más mujeres y hombres se beneficien de mejor manera.

En comparación con los hombres, las mujeres reportan un mayor impacto en indicadores de bienestar y finanzas como calidad de vida, objetivos financieros, gestión financiera, ingresos obtenidos y confianza en sí mismas, donde el porcentaje de mujeres que reportan haber mejorado es alrededor de 4% más alto. Ellas son más vulnerables económicamente, ya que el 42% afirma que tendría dificultades para cubrir un gasto de emergencia, frente al 34% de los hombres. Lo anterior propone que la oferta institucional puede estar teniendo un impacto más significativo en la vida de las mujeres, ya que son quienes tienen una mayor satisfacción.

Entre las conclusiones se destaca que a medida que el ecosistema de impacto social crece, también debe crecer nuestra comprensión de cómo las personas experimentan ese impacto; medirlo con metodologías rigurosas, permite saber qué iniciativas funcionan y cómo escalar aquellas que realmente transforman vidas. En un contexto de pobreza persistente y desigualdad, esta evidencia se convierte en brújula para gobiernos, empresas y organizaciones sociales que buscan invertir de manera más efectiva en inclusión y desarrollo económico.

“Desarrollar capacidades y fomentar el emprendimiento es fundamental, no solo a partir de cifras y datos, sino también promoviendo buenas prácticas: gestionar los costos, revisar las finanzas y garantizar la sostenibilidad. Es clave que los emprendimientos logren diferenciarse, que integren estrategias de marketing digital y herramientas como la inteligencia artificial. Y, sobre todo, es vital conectar a las grandes empresas con estos pequeños negocios dentro de las cadenas de valor, para hacer más efectivo su ciclo de vida y acelerar su crecimiento”, agregó Johana Urrutia, directora de Programas de la Fundación WWB Colombia.