¿Dónde está la humanización en un mundo tecnológico?

358

Por Eduardo Frontado Sánchez

En un mundo cada vez más globalizado y tecnológico, es inevitable no preguntarse dónde queda la humanización en todo este avance. La tecnología nos ha acercado de maneras que antes eran impensables, pero al mismo tiempo, parece que estamos perdiendo la capacidad de entendernos como seres humanos.

Es frustrante ver cómo, en lugar de resolver nuestras diferencias, nos enfrentamos unos contra otros, viendo a nuestros semejantes como adversarios a vencer en lugar de compañeros de viaje en este mundo. La destrucción, tanto física como emocional, parece ser la respuesta a nuestros conflictos en lugar del diálogo y la resolución pacífica.

En este contexto, ¿realmente podemos hablar de las ventajas de la tecnología cuando vemos cómo se utiliza para incitar al odio en las redes sociales o en nuestras comunidades? ¿Qué capacidad tendríamos de conocer la verdadera maldad que habita en nuestra sociedad si las potencias mundiales no controlan la violencia que propagan?

Es necesario reconocer que estamos rodeados de violencia y falta de diálogo a nivel global. La teoría de la supervivencia del más fuerte parece ser la norma, pero ¿es esta la esencia de lo que significa ser humano? ¿Somos realmente seres llenos de instintos crueles y competencia desmedida, o hay algo más en nosotros que busca la paz y la cooperación?

La humanización no es solo una tendencia o una moda pasajera, es una urgencia. Necesitamos construir un mundo donde la convivencia pacífica y la inclusión sean los pilares fundamentales. Cada proceso electoral en los 145 países del mundo este año debería ser una oportunidad para reflexionar sobre cómo podemos contribuir al bien común, no solo pensando en nosotros mismos, sino en toda la comunidad global.

Es preocupante ver la discriminación que persiste en nuestra sociedad, especialmente hacia personas con diferentes orientaciones sexuales. Como figuras públicas o simples ciudadanos, nuestra tarea no es juzgar, sino incluir y aceptar la diversidad que nos enriquece como sociedad.

En última instancia, como seres humanos, debemos recordar que lo que nos hace humanos es nuestra capacidad de empatía, compasión y cooperación. Construir un mundo mejor no es solo una responsabilidad, es un deber que recae sobre cada uno de nosotros, desde nuestra trinchera individual. Las palabras son importantes, pero son las acciones y los correctivos los que verdaderamente nos permiten ser coherentes con nuestros principios y valores.