De Cáceres a Cubarral, un camino de esperanza y nuevos horizontes

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“Tener que salir obligado de tu territorio no es solo dejar la tierra, la casa, la producción del campo; el desplazamiento deja grandes heridas porque rompe la vida, las relaciones de familia y amigos. Significa un comenzar de nuevo, pero con dolor”, dice Harol Flórez, un campesino de 49 años, líder de familias afrodescendientes víctimas del conflicto armado, en el municipio de Cubarral, Meta.

Después de la muerte de tres hermanos por el conflicto armado, hace 17 años Harol se vio obligado a irse de su tierra natal, Cáceres, Antioquia. “El miedo, la angustia y la incertidumbre de salir de la tierra donde nací, y ofrecerle seguridad y protección a mi familia, me llevaron hasta los llanos orientales, una tierra que ha significado esperanza”.

Con sus hijas aún pequeñas, que para ese momento tenían 6 y 1 año, Harol y su esposa decidieron empacar lo poco que podían sacar de su casa y salir de Cáceres. Su familia hizo parte de las más de 1600 personas que debido a la violencia del conflicto armado, dejaron en este municipio del Bajo Cauca en cinco eventos separados en 2008.

Otros siguieron sus pasos, al poco tiempo de su desplazamiento, los padres de Harol y algunos familiares, también tuvieron que desplazarse por la violencia. Aún sin definir su porvenir, la familia llegó al municipio de Cubarral, en el departamento del Meta.

Con el paso de los meses, Cubarral, un pueblo de paisajes montañosos y hermosas cascadas que conserva una gran riqueza natural, donde la tierra es costosa y no toda es apta para cultivar, se convirtió en el nuevo hogar de Harol, sus familiares y otras familias que fueron llegando al territorio desde diferentes lugares del país.

Con orígenes diferentes, estas familias tenían algo en común, una raíz muy fuerte que les conectaba; todos eran campesinos, antes de desplazarse se dedicaban a sembrar, cultivar y vender los alimentos que la tierra generosamente les brindaba.

Ahora en Cubarral, sin tierra y con muchas necesidades, debían encontrar la forma de producir al menos los alimentos que necesitaban para vivir, pues a la mano no había otras fuentes de trabajo que les dieran los ingresos necesarios antes de que el hambre les azotara con más fuerza.

Fue entonces cuando Harol decidió tomar la vocería y conformar la Corporación Afrocolombianos de Cubarral para el Desarrollo Social y Cultural (Afrocub). 70 familias afrodescendientes del territorio iniciaron el sueño que años más tarde fuera cuna para el trabajo asociado y el escenario para preservar la cultura afro.

Con el deseo de valerse por ellos mismos, estas familias ahora reunidas en Afrocub, comenzaron la tarea de buscar un terreno en el que pudieran cultivar. Tras varios meses, lograron reunir el dinero y arrendaron un pedazo de tierra en el que actualmente persisten con la apuesta no solo de producir, sino de hacer que sus cultivos surgieran sin el uso de agroinsumos.

“En nuestras raíces, en nuestra cultura nos enseñaron a trabajar la agricultura, sobre todo cultivar de forma orgánica, dejando que se recupere la tierra y teniendo alimentos cero químicos para una vida duradera”, explica Harol al contar que en el nuevo proyecto de vida la agricultura sostenible era otra de sus apuestas, pues era así como lo habían aprendido y no podían además darse el lujo de comprar insumos, que generalmente son costosos.

Las familias instalaron un invernadero y comenzaron a cultivar hortalizas en grupos en los que participan abuelos, padres, hijos y nietos. Sara Mosquera, una de las jóvenes de Afrocub, heredera de los saberes afro y también víctima de las secuelas del conflicto en Colombia, se entusiasma al ver este encuentro de muchas generaciones es posible y fructífero.

Sara hace parte de un proyecto liderado por jóvenes de 10 familias. Raíces es su nombre y no fue elegido de manera deliberada, el nombre del proyecto refleja claramente el sentir de eso que les une como jóvenes afro, como jóvenes rurales: la tierra y el territorio.

Con Raíces estos jóvenes dan continuidad a la transmisión de conocimientos sobre la agricultura y el respeto a la tierra, por eso siguen prácticas ancestrales y aprendizajes agroecológicos. En el cultivo bajo invernadero tienen tomate, cebolla, cúrcuma, plátano y yuca, entre otros, para los que emplean materia orgánica.

“Somos de la Tierra, a ella nos debemos y es por ella que hoy estamos aquí, lo justo es devolver en cada acción el cuidado que nos brinda” dice Sara, quien a sus veinte años hoy tiene claro que el futuro para los jóvenes en el campo es un desafío, pero que con trabajo, unión y solidaridad es posible lograr.

Conscientes de lo que ha significado el desplazamiento para sus familias, los y las jóvenes de Afrocub siguen apostando a un camino de esperanza, que desde Cubarral han compartido en diferentes espacios, uniéndose a las juventudes del departamento, como lo hicieron en el ‘Pacto por el Campo’ en un encuentro que reunió a líderes y lideresas de 18 a 27 años de Villavicencio, Acacías, Guamal, Castilla la Nueva, Cubarral y Puerto Gaitán en septiembre de 2024.

Esta iniciativa, motivada por la Red de Abastecimiento de Alimentos del Meta, que se desarrolla en convenio entre la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y Ecopetrol S.A.S, busca promover la integración, conocer experiencias y generar iniciativas alrededor del desarrollo sostenible en el departamento.

Explica Sara que “gracias a la Red hemos encontrado un apoyo para aprender nuevas técnicas, conocer sobre el manejo de las semillas y ampliar las oportunidades comerciales”, y es que Afrocub es uno de los proveedores del casino de Ecopetrol. Un aspecto importante para estabilizar la vida de campesinos en el campo, pues si no venden los alimentos que producen se dificulta la permanencia de las juventudes en el territorio.

Es por esto que la Red del Meta ha incluido en su estrategia el acompañamiento técnico, la entrega de insumos y bienes agropecuarios, así como el enlace comercial, un aspecto fundamental que ha hecho de esta un ejemplo para otros: la asociatividad.

La Red, que inició en 2019, hoy ha logrado unir más de que hoy reúne a más de 3.000 pequeños y medianos productores, 247 emprendimientos familiares y 32 asociaciones de los municipios de Villavicencio, Acacías, Guamal, Castilla La Nueva, San Luis de Cubarral y Puerto Gaitán.

A través de la Red del Meta la alianza Ecopetrol-FAO fortalece la actividad productiva de manera diferenciada para cada comunidad, respetando su vocación y brindando nuevas herramientas a través de la capacitación y la implementación de buenas prácticas agropecuarias.

Porque el campo es su vocación y ha sido la mejor alternativa para brindar alimentos y crecer, resguardando su identidad y cultura, Harol afirma “el campo para mí significa todo, lo que te da la vida es la tierra, ahí tu encuentras el sustento para tu familia, vives libre, en un ambiente donde respiras aire puro, y puedes generar comida no sólo para ti sino para toda la comunidad”.

Mientras que Sara invita a otros jóvenes diciendo que “la importancia que los jóvenes retomen el campo, retomen sus raíces, es la seguridad alimentaria de nosotros, de las futuras generaciones, de las ciudades; la importancia del joven en el campo es la misma importancia de un plato de comida sobre nuestras mesas”.

Estas conexiones que dejan ver los testimonios de Sara y Harol nos invitan a preservar el derecho a la tierra para todas y todos, pues solo con la garantía de este será posible la realización de otros derechos como el trabajo, la alimentación, la educación o la salud.

Una visión que Harol y Sara comparten, y que luego de haberlo perdido todo a causa del desplazamiento, hoy ratifican como una necesidad, no solo la tierra como un título valor, sino todo el entorno que les permite crecer, soñar y legar a otros el aprecio y cuidado por la madre Tierra, afirmando así que #SomosdelaTierra, #SomosTerritorio, y esos territorios (en plural) definen lo que implica ser colombiano.